El padre Guillermo Soto Burgos, párroco emérito de Cristo Rey y canónigo emérito del Cabildo de la Concatedral de Santa María La Mayor de Mérida, me comenta que no deje pasar por alto esta cita del Obispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Monseñor Ricardo Blázquez, dicha en la apertura de la reunión que mantienen los Obispos españoles:
“La ciencia enseña que, desde la concepción, hay un hijo, no un tumor”.
Efectivamente, para aquellos que todavía siguen defendiendo el aborto, hay que decirles que la vida surge desde el momento mismo de la concepción. Todos los estudios científicos realizados en distintos países constatan que nada más introducirse el espermatozoide en el óvulo de la mujer, se produce el milagro de la concepción, es decir, que un bebé viene de camino. Dios lo dispuso así desde que quiso crear al hombre a su imagen y semejanza y así ha sido durante siglos, hasta que llegaron los corruptos que por unas monedas de plata, como las que le dieron a Judas Iscariote, comenzaron a practicar abortos sin ton ni son. El problema no es actual, viene de antaño, y muchas mujeres han muerto desangradas o se han quedado vacías tras abortar.
Pero sucede que en 2011, uno de los puntos estrellas del extenso programa electoral del Partido Popular era la revocación de la Ley Aído-Zapatero, una ley proabortista basada en los plazos, es decir, en las semanas de gestación de la mujer, por otra denominada “ley de supuestos” en la que únicamente se recogía, como parece lógico, el supuesto de riesgo de vida para la mujer y para el feto. En estas andaba el ex ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, hasta que Mariano Rajoy le obligó a dimitir y guardar en un cajón una reforma que estaba lista para su discusión en el Congreso de los Diputados y en el Senado; vamos, que estaba bien cocinada y sólo era preciso una pizca de sal, porque el PP tiene mayoría absoluta en ambas Cámaras de representación parlamentaria.
Sin embargo, Mariano Rajoy alegó para la retirada de la Ley Gallardón falta de consenso y que no era el momento oportuno electoralmente hablando, es decir, que es más importante el rédito electoral que la vida del no nato, de la mujer y de la maternidad. Para el presidente del Gobierno español, pesó más su no segura continuidad en el cargo que la vida de una persona, de decenas de miles de personas, que son abortadas en España a lo largo del año. No le importaron ni sus principios, si es que los tiene, ni el programa electoral con el que ganaba las elecciones con una amplia mayoría absoluta.
Por lo tanto, no es de extrañar que este sábado 22 de noviembre España entera se desplace a Madrid, convocada por una cuarentena de organizaciones sociales, y participe en lo que se espera sea una macromanifestación en defensa del no nacido, de la mujer y de la maternidad. La Iglesia apoya, como no podía ser de otro modo, el acto que congregará en la capital del Reino a cientos de miles de personas, estando confirmada ya la salida de autocares de hasta medio centenar de ciudades españolas.
No se trata de hacer política ni de aprovecharse de un Gobierno del Partido Popular que anda en sus horas más bajas. Se trata de rescatar la Ley Gallardón del cajón donde Mariano Rajoy la escondió bajo llave y hacer que sea aprobada por el Parlamento. Desde el momento de la concepción, como bien dice Monseñor Ricardo Blázquez, hay un hijo, no un tumor que haya que extirpar irremediablemente, además que no vamos a dar ahora la relación de medidas anticonceptivas, no abortivas, que existen para que el hombre y la mujer eviten cuando hacen el acto sexual la concepción de un hijo.
Madrid debe ser una fiesta este sábado: la fiesta de la vida, la fiesta de los ciudadanos consecuentes con sus ideales, la fiesta del pueblo que le dice al presidente del Gobierno, por enésima vez, que el aborto es un asesinato y él, que lo permite, un asesino, un genocida que tolera que decenas de miles de niños mueran cada año sin conocer la luz del día. Por no hablar del negocio que supone para las clínicas proabortivas que están esperando a cuantas más mujeres embarazadas mejor.
Y luego está el drama de la mujer. No son pocos los testimonios recogidos en los medios de comunicación de mujeres que han abortado y entran en depresión o se sienten completamente vacías. ¿Habrá algo más bonito que la maternidad? Una amiga mía abortó hace veinte años y todavía hoy maldice el día en que tomó aquélla decisión. ¿Cómo hubiese sido mi hijo ahora?, se pregunta una y otra vez sin encontrar respuestas. Se siente sucia y tiene la sensación de ser una asesina. Nada le consuela y, para mayor colmo de los males, es estéril y su ilusión de ser madre se quedó en la mesa de un quirófano.
A ella no le extirparon un tumor: la robaron su vida. Por eso Madrid tiene que convertirse en la capital mundial de la vida y obligar a un presidente simplón, que actúa según le viene el aire, a rectificar. El Partido Popular, con mayoría absoluta en ambas Cámaras, aún está a tiempo de enmendar la gravísima decisión de un presidente del Gobierno que se mira el ombligo. Lo que desconocemos es qué ve, exactamente.