Las lluvias torrenciales arrastran los restos del fuego hacia los cauces, mientras el municipio aguarda los análisis de la Diputación de Cáceres
Digital Extremadura, GARGANTILLA 5 de noviembre de 2025.- .— La lluvia, que tantos esperaban para aliviar la sequía, ha traído esta vez un recuerdo oscuro. En Gargantilla, un pequeño municipio del norte cacereño, el agua que baja de la sierra se ha teñido de negro. El motivo: las cenizas y residuos del incendio que calcinó buena parte del entorno este verano. La alcaldesa, Lola Peña, ha emitido un bando urgente recomendando a los vecinos no consumir agua del grifo hasta que se analice su calidad.
“El agua, pues, no es color chocolate, es negra, negra”, ha advertido con rotundidad la regidora, visiblemente afectada por la situación.
Las lluvias que removieron las heridas
Hasta ahora, las lluvias en la zona habían sido suaves, sin causar mayores problemas. Pero la tromba caída en las últimas horas ha arrastrado los restos del fuego ladera abajo, tiñendo las gargantas y depósitos municipales. “Habitualmente captamos el agua de la garganta, pero ahora mismo es inviable”, reconoce Peña. Aunque Gargantilla dispone de tomas subterráneas, el ayuntamiento ha preferido extender la recomendación de no consumo “hasta tener los resultados de los análisis que nos digan que se puede beber con seguridad”.
La Diputación de Cáceres ya ha activado a sus equipos técnicos para recoger muestras y medir la turbidez y presencia de residuos. “Vendrán ellos a coger las muestras y a decirnos cómo está el agua”, ha explicado la alcaldesa, agradeciendo la rapidez del organismo provincial.
El paisaje herido y la tristeza compartida
Más allá de los problemas puntuales con el suministro, la visión del monte ennegrecido continúa siendo un golpe para los habitantes del valle. “Es un poco penoso tener que mirar hacia la montaña y verlo todo negro”, lamenta Peña, que no disimula la desolación que sienten los vecinos. “Somos gente de campo, de sierra, y nos duele ver nuestro entorno así, arrasado.”
El incendio del pasado verano dejó tras de sí hectáreas calcinadas, fincas afectadas y un paisaje marcado por el contraste entre el verde que resiste y el negro del desastre. Afortunadamente, no hubo pérdidas humanas, pero el daño emocional y medioambiental aún pesa.
Otoño Mágico entre cenizas
Pese a todo, Gargantilla y el resto de pueblos del Valle del Ambroz continúan adelante con sus actividades del Otoño Mágico, declarado de Interés Turístico Internacional. “Tenemos una gastronomía increíble y somos gente súper agradable. Invito a todo el mundo a venir, a conocer el valle, aunque una parte se quemó… todavía queda mucho verde”, afirma Peña con una sonrisa que intenta sobreponerse al luto del paisaje.
Lupa DEx
El fuego dejó huella, pero no venció. Las lluvias de noviembre han removido las cenizas y devuelto a la superficie el recuerdo de un verano que abrasó las entrañas del Ambroz.
Gargantilla, como tantas aldeas serranas, se enfrenta a la doble batalla de la despoblación y la fragilidad ambiental. Pero en sus palabras se percibe algo más fuerte que la tristeza: la voluntad de quedarse, de reconstruir, de mirar al monte negro y seguir amando su tierra. Porque la Extremadura profunda, incluso cuando el agua se vuelve oscura, sigue brillando por dentro.






