El otro día me “riñeron” en el facebook. No contesté, porque no soy de polémicas en las
redes y porque a estas alturas de mi vida sé lo que significa defender en política un buen
relato. Relatos hay muchos. Y traducciones. Como la primera que hicieron de la obra de
Lorca, cuando una vez muerto, un poeta menor (según la profesora Susanne Lange)
llamado Enrique Beck consiguió los derechos exclusivos, pero “cuyas traducciones crean
una imagen falsa de Lorca”. Los herederos de Beck crearon una Fundación para evitar
que hubiera otras versiones. Y así estuvo el asunto hasta que la editorial Suhrkamp pudo
volver a traducirlo, después de ganar en los tribunales.
Pero a lo qué iba, me “amonestaron” porque dije que había habido problemas y retrasos
en uno de los trenes que cubren el trayecto Badajoz-Cáceres el pasado miércoles.
Casualmente, una buena amiga viajaba en él y, con indígnación, me iba narrando por
whatsApp cuánto pasaba. Todo lo qué dije era cierto. Los hechos fueron así:
El susodicho tren procedente de Badajoz tiene la salida de Cáceres a las 8,39 de la
mañana. Es miércoles, 26 de octubre. Antes de llegar el tren, se informa a los viajeros,
que atiborran el hall de la estación y los andenes, que el tren va a retrasarse por una
incidencia en las vías, “pero no se preocupen los señores viajeros porque si se retrasara
por encima de las 9,10 h, unos autobuses los llevaran a su destino”. A las 8,40h aparece
el tren: “Suban y ocupen sus asientos…” A las 9,10h se informa por megafonía a los
viajeros que harán el viaje en autobús y aparecen tres de ellos, dos para Madrid y uno
para Plasencia. Los vehículos comienzan a ocuparse, allí hay personas mayores, mamás
con niños y sillitas…etc. Todos bajan del tren y con sus equipajes suben al autobús. Y
como no caben se llama a varios taxis en los que colocan a los restantes, salvo las cinco
mujeres que se dirigen a Plasencia. El descontento es clamoroso. Y los nervios.
No habrían entrado -posiblemente- los autobuses con dirección a Madrid en la carretera
general, cuando llega el tren. La incidencia (una carretilla caída en la vía) se ha
subsanado y el tren puede circular. Son las 10h de la mañana. Suben al mismo las cinco
mujeres que van a Plasencia más las personas que ocupan los taxis -que bajan de los
mismos junto con sus equipajes- y llegan a Monfragüe. No a Plasencia (pues sabido es
que el tren no entra en la ciudad y es un autobús de línea el que acerca a los viajeros
hasta ella). Antes les han confirmado que un coche las espera allí. Las cinco mujeres se
bajan del tren, pero allí no hay vehículo alguno para llevarlas (nadie se ha encargado de
avisar al conductor del retraso y éste se ha ido). Las cinco pasajeras nerviosas indagan
sobre lo qué pueden hacer. Les dicen que esperen a que llegue el siguiente tren sobre las
11,10 (son las 10,30 h y habían llegado a la estación de Cáceres a las 8,30h) y que un
autobús nuevo las llevará a su destino. Cuando arriban, por fin, a Plasencia, son las 12h,
tres horas y media después de la salida (lo suyo es llegar a las 10 menos diez). Se
desconoce la hora de aterrizaje de los que se fueron en autobús a Madrid.
¡Ah, se me olvidaba! Cuando las cinco mujeres que ese día tuvieron la “absurda” idea de viajar a
Plasencia se acercan a la ventanilla correspondiente para dar sus quejas por encontrarse
“olvidadas” en Monfragüe, el trabajador que está detrás de la ventanilla les dice que él es
de ADIF y que allá con RENFE que es la culpable; que si necesitan algún teléfono para
reclamar o solicitar que lo busquen en la página web.
¡Pues fíjense, amigos, en vez de enfadarse con ellos, se enfada conmigo la Administración…!