Crónica DEx | 25N – Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer
La violencia de género no es una lacra. Decirlo así —como quien nombra una mancha, un defecto, un mal hábito que se puede pulir— es quedarse en la superficie de un océano oscuro que atraviesa nuestra sociedad de punta a punta. La violencia machista es un problema estructural, un pilar roto en los cimientos mismos del país. Un recordatorio diario de que la igualdad sigue siendo, para muchas mujeres, un lugar al que se llega tarde, mal y con miedo.
En un tiempo en el que los bulos corren más que los datos y la desinformación se viraliza con más facilidad que el pensamiento crítico, la realidad se abre paso como puede. Y lo hace a golpe de estadística, de informes, de expertas que llevan décadas advirtiendo lo que hoy resulta imposible negar. Y, sobre todo, lo hace a través de las víctimas, que siguen siendo demasiadas y demasiado silenciadas.
El espejismo juvenil y los bulos que calan: el nuevo negacionismo
El informe Juventud en España 2024 dibuja un paisaje que preocupa: uno de cada cinco chicos jóvenes cree que la violencia de género es un invento ideológico. El porcentaje ha pasado del 12% al 23% en apenas unos años. No es casualidad; es consecuencia directa de campañas que buscan desdibujar la realidad, sembrar confusión y fabricar enemigos imaginarios.
Mientras tanto, la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer recuerda lo incuestionable: una de cada dos mujeres en España ha sufrido violencia por el hecho de serlo.
Los bulos —que si las denuncias falsas, que si los agresores son migrantes— caen cuando se miran los datos sin miedo.
Las denuncias falsas son el 0,0082%.
En el 72,7% de los asesinatos machistas de 2023, agresor y víctima eran españoles.
El resto es ruido. Y el ruido, ya se sabe, es la mejor coartada para no mirar de frente.
Cuando se culpa a la víctima: otro mito que se derrumba
Otro discurso repetido, y tan cómodo como falso, afirma que la violencia machista afecta solo a mujeres pobres o sin estudios. Pero el dato es testarudo:
solo el 13,4% de las víctimas entre 2003 y 2023 tenía estudios de Primaria o inferiores.
Lo único que comparten todas las víctimas es ser mujeres.
Cada biografía destrozada desmiente ese intento de responsabilizar a quien sufre.
Ahí está el testimonio de Isabel Ilzarbe, doctora en Historia, premiada, brillante, que aguantó 15 años de maltrato mientras defendía causas laborales en público. Porque el maltrato no se fija en currículos; se alimenta de desigualdad, control y poder.
Prostitución: el espejismo de la “libertad” que no existe
En este 25N, La Rioja ha señalado con precisión quirúrgica lo que muchos prefieren no nombrar: “No es elección, es explotación”.
El estudio Consentimiento y coacción revela que la prostitución sigue naturalizada como una forma de ocio masculino. Y desde esa banalización nace el mito de que “hay mujeres que lo hacen porque quieren”.
Las organizaciones que llevan décadas en primera línea lo niegan sin titubeos.
APRAMP lo repite alto: ninguna mujer ejerce la prostitución de forma voluntaria.
La superviviente Lorena Ro lo resumió con una frase que corta:
“Cuando la desesperación llama a tu puerta, dejas de hacer las cosas porque quieres”.
La prostitución es un sistema que devora. Y no existe consentimiento válido cuando la pobreza, la coacción o la necesidad mandan más que la libertad.
El bulo más rentable: “ellas tienen más derechos”
Mientras algunos discursos claman que el feminismo se ha pasado de frenada, la realidad, otra vez, responde con cifras:
- El paro femenino es 2,32 puntos superior al masculino.
- El empleo a tiempo parcial tiene rostro de mujer en el 73,6% de los casos.
- El 86,9% de las excedencias por cuidados las solicitan mujeres.
- La brecha salarial sigue separando 29.382 € de 24.360 €.
- Solo el 24,8% de las alcaldías están lideradas por mujeres.
La igualdad no ha llegado. Ni está cerca.
Confundir igualdad con pérdida de privilegios es un viejo truco: quien siempre tuvo ventaja cree que equilibrio es despojo.
Mirar de frente: lo que aún nos queda por hacer
Mientras haya mujeres asesinadas por ser mujeres —y en lo que va de año van 38—, hablar de igualdad plena es un espejismo.
Mientras una de cada dos mujeres admita haber sufrido violencia machista, la sociedad tendrá una herida abierta que nos atraviesa incluso cuando fingimos no verla.
La violencia de género no es una lacra.
Es un sistema que enferma todo lo que toca, desde la libertad hasta los afectos, desde los derechos hasta los silencios.
Y por eso necesita políticas sostenidas, educación que enseñe a amar sin poseer, justicia que llegue a tiempo, y una sociedad que no aplauda bulos disfrazados de debate.
En días como este 25N conviene recordar algo que se repite poco:
el feminismo no busca privilegios, sino equilibrios. No quiere vencedores, sino vidas intactas. No persigue revancha, sino justicia.
La igualdad no resta: repara.
La igualdad no divide: sostiene.
Y la igualdad, todavía hoy, sigue siendo el derecho más urgente de este país.






