14 de diciembre de 2025. DEx
A una semana de las urnas, el tablero político extremeño se mueve con una claridad poco habitual en una comunidad acostumbrada a mayorías largas y equilibrios previsibles. La encuesta de GESOP que publica El Periódico Extremadura dibuja un escenario nítido en lo esencial y convulso en sus consecuencias: el Partido Popular ganará las elecciones, el PSOE sufrirá un desplome histórico y Vox se convertirá en el actor decisivo del próximo Parlamento autonómico.
El PP de María Guardiola aparece como primera fuerza, con una horquilla de entre 26 y 28 escaños y el 37,3% del voto. Es una victoria clara, aunque no expansiva. El dato es relevante porque confirma dos realidades simultáneas: Guardiola consolida liderazgo electoral, pero no crece respecto a mayo de 2023. Incluso retrocede ligeramente en porcentaje de voto. El mensaje es evidente: el PP gana, pero no arrasa; gobierna el desgaste ajeno más que un entusiasmo propio desbordante.
La gran novedad —y el gran problema estructural del nuevo ciclo político— es el ascenso de Vox. La formación de Abascal más que duplica su representación y se mueve entre los 11 y 13 escaños, con un 17,2% del voto. En términos políticos, Vox deja de ser un socio incómodo para convertirse en un socio imprescindible. La suma PP-Vox alcanzaría entre 37 y 41 diputados, muy por encima de la mayoría absoluta situada en 33. El bloque de la derecha no solo suma: suma con holgura y sin alternativas aritméticas enfrente.
Frente a este escenario, la izquierda extremeña no solo pierde: se fragmenta y se desdibuja. El PSOE firma, según la encuesta, su peor resultado histórico en la región. El partido que durante décadas sostuvo el poder autonómico cae hasta una horquilla de entre 19 y 21 escaños y baja del 30% en intención de voto. Es una caída que no puede explicarse solo por el contexto nacional ni por la fatiga del electorado. Aquí hay algo más profundo: desmovilización, fuga de voto y una fidelidad electoral por debajo del 50%, un dato demoledor para una organización que se había construido sobre la lealtad de su base social.
Parte de ese voto socialista se traslada al PP, otra parte a Unidas por Extremadura, que logra resistir el temporal y consolidarse como fuerza relevante. Con cerca del 10% de los votos y hasta 7 escaños, la formación de Irene de Miguel aguanta, crece ligeramente y se convierte en el principal refugio del voto progresista descontento. Pero no es suficiente. La suma de la izquierda, sencillamente, no da.
El análisis sociológico añade otra capa de preocupación para los partidos tradicionales. Vox domina entre los votantes más jóvenes y entre quienes tienen estudios básicos, y se convierte en segunda fuerza entre los hombres de 30 a 44 años. No es un voto coyuntural ni de protesta puntual: es un voto identitario, emocional y cada vez más estructurado. Mientras tanto, el PSOE envejece y pierde conexión, y el PP lidera, sí, pero con dificultades para penetrar en esos segmentos emergentes.
En la valoración de líderes, el retrato es igual de elocuente. Solo aprueban María Guardiola e Irene de Miguel, ambas con un 5,2. El resto suspende. No hay entusiasmo, no hay grandes referentes, no hay ilusión colectiva. Hay gestión, desgaste, enfado y una creciente sensación de desapego.
Extremadura se encamina así hacia un Parlamento más fragmentado, más polarizado y con un eje de gobierno claramente desplazado a la derecha. El PP ganará, pero gobernará condicionado. Vox no será un actor secundario, sino una fuerza con capacidad real de marcar agenda. Y el PSOE deberá iniciar, gane quien gane, una profunda reflexión interna si no quiere que este desplome deje de ser coyuntural para convertirse en estructural.
Las urnas, esta vez, no decidirán solo quién gobierna, sino qué Extremadura emerge del 21D: una región más conservadora, más fragmentada y con una izquierda obligada a reinventarse a marchas forzadas.






