En la conmemoración de Domund 2020, la religiosa Justina Banda, oriunda de Zimabue ha querido contar su testimonio, que ofrecemos en Digital Extremadura:
«Mi nombre es Justina Banda, nací en una familia cristiana, mi papá era muy religioso, vivíamos en Kamativi, allí estaban los misioneros del IEME y las Misioneras Hijas del Calvario, españolas. Sentí en mi interior una llamada para ingresar en la Congregación y, como ellos, ayudar a los pobres. Me atrajo el carisma de las hermanas: trabajar con los más pobres, con quienes tienen SIDA. La pobreza de allí no puede compararse con la de España, aquello es la miseria.
Soy religiosa desde hace 30 años. Mi actividad misionera la he realizado en diferentes lugares: En mi juventud, marché a Estados Unidos donde realicé estudios de inglés y Matemáticas. Regresé a Zimbabue, mi vida se desarrolló en las diócesis de Huange y Gokue como maestra en el colegio de los Hermanos Maristas y en la escuela secundaria en las zonas rurales. Posteriormente, en el año 2006, me destinaron a Roma donde está la Casa General de la Congregación. Durante 6 años presté mi servicio como consejera del Equipo General. Regresé a Zimbabue en el año 2012, formé parte del Equipo provincial de mi país durante 4 años. En el 2016 vine a España como año sábatico, y mientras ayudaba en la casa de la congregación en Madrid.
En la actualidad vivo en Burgos, en una de las comunidades que mi congregación tiene en España, con 25 hermanas mayores, las hermanas que después de 30-60 años en la misión, regresan a su país después de toda una vida entregada a los pobres, algunas de ellas con su mente confusa. Es un gozo compartir con ellas su ancianidad y poder ayudarlas y atenderlas. Estoy haciendo la voluntad del Señor.
También nos ha tocado el coronavirus. 23 de 29 hermanas se infectaron, de las 6 que no se contagiaron, 4 estaban en silla de ruedas, una monja de 84 años y yo. Tenía que llevar toda la comunidad adelante. Fallecieron 3 hermanas y tuve que llamar a las funerarias, cocinar por las mañanas para todas y por la tarde estar como auxiliar para lo que necesitasen. La superiora me daba las instrucciones por teléfono… Se ve la voluntad del Señor en estas experiencias. Hay que seguir rezando y ayudando a todos, para llevar adelante los proyectos de la misión hace falta dinero. Hablando con mi familia en Zimbabue que también está pasando por la enfermedad me decían: “si guardamos cuarentena, no tenemos nada para comer. Esto es lo que está pasando en África”.»