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La ausencia que habló más que cualquier discurso

EDITORIAL DEx 

La decisión de María Guardiola de no acudir al debate electoral de TVE anoche no fue un simple gesto táctico. Fue, en la práctica, una renuncia explícita a someterse al escrutinio público en el momento en que más se exige claridad, responsabilidad y temple político a quien aspira a seguir gobernando Extremadura.

Su ausencia no pasó inadvertida: generó una oleada de críticas en medios nacionales y regionales, provocó un visible malestar entre analistas y abrió un flanco de desgaste inmediato que la oposición no tardó en ocupar. Tanto el PSOE como Vox —y también Unidas por Extremadura, con Irene de Miguel al frente— aprovecharon el vacío para cuestionar su liderazgo, su transparencia y su capacidad para sostener un proyecto en un escenario electoral incierto.

¿Por qué no acudió?

La explicación oficial apela a la agenda, a la forma y al contexto del debate. Es decir, Guardiola, junto con su equipo, no se fía de RTVE. Pero a estas alturas de campaña, con la ciudadanía reclamando certezas, cualquier excusa suena más a cálculo defensivo que a razones de peso. Guardiola llega a la recta final con encuestas agotadas, tensiones  y un caso de ámbito personal —el cese de su chófer por violencia de género— que ha impactado en la atmósfera política de las últimas 48 horas. Optar por el silencio no parece haber sido el mejor antídoto.

Consecuencias inmediatas

  1. Pérdida del control del relato. La candidata del PP cedió protagonismo a sus adversarios, que con argumentos más o menos afilados lograron situarla como la gran ausente y convertir su vacío en un arma electoral.
  2. Desgaste reputacional. En un momento en que la confianza es frágil, la ausencia se interpreta como falta de valentía política o, peor aún, como desinterés por confrontar ideas ante la ciudadanía.
  3. Impacto en la movilización. Parte del electorado popular, especialmente el más exigente, recibió la decisión con desconcierto y cierta frustración, lo que puede afectar a la participación del propio bloque.
  4. Oportunidad perdida. El debate era una ocasión para exhibir logros, defender decisiones controvertidas y marcar una hoja de ruta clara. No hacerlo deja la iniciativa en manos ajenas.

El coste de no debatir

Extremadura necesitaba escuchar propuestas, entender diferencias y ver cómo se defienden los proyectos en un espacio neutral y mediado por periodistas públicos. Al no presentarse, Guardiola condiciona la calidad democrática de la campaña y erosiona la percepción de responsabilidad institucional en quien ocupa el cargo de presidenta.

Puede que la ausencia le haya evitado un mal titular puntual. Lo que no ha podido impedir es un ruido mayor, prolongado y más difícil de gestionar: el ruido que genera la imagen de una candidata que esquiva el debate precisamente cuando más se reclama su voz.

La noche de TVE no la ganó nadie con claridad. Pero la perdió, sin duda, quien decidió no asistir.