DOS ANTONIOS: ORIO – ZABALA Y ZOIDO

Ahora que nos despide /despedimos este
año de gracia y número mágico, brotan, en mi memoria, dos hombres
excepcionales, extremeños, dos Antonios: García Orio – Zabala y Zoido; y el
recuerdo me los acerca y aleja, mágicamente, con un prismático de redondas y
cursivas, un zurrón repleto de libros y sus efigies en un primer plano de la
memoria; y veo a ambos, indistintamente, en aquel Badajoz, recóndito y
provinciano, como figuras señeras de folio y pluma, de numen, enamorados “de la
obra bien hecha”, que diría Eugenio D Ors; y aquella mirada de mis sueños
reflejada en la laguna de sus redondas y cursivas, de su ingenio.

Como diría Borges: “No hablo de años;
hablo de épocas”. Y veo en esa mirada del tiempo ido, sus imágenes respectivas
impresas en mi retina, el color sepia del “Hoy” en la Avenida de Portugal y en
su predio de La Albuera, que duerme la tragedia de la batalla y la cercana
dehesa de Capela, predio de don Ramón Carande – gran historiador y padre del
escritor Bernardo -.

Ellos, repito, me traen la estampa de
aquel Badajoz de una época romántica y, tristemente, sangrienta, manchada por
la pólvora y la barbarie en la plaza de toros, recuerdo doloroso y lejano… Tu
figura, Antonio, tu figura y tu obra, y tus ratos de escritura como un
galdosiano, un González Ruano en aquella mesa de la cafetería “La Marina”; y
ese gran legajo de obras depositado en nuestras retinas.

No se entiende esa ciudad que corteja
mansamente el Guadiana sin tu figura, Antonio García Orio – Zabala, recuerdo
sepia, memoria dormida, plácidamente, en las hemerotecas y en los anaqueles.

Y, otro tanto, puedo decir de Antonio
Zoido, bebedor del numen y la historia de su Zafra natal. Qué dos buenos
escritores, qué señores, testigos y amanuenses de esa época dolorosa, que os
conozco en la década de los sesenta, y os trataré hasta despediros con el Güadiana,
muchos años más tarde, tras gozar de vuestra bonhomía, y veros con mis ojos de
ensueño, mozo /escritor que intenta cazar metáforas como mariposas. Y así
estáis prendidos en mi retina, hemeroteca de vuestros rostros y señorío,
gozoso, añorado Antonio Zoido, con tu gran obra: “El último de la Conquista”; y
tus versos, tus artículos y Extremadura siempre en la obra de cada uno.

Por eso, aunque sea muy brevemente, os
digo adiós, en este año de gracia. Formáis parte de mi paisaje literario y, por
supuesto, del paisanaje y de la amistad. En mis anaqueles reposan vuestras
obras y, de cuando en cuando, las abro, las compartimos y os recuerdo. Gracias
por todo.