«Qué bueno es el hijo de Mel»

Opinión Su familia siempre ha estado cerca del goleador

Villa acude a Mareo a despedirse del Sporting acompañado de su...
Villa acude a Mareo a despedirse del Sporting acompañado de su familia. TUEROMARCA

Lo primero que me impactó de un Villa fueron las manos. Pero obviamente no eran las de David, sino las de Mel, su padre. Eran otros tiempos en el fútbol y tomar un café en la Ciudad Deportiva con el padre del mejor jugador que había visto sobre un terreno de juego no era sacrilegio. Al contrario. Era un placer. Mel era un enamorado de su hijo, y del fútbol. Mañanas enteras, con algún orujo calentando el cuerpo, hablando de todo. Y sus manos. De la mina asturiana. De las que te dan un bofetón en el almuerzo y te pita el oído hasta las diez de la noche.

Mel era un tipo rudo, pero tan afable y con los valores tan claros que su hijo no podía desviarse. Y el guaje fue eso. Un jugador de otro planeta con trato de un deportista sin estupideces. David se hizo grande en el Valencia y de ahí pasó a ser leyenda en la selección. Con Barcelona y Atlético se convirtió en ganador y en EEUU en un icono, pero nunca olvidó que su tierra era Tuilla y que los suyos siempre estuvieron en los momentos complicados.

Porque el asturiano los ha tenido. Recuerdo la foto con la pierna escayolada en un hotel de Japón, el desagradable juicio con Tamargo o los cabreos en el Barça de Messi… pero siempre ha tenido a su gente de confianza para echarle una mano, para proponerle un plan, para hacerle crecer. Patricia (su esposa) Zaida y Olaya son las mujers de su vida. Luca el niño de seis años que le quita el sentido. Con Víctor ha hecho gran parte del camino. Su querido Oñate. Y lo va a seguir haciendo en el club que ha ‘comprado’ en Queens para seguir en el negocio del fútbol.

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Lo cierto es que el día que conocí a David, en un pequeño Hotel de Alboraya (localidad cercana a Valencia) acedió a hacerse unas fotos con la bufanda del Valencia, que lo acababa de fichar pasadas las once de la noche y después de muchas horas de coche. De ahí en adelante, la locura. Decenas de reportajes y siempre con ese toque entre profesional y campechano que le hace tan especial. De la Guajiña, regate para el que inventamos el nombre hasta la bola del mundo previa al Mundial pasando por la sesión de fotos con todos los balones de la historia de la Liga. De todo. Entrevistas, noticias, goles, galas de MARCA en Madrid para darle su amado trofeo Zarra. Un sin fin de momentos a los que hoy pone punto y final.

Su destino porfesional seguirá vinculado a la pelota. Sus escuelas se reparten ya por todo el mundo y su último regate ha sido comprar una franquicia en el soccer americano, en el centro del barrio de Queens, para dar el salto a los despachos. Un ejemplo dentro y fuera del campo, David se marcha y la pelota le echará de menos. Mucho.