ALGO PARECIDO A LA ALEGRÍA

Me contó la vida
cuitas y versos. Designé para las cuitas un lugar reservado de mi armario
íntimo, busqué para los versos un paso de peatones por el cual divagaran a
diario los mendigos, los ácratas y los poetas. Al cabo del tiempo las cuitas,
que fueron secretos poco importantes, se fueron poco a poco a los olvidos, ni
me atrevo a precisar cuáles de amor o cuántas de desengaños; la jerga fue
similar en ambas confesiones. También con el tiempo, los versos adquirieron
fortaleza, se hicieron inmensamente comprometidos, se entendieron sus fondos,
se captaron sus mensajes y alertaron convivencias y mundos.

 

            Aquellos
muchos versos fueron, son, serán, parte del cuaderno donde un vagabundo guarda
sus alegrías y a donde cualquier engreído de turno no osa escudriñar. En este
silencio de capacidades, ya a las horas del sentido común que el atardecer le
imprime a las cosas, no importa recordar los secretos que me dejara el destino,
no perduran, desaparecieron, fueron acaso bolas de añil que azulaban en papel
contínuo las páginas blancas; no cumplían, -lo siento- la consigna de
admiración de mi íntimo vecindario de recuerdos.

 

            Desafectado
del nudo que dejara cada calamidad en cada brizna de mi apego, la obra encontró
cauce solo en la importancia de lo escrito. Los versos pueden ser tristezas
inventadas pero inquietaron las conciencias y revolvieron las pócimas
escondidas para la salud y la integridad primigenia del ser humano al que han
representado por los siglos. En el cuaderno con rayas de alegrías existe un
protocolo de ética jamás borrado, su búsqueda no será una sorpresa, su
encuentro no será una utopía.