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Jarandilla de la Vera revive sus raíces en la XIX Jornada de los Antiguos Oficios

Paco de Borja | Jarandilla de la Vera, 3 de agosto de 2025.- Jarandilla de la Vera volverá a latir este sábado 2 de agosto con el pulso de tiempos pasados. Las piedras centenarias de su casco antiguo serán escenario vivo de la XIX Jornada de los Antiguos Oficios, una cita ya imprescindible del verano verato que, más que una recreación, se convierte en una celebración de la memoria colectiva.

Entre las 20:30 y las 23:30 horas, el pueblo se convertirá en un museo al aire libre donde los visitantes recorrieron, paso a paso, los oficios que definieron durante décadas la vida rural de esta comarca cacereña. Lo que en otros lugares es apenas relato, aquí es escena: el cestero trenzando mimbre, la lavandera con su tajuela, el arriero guiando al burro por la era, o la mujer que —con destreza aprendida de abuelas— embotellaba tomates al borde de una bodega subterránea.

En cada rincón, una estampa costumbrista: el olor del pimiento despezonado, el ritmo del capado de higos, la textura del adobe recién modelado, la risa de los niños jugando a la rana o la música que salía de los dedos ávidos de quienes tejen bolillos en corrillo. La escuelilla se transforma en taller de juegos tradicionales, mientras el vino de pitarra y los dulces de horno —bolluelas, huesecillos, buñuelos— recorren las manos de quienes se sientan a mirar, escuchar y recordar.

No faltarán personajes que parecen sacados de una novela de Delibes: el pregonero con su campana, la hojalatera ambulante, el trovador con su rabel, la silletera que ofrece su arte para enear una silla ajada por el tiempo. Todo bajo la mirada de decenas de aldeanos y voluntarios ataviados como antaño, con sayas, chalecos y pañuelos que devolverán al presente una estética perdida y, sin embargo, reconocible.

La música del grupo folclórico Virgen de Sopetrán pondrá la banda sonora a la jornada, que concluirá como manda la tradición: con una verbena popular donde no faltarán el baile, la risa, los abrazos de reencuentro y algún brindis a la salud de los abuelos que, desde la memoria o la plaza, siguen enseñando el valor de las cosas sencillas.

Jarandilla no solo mostrará sus raíces. Las honrará, las hará carne, las compartirá. Porque en noches como la que se vivirá el dos de agosto, el pasado no es un museo. Es una fiesta.