EL DERECHO DE CADA QUIEN A SU PROPIO LOOK

Cuando mi hijo era un adolescente, se rapaba la cabeza todas las semanas. Era la época de los
grandes jugadores de baloncesto, todos grandes y musculosos, todos de color, todos sin pelo…así
que él, al que le encanta este deporte (y lo ha practicado mucho y bien) intentaba emularlos en el
aspecto físico tanto como lo hacía en las técnicas y pasos deportivos.

Reconozco que a mi no me gustaba: tan delgado, tan calvo, tan alto, me parecía salido de un
campo de trabajos forzados. «Hijo, por favor, que parece que no te doy de comer » -le dije un día.
Y entonces el padre salió en su ayuda: «Déjalo, déjalo, las personas tienen derecho a su propio
look».

Ahora que en la enseñanza hemos descubierto el factor de las emociones y no nos hemos
recatado en reconocerlo, será preciso buscarle un acomodo en otras áreas importantes de la vida.
Como, por ejemplo, en la acción política, curiosamente tan denigrada y al tiempo tan querida y
buscada hoy por los ciudadanos de a pie, por la sociedad civil.

Para algunos es bastante obvio. Crecimos sabiendo qué las victorias hay que pelearlas, que
prácticamente nunca nadie da un duro por cuatro pesetas, cómo mucho te presta un poco de
tiempo, un poco de espacio, un pequeño grupo de ayuda…creímos en la revolución que supone el
pensar que todo se puede mover para beneficio de los que son mayoría y no solo para unos
cuántos. Nos pusimos a ello. Si eres ciudadano libre has de preocuparte y no ser un idiota,
(decíamos), con el significado que le daban a este último término los filósofos griegos, tan
importantes en nuestra formación. Idiota, el que solo se preocupa de si mismo (perdónenme la
concisión).

«Elena Nevado no ganó las elecciones, -me dijeron ayer, muy convencidos, gente que entiende de
estas cosas- las ganó el PP, porque los votantes decidieron castigar al PSOE, quitarlo de las
instituciones…»

«Caramba, -pensé yo- , y ¿qué más da, a efectos prácticos, en la ciudad de Cáceres?». Llega el
ciclo y arrastra…Para «bien» o para «no tan bien». En contextos cercanos y próximos. Por acción u
omisión.

Pero hablaba yo de las emociones, esas emociones que subyacen inevitablemente en cualquier
aspecto de la vida, que intervienen para aclararnos o desviarnos de un camino, para reconocer, o
no, los pasos anteriores. Para tener en cuenta.

Porque creo que nos equivocamos al no considerarlas. Hay una inseguridad manifiesta en
quienes intentan caminar sin consejos, guiados por la creencia de que tienen derecho a sus
propias equivocaciones. No, cuando son tan públicas, cuando afectan a tantos. Cuando van
contra el espíritu colectivo largamente gestado…

Porque cuando se recoge un legado se supone que es para mantenerlo en lo positivo, y para
respetarlo y con él a sus artífices. No para esconderlo como si no valiese para nada. Esto no es
un look privado, aunque lo parezca. Esto no es Esparta y su carácter tan rudo, esto es otra cosa,
de ser cierto que se cree en un principios de igualdad y fraternidad y debe existir quien lo
recuerde. Y es de honor el hacerlo, aunque no se entienda, aunque moleste.

Porque fíjense ustedes, en política mandan también los tiempos, las circunstancias, lo nuevo que
se hace viejo en décimas de segundos cuando no tiene consistencia. La oportunidad en el gesto,
en la acción, en dejar los menos adversarios al lado del camino…

Pero llegada aquí mi reflexión, he de reconocer que lo antes dicho no parece preocupar mucho a
nadie, ya que nadie ejerce de preceptor, encerrados cada cuál con sus propios juguetes, sus
propios proyectos, no siempre parejos con los colectivos. Según la regla vieja.Y a mi no me salen las cuentas, qué quieren que les diga. No me salen. Tampocosentimentalmente. Como termina siempre sus artículos el gran periodista Miguel Ángel Aguilar (al que conocí en otros tiempos por «los madriles»), y que es físico como yo: «Veremos..».

Qué tengan ustedes un buen día y feliz Womad. Salud!