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LA MEDALLA DE CÁCERES A LA GUARDIA CVIL

OPINIÓNCÁCERES
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Me emocionan los eventos donde nos concentramos los cacereños, asiduos a celebrar con orgullo nuestras señas de identidad en cualquiera de sus manifestaciones: sociales, culturales, deportivas o institucionales.Este año al acto de entrega de la medalla de Cáceres, máximo galardón que otorga el Ayuntamiento de la ciudad, no ha faltado, como es habitual, lo más granado de la vida pública de la ciudad, ya que ha recaído, merecidamente, en la Guardia Civil, coincidiendo con su 175 aniversario.

medallaMe conmovió que la comandante jefa de la Guardia Civil de nuestra ciudad, María Jesús Pascual, subiera al escenario representando la verdadera evolución de un cuerpo, que, tras casi dos siglos de existencia, años de esfuerzo, de compromiso y trabajo, ha sabido adaptarse a los tiempos. Las mujeres estamos donde queremos estar. Sí, es un logro de la democracia y de la libertad, un logro conjunto, y eso es lo que ella representa. Y me emocionó, como siempre, el Redoble.

La entrega ha estado llena de contenido político y social. Y también ha evidenciado improvisaciones ruborizantes: como que no hubiera una medalla física para la Guardia Civil, con los emblemas reglamentarios, lo que llevó a ejecutar la expropiación insitu de la medalla de un concejal para ‘desfacer el entuerto’. Lo digo con ánimo constructivo: cuando se gobierna hay que dar a los actos la dimensión social y el protocolo que merecen. Las cosas bien hechas, bien parecen.

Hubo ausencias sonadas. Como la del presidente de la Junta. Tampoco asistió ningún consejero en la entrega de la primera Medalla de la corporación socialista en un acto de tal relevancia.

En el discurso el primer edil, evocaba su niñez, aludiendo a las manos blancas y los guantes blancos de los guardias civiles, para recordar que, y en su generación, como también en la vida de casi todos los españoles adultos, abrían telediarios y llenaban portadas de todos los periódicos, nacionales e internacionales, por ser víctimas de los terribles asesinatos de ETA.

Ciertamente, ser Guardia Civil en los años ochenta y noventa era ser, directamente una diana. Una vocación indiscutiblemente patriótica y valiente, de compromiso social, que muchos integrantes del cuerpo llevan en su ADN, de amor a una bandera, de entrega y tesón -algo que debería estar más de moda-. Quiero creer, más bien, necesitamos creer, que esas palabras no pretendían sólo un aplauso.

También oímos hablar de los guardias civiles desplazados a Cataluña durante las elecciones generales para vigilar que el proceso electoral se desarrollara con normalidad, y que los españoles de allí pudieran, en libertad, ejercitar su derecho al voto. Incluso se les agradeció su trabajo y escuchamos reflexionar sobre un futuro sin fronteras, que es lo que reivindicamos desde este lado del oeste español. Debo decir que me gustó oír esas palabras, porque como tantos extremeños una tiene a su familia enterrada en los cementerios catalanes y para visitar la tumba de mi abuela, en territorio español, no quiero tener que portar documentación, como no quiero hacerlo para encontrarme con mis primos que tan catalanes son como el que más, que para eso les parieron allí mis tías.

De nuevo, quiero creer -más bien necesitamos creer- que esas palabras no pretendían sólo aplausos. Y digo que quiero creer, porque mientras en Cáceres oímos este discurso, el socialista Sánchez -líder y referente indiscutible de todos los socialistas que ya no le contradicen- ha pactado en Navarra y en el País vasco. Sí, justo con los que apoyan a los que mataban a los guardias civiles, en contra de tantas manos blancas, y eso hay que decirlo, porque no lo van a decir los socialistas.

Y lo que hay que hacer es no poner puentes de plata para gobernar con BILDU, el partido de Otegi, responsable de esas portadas y de esos telediarios de guantes blancos, y hay que hacerlo, precisamente, por respeto a la Guardia Civil. Algo de autocrítica es lo que hubiéramos aplaudido muchos también.

Y digo también que quiero creer, porque esa Cataluña a la que ha tenido que ir la Guardia Civil en unas elecciones generales es el producto de un nacionalismo radical, de años de insuflar mentiras avergonzando a la Democracia española y al mundo, fomentando el odio hacia España y lo español, intentado convertir al Estado en el enemigo. Propagando un discurso insensato, inútil y estéril que sólo conduce al abismo.

Ahora, el presidente de todos los españoles se sienta a negociar su estabilidad personal con los que quieren romper España. ERC es uno de los culpables de que los Guardias Civiles tuvieran que ir a Cataluña el pasado día 10 de noviembre, lo que nos ha costado, inútilmente, casi el presupuesto de tres años nuestro ayuntamiento, y que nos va a costar mucho más caro.

Así es que, estas cosas hay que decirlas DENTRO, en el partido, en Ferraz y a su líder, porque si no, no vamos a creer ni media palabra que venga de un socialista.

El discurso hay que darlo donde hay que defenderlo, de lo contrario, esas palabras serán todo lo contrario de lo que representa el cuerpo que ha recibido el máximo galardón de Cáceres. 

 


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