Miguel Angel Gallardo

Gallardo cae, Sánchez se sacude, y Morales marca el camino

El día después del derrumbe 

La noche del 21D dejó en el PSOE de Extremadura un paisaje desolador. Al amanecer del lunes, el derrumbe ya tenía consecuencias visibles: Miguel Ángel Gallardo presentó su dimisión como secretario general tras conducir al partido a su peor resultado en cuatro décadas de autonomía. No hubo margen para paños calientes ni para ese tradicional periodo de duelo interno que tanto gusta a Ferraz. La caída fue tan sonora, tan incontestable, que el propio candidato entendió que su permanencia solo prolongaría la agonía.

El PSOE extremeño se queda en 18 escaños y un 25,8% de los votos. Pero la cifra, siendo grave, no explica por sí sola el golpe moral: tercera fuerza en Badajoz, tercera fuerza en Almendralejo, tercera fuerza en Navalmoral de la Mata. Territorios históricamente socialistas que han virado en bloque. El batacazo no es solo electoral. Es cultural, emocional y estructural.

Un liderazgo agotado… y elegido a dedo

En la Ejecutiva regional, larga y áspera según confirman fuentes internas, Gallardo asumió el fracaso sin rodeos. Pero el malestar venía de antes. Su candidatura nunca terminó de cuajar entre alcaldes, bases y cuadros socialistas. Ni consiguió ilusionar ni conectar con la sociedad extremeña, demasiado cansada de una narrativa repetitiva y alejada de sus preocupaciones reales.

El problema no fue solo su figura: fue la forma. Gallardo fue designado con la bendición de Sánchez, con la apuesta de Ferraz por un perfil continuista, disciplinado y dócil a la estrategia estatal. Esa dependencia —estructural, política y emocional— ha terminado pesando como una losa.

Un Ferraz en modo negación

Mientras en Extremadura se buscaban explicaciones con crudeza, en Madrid optaron por el manual del autoengaño. Montse Mínguez insistió en que no hay “fin del sanchismo” y que el PSOE está “más fuerte que nunca”. Ese tipo de frases, dichas un día después del peor resultado en 42 años, sonaron a negación de la realidad y a defensa cerrada del relato, no del partido.

Hablar de abstención, “campaña de ataques” y movilización insuficiente puede calmar las heridas internas, pero no responde a una pregunta elemental: ¿por qué el PSOE extremeño ha dejado de ser referente para una mayoría social que antes lo consideraba su casa?

Morales, la claridad que faltaba

Mientras Ferraz improvisaba justificaciones, Miguel Ángel Morales, presidente de la Diputación de Cáceres y ex secretario provincial por la provincia cacereña, fue la voz más nítida de la jornada. Dijo en RNE lo que muchos pensaban y pocos se atrevían a decir en público: “Hay que hacer un cambio radical y absoluto del partido en la región”.

Su mensaje tuvo dos virtudes que hoy parecen revolucionarias dentro del PSOE: claridad y responsabilidad. Morales no buscó enemigos externos, no culpó a la sociedad extremeña, no cargó contra el adversario. Llamó a una renovación profunda y a una reconstrucción política real. Señaló el rumbo cuando otros preferían mirar al retrovisor o enarbolar el relato oficial.

Su posición, contundente pero serena, marca la única salida digna para el socialismo regional: asumir la magnitud del desastre, rectificar sin arrogancias y devolver al partido una capacidad que ha ido perdiendo elección tras elección: escuchar. Y claro, recalcando que Gallardo ya sobra en la dirección del partido.

Sánchez, entre la aritmética y la erosión

La lectura nacional también pesa. Que el presidente del Gobierno pidiera la dimisión de Gallardo antes de que la Ejecutiva extremeña pudiera deliberar demuestra dos cosas: total control interno… y creciente desgaste. Las elecciones extremeñas han actuado como termómetro. Ya no es solo la derecha quien habla de “declive”. Es el propio PSOE quien empieza a sentir las fisuras. Negarlo de forma mecánica no lo hará desaparecer.

Lupa DEx

¿Y ahora qué?

El PSOE de Extremadura encara uno de los momentos más frágiles de su historia reciente. La caída no fue solo electoral: fue un aviso existencial. La región, que durante décadas confió mayoritariamente en los socialistas, ha hablado alto y claro. Y la respuesta ya no puede ser un comunicado rutinario ni una autojustificación desde Madrid.

Lo que reclaman las bases, los votantes y buena parte del propio partido es exactamente lo que expresó Morales: luz, renovación, valentía y claridad. Y que Gallardo desparezca políticamente hablando. 

Extremadura cambia. O el PSOE cambia con ella, o seguirá deslizándose hacia la irrelevancia.

La dimisión de Gallardo no cierra una etapa: la abre. Una etapa incómoda, necesaria y urgente.

Y esta vez, con la lupa bien limpia.