¿ ESTAMOS LENTOS O QUÉ ?

A los que por «h o por b» hemos tenido experiencias de gobierno, se nos queda la cara de «bobos»
(mitad incredulidad, mitad sorpresa) cuando algunos de los que nos sucedieron arreglan en un
«plisplás», cuestiones difíciles que nosotros no hemos podido terminar a tiempo. Hablamos, por
ejemplo, del aeródromo de Caceres.

Aún conservo el dossier que me dieron los «peleones» del proyecto, hace muchos, muchos años,
gobernando la ciudad, José María Saponi. Ya ha llovido desde entonces. Pero hoy que sale en
todos los medios que el proyecto sobre el particular, explicado a toda prisa por Monago antes de
las elecciones, adolece de serios defectos, me van a permitir que vuelva sobre este asunto,
aunque han cambiado los tiempos y las circunstancias.

Extremadura es una región que precisa revulsivos. Siempre he dicho que la gente ha de tener las
«cañas» adecuadas para poder «pescar» y que hay que mostrarles cómo se hace. Si las razones
mal llamadas políticas no contaminaran tanto como lo han hecho en demasiadas ocasiones,
podríamos haber avanzado más en la solución de ciertos problemas endémicos que tiene esta
tierra. Uno de ellos es que nada se puede tocar, porque siempre hay gentes que lo despreciarán
de acuerdo a predeterminaciones y otras «hierbas».

Extremadura es dos: Cáceres y Badajoz; siempre en competencia bajo el aspecto de lugares bien
avenidos. Siempre observándose de reojo, siempre juntas y distantes. Está feo nombrarlo, decirlo,
sobre todo en Cáceres, donde es de mal gusto enredarse en peleas, luchar cuerpo a cuerpo, si se
es de «ascendencia elevada». Muchas veces, demasiadas, se pierde, por no jugar, por no discutir,
por no ofrecer proyectos alternativos o complementarios. O líderazgos en condiciones.
No es falta de inteligencia, no. Lo se muy bien, es otra cosa. Una especie de creencia en el
destino, prefigurado, inalterable. Una forma de ver la vida en la que el esfuerzo desmesurado no
tiene demasiados seguidores. Unas casualidades.

Cuando se creó la Universidad, muchos creímos que llegaba la redención. Muchos, que hemos
elegido vivir aquí porque «nos dió la real gana», pensamos que si se establecían unas buenas
correlaciones, los universitarios, considerados la clase intelectual, pondrían a Extremadura en el
siglo XXI y sabrían sacarle el jugo a sus recursos, que los tiene y muy buenos. No ha sido así, la
universidad no puede sola, los titulados se van, el poder político no puede si los ciudadanos no se
contagian, no aportan, no siguen, no lideran.

Cuando trabajábamos para el «Cáceres, capital de la cultura 2016», observamos cómo otras
localidades, menos interesantes que la nuestra para el título, conseguían unos buenos
patrocinadores, ajenos a las administraciones. Aquí no fue posible. Pequeños escarceos, pero
nada serio y definitivo. Y hay proyectos privados que recogen muchos de sus dividendos de
Extremadura. Y se lo deben.

Sería, a mi modo de entender, una equivocación rotunda el que la crisis nos devolviera, también
mentalmente, a situaciones del siglo XIX, donde el progreso aún se vivía como un peligro. Sería
una equivocación profunda que pensáramos que envolviéndonos en nuestra crisálida podemos
tirar para adelante, sería una equivocación rotunda que siguiéramos desabasteciéndonos del
talento, en base a equilibrios territoriales, que dejáramos que la inercia mande mas que la
competencia y que las reformas tengan más de estética que de realidad.

El aeródromo de Cáceres no es algo bueno o malo en si mismo. Todo depende de los objetivos de
su puesta en marcha, de lo que con él se pueda lograr, más allá de los ricos o pobres que lo usen.
Su razón de ser está más ligado con lo de afuera (que puede entrar) que con lo de adentro (que
puede salir), pero alguien debe de impulsarlo y hacer números. Cáceres es punto geográfico
medio, entre el norte y el sur, entre el centro y el oeste y eso debiera aprovecharse. Lo vengo
diciendo desde el año 2003. Lamentablemente en cuatro años no se pueden hallar todas las
soluciones.