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Una abogada con dificultades para ejercer su profesión por ser mujer

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mercedes formica falangistaHace más de cincuenta años, la abogada, Mercedes Formica, consciente de las desigualdades que sufrían las mujeres de su tiempo tuvo la idea de publicar una novela que refería  un hecho real estremecedor. Una mujer llamada Antonia Pernia  murió apuñalada por su marido. La convivencia matrimonial había sido un verdadero infierno para esta mujer que sufría calladamente malos tratos aunque se negó a pedir la separación porque de obtenerla perdería por ley el domicilio familiar y la patria potestad de los hijos y  tuvo que soportar en silencio las terribles agresiones hasta la  muerte. La obra de Formica se publicó en 1955 con el título  “A instancia de parte” y pretendía dar un aldabonazo sobre la inferior situación legal de la mujer casada, aunque  apenas tuvo éxito. Años más tarde, en el año 1991 el Instituto de la Mujer tuvo el acierto de reeditarla en nueva versión. Era una obra combativa, reivindicadora .En el prólogo  María Elena Bravo recordó el impacto que había producido un artículo de la Sra. Fórmica  en el diario ABC titulado  “domicilio conyugal” que exponía lo sucedido a la Sra. Pernia .El hecho llegó a  traspasar las fronteras. Los periódicos alemanes, británicos norteamericanos y hasta daneses y soviéticos publicaron notas sobre este caso

La Sra. Formica que tuvo dificultades para ejercer su profesión por ser mujer, se reunió  con  miembros del Tribunal de la Rota  para pedir  a  los poderes públicos  la reforma del vigente Código Civil por el trato inferido a la mujer casada .Propusieron la modificación de  sesenta y seis artículos que resultaban humillantes. Se aceptaron varios cambios aunque, calificados de insuficientes e incluso de potenciadores  de una falsa apariencia de liberalización  del régimen, procurando una pseudo libertad de la mujer para acallar las críticas surgidas por la desigualdad legal. Sin duda, la reforma supuso un gran avance en algunos puntos importantes para la mujer como la designación del domicilio conyugal, el ordenamiento para disponer de los bienes  y la patria potestad de los hijos. Recordemos que en aquélla época la mujer  no alcanzaba la mayoría de edad hasta los veinticinco años, no podía disponer ni siquiera de sus bienes  privativos sin autorización del marido, además, el domicilio conyugal era únicamente “la casa del marido” y muchas profesiones solo podían ejercerse por varones, como puede constatarse al repasar las convocatorias de oposiciones. Ella misma hace alusión a su petición de opositar al Cuerpo Diplomático y el funcionario le dijo que mejor pidiera ser partera. Así se enteró de que la convocatoria exigía ser varón. En el Congreso Pedagógico  celebrado en el año 1882  se llegó a cuestionar la capacidad de la mujer para la enseñanza de párvulos alegando que iba a prevalecer su instinto maternal sobre la docencia. Lo más grave era la disposición del Código Penal: “el marido que sorprendiera en adulterio a su mujer, matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos o se les causara lesiones graves será castigado con la pena de destierro. Si le produjese lesiones de otra clase, quedará exento de pena”.  Una verdadera “licencia para matar”.

La propia Sra. Formica, precisamente por esa terrible legislación había sufrido en su vida las consecuencias de la traumática separación de sus padres. Parece que la novela que publicó  refleja su experiencia personal. El “castigo” que sufrió su madre por no aceptar el “mutuo acuerdo” de separación  fue la pérdida de la patria potestad de su único hijo varón, conservando solamente el de sus cinco hijas y una asignación económica insignificante para el sostenimiento de la familia. La lucha de Formica para alcanzar la igualdad legal, fue continuada por María Telo, también constante y clara.

Aunque parezcan lejanos estos hechos  la realidad es que la discriminación sigue latente en el mundo actual. Raro es el día en que no  es  asesinada una mujer por su pareja.  Un auténtico drama social que estremece a las gentes de bien pero que no parece resolverse de forma inmediata. Sabemos por las estadísticas difundidas por la Organización Internacional de Trabajo que el salario que se paga a la mujer es, en muchos casos, inferior al del hombre por la realización de igual actividad. Los anuncios publicitarios son cada vez más  vejatorios, reservando las tareas menos interesantes para el ama de casa. Parece que no se avanza en la igualdad a pesar de las múltiples leyes

En la novela de la Sra. Formica  cuando el personaje de Julián se reúne en la habitación de un hotel con la mujer con la que tenía relaciones, esta le dice: piensa que  “al fin y al cabo nosotros estamos haciendo la misma cosa por la que tu mujer ha sido condenada” y él contesta: “Pierde cuidado, las leyes son distintas para los hombres”. En nuestros días  se proclama la igualdad de sexos en todas las Cartas Magnas de los países desarrollados y en múltiples leyes de la Unión Europea, el Tratado, las Directivas y lo mismo sucede en España, la Constitución, el Estatuto de los Trabajadores, las normas de Igualdad de oportunidades, pero en la práctica, las mujeres siguen sufriendo auténticas segregaciones sociales y laboral. Por ello, no es posible olvidar la lucha de esta abogada, quien junto a otras mujeres admirables como Clara Campoamor o Concepción Arenal deben ser siempre recordadas por su interés en clamar contra las injusticias y hay que pensar que  muchas órdenes orden de alejamiento son incumplidas, despidos por embarazo y salario inferior eso es lo que tenemos después de tantos años de lucha.

Toda la sociedad tiene que  rechazar  las mínimas discriminaciones y los chistes y chascarrillos que con una sorna cruel  sacan a relucir viejos tópicos. Hay que intentar que se borren  del todo los antecedentes del patriarcado patente desde el código ancestral que aparece ya en las Euménides donde los dioses declararon inocente  al matricida, proclamando  que la madre no es verdaderamente progenitora, honor que solo puede  corresponder al padre. Lo que necesitamos es que se apliquen  las leyes y una conciencia social que erradique las diferencias tan dañinas para la sociedad.

LA AUTORA ES CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN


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