Querida Ari: ¿Te dije alguna vez que mi mes preferido era alguno? Pues si te dije algún otro que no fuese noviembre es que no te fui sincero. A mí, donde esté noviembre, que se quiten los otros. Bien sabes tú que la caza es motivo suficiente; pero no es sólo que en noviembre se cace, hay más razones. Empezamos con el día de Los Santos y luego el de Difuntos. Aquellos días de la infancia dorada, aquel relato que apenas recordamos y que escribíamos en la escuelita rural; las largas horas de responsos en el Campo Santo al lado del señor cura párroco; el son de las campanas doblando los dos días seguidos….Todo aquello para ir empezando, Ari, y naturalmente luego, la canana en la cintura, la mochila en la espalda y la del doce terciada en el brazo izquierdo.
No te lo he contado, aunque estoy seguro de que a tu mundo celestial algún rumor haya llegado. ¿Sabes lo que me pasó el otro día? Tras más medio siglo yendo a buscar la caza, y sin que nunca hubiese tenido un incidente semejante, se disparó la escopeta sin mi permiso. No, no, no te alarmes: no había nadie cerca, ni lejos, ni Cristo que lo fundó. Además, siempre, cuando abro el arma, o apunta al cielo o al suelo. No me preguntes cómo, pero se conoce que al darle a la palanca para abrirla toqué un gatillo y salió el fogonazo. El retroceso hizo que la parte postrera de la palanquita de marras se me clavara en la mano. Ari, qué fatigas subiendo el interminable ribero hasta el coche que me llevó al Centro Médico de Casar. Un par de puntos, “betadine”, vendaje y vaya usted con Dios. No pasa nada, Ari. La vida sigue. Y la caza.
De lo otro, Ari, ni te cuento. La patria hace aguas por todos lados. Menos mal que este país, a pesar de todo el daño que se le ha hecho, siempre tiene lo que hay que tener para solventar tanta desgracia y tanto felón que pretende hundirlo. Ari ¿sabes lo que te digo? Que todos esos protestantes europeos, norteamericanos y de donde quiera que sean, son una m……comparados con nosotros. Ya te contaré. Un abrazo de tu amigo del alma.