GATOS

El pasado sábado, en la Matanza Tradicional Morisqueña, celebrada en el antiguo pueblo de Las Calabazas (hoy, Caminomorisco), me topé con mi íntimo colega recitando en una taberna aquellos versos de Pablo Neruda sobre el gato: “Oh fiera independiente/de la casa, arrogante/vestigio de la noche,/perezoso, gimnástico/y ajeno…”.  Cosa rara, pues no sabía yo de su debilidad hacia los gatos.  Nunca me habló de los mininos de Edgar Allan Poe, de Víctor Hugo, de Theóphile Gautier, de Alejandro Dumas, de Charles Dickens, de Lord Byron, de Walter Scott o de Ernest Hemingway,  por citar algunos escritores gatófilos.

 

   No salí de mi asombro cuando, después de recitar la “Oda al gato”, prosiguió con otros versos de Federico García Lorca: “El gato es inquietante, no es de este mundo./Tiene el enorme prestigio de haber sido ya Dios…”. Y rematando los versos lorquianos, abordó a Charles Baaudelaire.  Con un francés más que aceptable, recitaba en alta voz el poema de “Les Chats”: “Les amoureux fervents et les savants austères…” ¡Inaudito!  Cuando finalizó y fue a inquirirle por su fiebre gatuna, me cortó en seco: “-Si el jefe de ese revoltijo que llaman el `gobex` residiera en el Palacio de Irás y No volverás de Mérida y estuviera rodeado de gatos, otro gallo le cantaría”.  Luego, se quedó absorto y, retrotrayendo sus ojos a muchas lunas más atrás, trajo a su lengua retazos de la vida de la novelista, periodista, guionista, libretista y artista de revistas y cabaré Sidone-Gabrielle Colette.  Si para muchas mentes puritanas y gente de orden Colette fue toda una piedra de escándalo, mi amigo, heterodoxo donde los haya, por el contrario, la  admira y siente por ella un extraño enamoramiento.  Todas aquellas que luchan por los derechos inherentes a toda mujer, libres de prejuicios y encorsetamientos sociales, son íntimas de mi íntimo.  Pero es que además la que fuera galardonada con la Legión de Honor y fuera miembro destacado de la Academia Goncourt amaba los gatos, sobre todo a su gata “Saha”, que llegaría a ser la heroína de una de sus más destacadas novelas: “La Chatte”.  El nombre “Saha” es parecido a “Sacha”, con el que fue bautizado otro gato y que le evoca a mi querido compadre cromáticos y románticos otoños, de los que ya perdieron la hoja y puede que no vuelvan.  Y si en “La Chatte” una esposa siente celos por el amor que su marido profesa a una gatita, quién sabe si el gato “Sacha” puso celoso al hereje de mi amigo en los tiempos de la sementera.  No lo sabemos con seguridad, pues él guarda sus secretos bajo siete llaves.

 

     Posiblemente el amor a los gatos de mi emocional colega venga de sus recientes coqueteos con la organización no gubernamental “FUPA” (Fundación de Protección Animal). En su habitación ha colgado un cartel muy significativo, que le viene que ni pintiparado. En  grandes letras rojas y de molde, se lee: “Cuando tengas un gato, aprenderás lo que es amar sin poseer, acompañar sin invadir y vivir sin depender”.  Y se lamenta el amigo de que el barón que pilota la nao en estas tierras mangurrinas no haya introducido un gato en todos y cada uno de los despachos de sus segundos de a bordo.  Aún no ha pilotado aeroplano alguno, donde solo ha ido de pasajero, con destino a Tenerife y con cargo a las arcas públicas.  Ciertamente, el jefe de estos territorios del Oeste no anda sobrado de experiencias como piloto, y su canoa, fabricada con el tronco ahuecado de una encina (lo de bajel o velero sería mucho pedir), hace agua por muchas partes.  Todo por no tener a toda una pandilla de gatos desperezándose sobre las moquetas de los correspondientes gabinetes.

 

    Plenamente convencido está mi compañero de venturas y desventuras que jamás se le hubiera ocurrido a los asesores en eutrapelias, jocosidades y ventoleras del presidente Monago  poner en la calle el vídeo “Dos sures”.  Nunca hubiera ocurrido esto de andar los gatos arqueando su espinazo por las consejerías de la Junta de Extremadura.  Mala faena lo del vídeo, que el articulista Joaquín Pérez, airado y con las venas del cuello hinchadas, ha escrito palabras muy ecoicas el pasado domingo en “El Diario Córdoba”.  Hay párrafos del artículo “El Sur de Monago” que no tienen desperdicio: “(el vídeo) es una mierda, redomada y dolosa, estulta y pútrida.  Asquerosa, vamos (…)” “La miseria carcome la visión que el presidente extremeño tiene de sí mismo, de su tierra y de nosotros (los andaluces), porque no comprende la capacidad de su región, su auténtica valía, y por eso se abisma en un discurso refractario y limítrofe, interesado y torvo, con la mirada parda sobre la realidad”.

 

    Más alto tal vez, pero no más claro.  Los gatos, que todo hay que decirlo, por su sentido de la libertad, del internacionalismo y ciertas ínfulas republicanas no casan muy bien con la gente del ordeno y mando, que suele proliferar en las trincheras de la derecha política, económica y eclesial.  Y, por ello, pasa lo que pasa, que pretenden vendernos casposos vídeos, meternos con calzador en los zapatos charolados del neoliberalismo y hacernos comulgar con ruedas de molino.  Pero tampoco hay que dejar atrás a cierta izquierda que pierde valvulina revolucionaria por estos atocinados campos y que, no teniendo ya gatos a los que apedrear, se lapidan entre ellos.  Cuando quedan pocos misterios dolorosos para las municipales y las autonómicas, la desunión entre el rojerío asciende en progresión geométrica.  Hay listas para dar y tomar: “Extremadura en Común”, “Ganemos”, “Extremeños”, franquicias varias de Podemos y las que presenta  IU y el PSOE, aunque algunos, viendo la deriva ideológica que ha tomado en los últimos tiempos el partido que fundara el ferrolano Pablo Iglesias Posse, se resisten a alinear en la verdadera izquierda a tal formación política.

 

     Patrullando ha andado toda una legión de gatos por los tejados de la izquierda extremeña, ronroneándola con quejumbrosos cantos de amor, pero ella, ególatra y personalista, los ha despechado.  ¡Pues con su pan se lo coma!  No escarmienta de sus errores históricos.  Al final, como bien afirma mi insurgente amigo, los gatos se irán con los que respiran aires libertarios y, sin casarse con nada y con nadie, sueñan con utópicos mundos solidarios, fraternos, igualitarios y resueltamente libres.  Y también con aquellas cuyos únicos equipajes se reducen al amor universal que desprenden sus hermosas y enormes pupilas zafirinas.