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Una caída de caballo que aún duele, la vecina arrollada en el Día de la Luz reclama 1,3 millones de euros

Redacción DEx, Cáceres, 12 de noviembre de 2025.- El Día de la Luz, esa jornada que cada Lunes de Pascua convierte a Arroyo de la Luz en epicentro de la emoción ecuestre y el fervor popular, sigue dejando una herida abierta tres años después. No en los campos ni en la pista, sino en el corazón de una vecina que aquel 18 de abril de 2022 regresaba a casa con su nieta cuando un caballo desbocado cambió su vida para siempre.

La mujer, de mediana edad, fue arrollada por el equino en plena vía pública, fuera del recorrido oficial de las carreras. Su cuerpo quedó tendido, inerte, mientras el estruendo de los cascos y los gritos del gentío daban paso a la angustia. Ingresó en la UCI del Hospital Universitario de Cáceres con un traumatismo craneal severo y permaneció 48 días en estado crítico. Su nieta, de siete años, también resultó herida, aunque recibió el alta al día siguiente.

 Una reclamación millonaria y un dictamen sin respuesta

Hoy, casi cuatro años después, la víctima reclama 1,3 millones de euros de indemnización al Ayuntamiento de Arroyo de la Luz por responsabilidad patrimonial. Es decir, por entender que no se garantizó la seguridad en un evento organizado o autorizado por el consistorio.

La Comisión Jurídica de Extremadura ha emitido ahora su dictamen. Pero, lejos de aclarar el panorama, ha dejado la cuestión en el aire. Su resolución es desfavorable por defectos de procedimiento, lo que impide pronunciarse sobre el fondo del asunto. Traducido: el expediente debe retrotraerse y rehacerse desde fases anteriores.

Un limbo burocrático que prolonga el calvario de una mujer que no busca venganza, sino justicia, y que revive cada abril el ruido de aquel galope que la arrolló.

Lupa DEx

Entre la fiesta y la seguridad

El Día de la Luz no es una simple celebración: es historia viva, identidad colectiva y motor económico. Pero los tiempos cambian, y la emoción no puede sustituir a la prevención. No se trata de ponerle puertas a la tradición, sino de ponerle barreras a los riesgos.

¿Dónde termina la responsabilidad del Ayuntamiento y empieza la del jinete? ¿Quién vela por el control de zonas perimetrales, tránsito peatonal y medidas de seguridad en eventos multitudinarios? Son preguntas que deberían estar respondidas antes, no después de una tragedia.

El accidente de Arroyo recuerda que las tradiciones más queridas también necesitan modernizar sus protocolos. Porque la cultura popular no puede medirse en euros, pero las vidas sí merecen ser protegidas con el mismo celo con el que se cuida una fiesta centenaria.

El peso del silencio administrativo

Mientras el expediente se atasca en un bucle jurídico, la vecina sigue su rehabilitación, su nieta crece y el pueblo vuelve cada año a cabalgar bajo el mismo cielo azul. Pero queda una pregunta que retumba como un eco en la plaza:

“¿Quién responde cuando la tradición tropieza con la vida?”

La respuesta, de momento, sigue perdida entre los papeles.