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Ferraz se resquebraja: la cuenta atrás de Pedro Sánchez

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EDITORIAL DEx

La crisis interna del PSOE, amplificada por los audios del caso Koldo, agita los cimientos del partido y acorrala a un presidente que ya no convence ni dentro ni fuera de sus filas.

Sábado, 14 de junio de 2025.- La descomposición ya no es una amenaza lejana: es una hemorragia diaria. Las grabaciones de la UCO que implican a Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García en una supuesta red de comisiones por contratos públicos han incendiado las entrañas del PSOE. Lo que antes era un murmullo de barones incómodos, hoy es un clamor colectivo: Pedro Sánchez debe actuar con contundencia o abandonar la escena.

No es solo el Partido Popular quien exige explicaciones. Son los suyos, los alcaldes, diputados, dirigentes regionales e históricos del partido —de González a García-Page— quienes ya dudan de la capacidad del presidente para capear el temporal. Y no porque las encuestas le hundan (que no le favorecen), sino porque el partido entero parece haber entrado en una espiral de desconfianza, silencio y rabia contenida.

Un partido en estado catatónico

La frase, atribuida a un miembro de la dirección federal, no es una metáfora: “estado catatónico”. Ferraz vive con el alma en vilo, esperando que cada nueva filtración no sea una bomba de relojería. La dirección socialista, en su intento de encauzar la crisis, ha anunciado una reestructuración interna y la auditoría externa de las cuentas del partido. Un gesto que ha sido tachado de insuficiente incluso por los más fieles a Sánchez.

Las dudas ya no se disimulan. Varios líderes territoriales ven “imposible” aguantar dos años más sin Presupuestos y con una deslegitimación creciente de las siglas socialistas. La amenaza de un “super domingo” electoral en 2027, que podría arrasar con alcaldes y gobiernos autonómicos, empuja a muchos a reclamar un adelanto. No por oportunismo, sino por necesidad estratégica y ética.

El discurso del alcalde emeritense, Osuna: el espejo roto

La intervención pública del alcalde de Mérida, Antonio Rodríguez Osuna, ha sido el aldabonazo más claro. Ha pedido lo que muchos rumian en privado: un congreso extraordinario y que Sánchez no repita como candidato. Su argumento es tan directo como doloroso: el PSOE no se merece esta deriva. Miles de cargos públicos —honrados, comprometidos— no pueden cargar con la sombra de la corrupción ni con decisiones tomadas por quienes ahora están bajo sospecha.

Osuna también cuestiona la legitimidad del actual Comité Federal, al haber sido en parte conformado por el propio Cerdán, el dirigente al que ahora se quiere sustituir sin que haya dimitido. La coherencia, parece, se ha perdido en el laberinto de los equilibrios internos.

Felipe, Page y el fin de la paciencia

Cuando Felipe González y Emiliano García-Page coinciden públicamente en una tesis, el terremoto es institucional. El presidente castellano manchego —uno de los pocos que ha osado hablar claro en estos años— pidió un adelanto electoral sin fecha concreta, pero sí con una lectura política evidente: cuanto antes se purgue la crisis, menos daño colateral sufrirá el partido.

El respaldo del expresidente añade presión. Si en 2023 “vino la ola” que arrasó con gobiernos socialistas, ¿ cuál será el precio de mantener la parálisis dos años más ?

¿Remontar o resistir?

Pedro Sánchez afronta su mayor dilema político desde la moción de censura que lo llevó al poder. Pero entonces contaba con un PSOE cohesionado, deseoso de poder, movilizado. Hoy, tras seis años de desgaste, escándalos, alianzas incómodas y fricciones internas, lo que queda es un partido agotado, dividido y alarmado.

La pregunta no es si debe quedarse o irse. La verdadera cuestión es si le queda margen para decidirlo. Porque incluso entre sus más cercanos, ya hay quien reconoce que la remontada es un sueño lejano y que el partido necesita salvar lo que aún puede: su credibilidad, sus gobiernos, su base territorial.

En conclusión, el PSOE ha sobrevivido a muchas crisis, pero rara vez ha estado tan expuesto. La política nacional, cada vez más convulsa, ya no le concede tregua ni tiempo.

Pedro Sánchez aún tiene la potestad de convocar elecciones. Pero quizás ya no tenga el poder de controlar lo que viene después.


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