PALABRAS DE RENAN PARA ARTURO MAS

[Img #38909]Al nacer, el padre de Artur Mas inscribiría a su hijo en el Registro Civil barcelonés con el nombre de Arturo, pero esa inscripción no serviría para nada, pues él, sin embargo, ha hecho uso siempre de Artur, desde su inscripción, el año de gracia de 1956, cuando era regidor de la ciudad, el notario Porcioles, nombrado por el General Franco. Muchos años después, yo me enamoraría de esa bella ciudad, abierta al mar y hasta, tiempos más tarde, mantendría una larga charla con el histórico guardameta, Ramallet, ídolo de mis años adolescentes y hasta quedaría prendido, no solo por la ciudad, sino también por Cataluña. Para colmo de satisfacciones, parte de mi humilde obra, la editaría el añorado José Manuel Lara, sevillano, que enraizaría su vida en la Ciudad Condal, junto a su gran mujer, María Teresa Bochs, que se leía, sentada junto a su mesa camilla, los manuscritos que se presentaban al Premio Planeta. A su señorío, a su gratísima charla, le daba, por nacencia, un acento catalán. La familia Lara ha extendido, el catalán y el castellano, por bibliotecas y Universidades de todo el mundo. El relevo lo recogería su hijo, José Manuel y el imperio Planeta se extendería allende los mares. Nuestro ilustre escritor, José María Valverde, nacido en Valencia de Alcántara y tantos otros, harían de esa bella ciudad una rica  convivencia con una y otra lengua.

 

Extremeños, por ejemplo, que han hecho de esa bella ciudad un lugar de vida y  descendencia, algunos, la mayoría, forzados a emigrar. Hasta por la parte gótica, hemos dado charlas a los paisanos, en El Hogar Extremeño, y hemos compartido ausencias y recuerdos. No sólo disfruto con la belleza del Barrio Gótico, sino también con sus comarcas. Recuerdo amigos en “La Vanguardia”- entonces apellidada Española, con dos directores no catalanes – y aquellas charlas sobre la profesión, y la asistencia tanto al fallo del Planeta y Nadal, y hasta amistad con un descendiente de un regidor de la ciudad. Amaba y amo Cataluña, sueño con la Catedral de Solsona, gozo con la poesía de Salvador Espriu o con Plá, he compartido ratos con el eminente doctor, Puigvert. La Cataluña ecuménica, que nos dejaría su marca industrial, nada de pacata, abierta al Mediterráneo. Extremeños que estudiarían en su Universidad y catalanes como el desaparecido, Alfonso Ballcells Gorina, Rector de la Universidad de Salamanca y catedrático de Patología.

 

Qué riqueza entendernos unos con otros, ahora que el Mundo empieza a ser “pequeño”, universalizarnos, darnos mutuamente, enriquecernos, en suma, cultivar todo lo que nos une – que es mucho – y orillar lo poco que nos diferencia. Por eso, desde esta humilde tribuna, pero en la órbita de ese satélite que se posa en nuestras retinas, qué pretende Arturo y otros más, ¿qué pretendéis?. Buscad los consejos de los que maldicen / maldecimos los nacionalismos, los que han alzado aduanas y fronteras… Qué no os quedéis reducidos a la sombra de una tierra sin sol. Aprended, por ejemplo, del historiador francés, Ernest Renan quien pronuncionaría, en el año 1882, en la Sorbona una célebre conferencia: “¿Qué es una nación?”. Sabiamente, Renan le daría un importante vuelco, no exento de ambigüedad, a la discusión “científica” que sobre la “realidad nacional” se había venido desarrollando en la Europa decimonónica. Y como Renan, tantos y tantos talentos filosóficos y literarios. Julio Camba, por ejemplo, hablaría de “la cursilería del regionalismo”; y el mismo vasco Pío Baroja vería en el catalán “el sustituir con un problema casero los grandes problemas de nuestro siglo”; y otro tanto le ocurriría al gallego Castelao, que lo disculpaba “como un movimiento de desesperación”.

 

No digamos don Pío Baroja y don Miguel Unamuno que no se asombrarían al ver cómo sus nombres “desaparecían de los libros oficiales”. Don Miguel hablaría de “petulante vanidad de un pueblo (el vasco) que se cree oprimido”. Y San Francisco y San Ignacio de Loyola que se sintieron vascos y, sin embargo, eran universalistas. No recuerdo quien decía que “el Carlismo se cura leyendo y el nacionalismo viajando”. Ya afirmaba Juan XXIII que “el mundo está enfermo de nacionalismos insanos”; y hasta Einstein lo calificaba – al nacionalismo, por supuesto – como “una enfermedad infantil”. O más cercano, Miterrand en su último discurso en Berlín: ”Le nacionalisme, c”est la guerre”. Para qué más citas. De ahí que quienes, como yo y tantos otros, nos sentimos hombres sin fronteras, enamorado del mundo mundial, nos encandila la llama de la libertad, el lejanísimo horizonte, tan distante y distinto de la “locura” y “postura” de Arturo Mas quien ve Cataluña con una mirada pacata, provinciana de quien no ve que, cerca de su despacho, se abre el mar, “il mare, il mare e no pensare a niente” – Leopardi –  el Mediterráneo, que cantara Serrat, y esas olas que dejan sobre la tierra las arenas doradas y libres; y al universal Colón señalando, con su dedo, la grandeza del Nuevo Mundo. Arturo, por favor, extienda su mirada más allá de Pedralbes y siga el camino que le indica Colón. Moltes gracies.