ABC: PRIMICIA DE LA MUERTE FRANCO

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No pasan los años, pasamos nosotros y, de esta suerte, mirando hacia atrás sin ira, en estas calendas – 20 N – se cumplen ya cuarenta años – cuarenta – de la muerte de Francisco Franco. Conviene mirar siempre hacia adelante, sin dejar de hacer, no obstante, un guiño hacia atrás y, de esa suerte, escudriñar, serenamente, hitos que, en cierta medida, condicionan nuestros años, efemérides no  exentas de una cierta melancolía, de sabor a copla manriqueña, que forma parte de lo que Malroux define como condición humana.

 

Desde entonces, han caído muchas, muchas hojas, hemos oído ecos muy lejanos, han sonado muchas en todos los relojes, muchas y muchos sones de campana, hemos escrito muchos renglones torcidos o no, pero muchos. Y, desde ese otero de los años, miramos, no exentos de melancolía, un valle lejano de suspiros y soles, sin darnos cuenta, tal vez, que seguimos escribiendo la historia. En este mes de hojas caídas, de alamedas tristes sin sus colores y hojas muertas, de sonidos tristes de campanas, se cumplen cuarenta años, cuarenta, de la muerte de Francisco Franco.

 

Con razón, Raymond Carr, hablaba del vacío existente en España, cuando él empezó a escrutar el mapa ibérico. Con la muerte del dictador, “ese vacío – escribe – se ha llenado”. Ahora que se cumplen cuarenta años, cuarenta – no pasa el tiempo; pasamos nosotros –, quiero contar, cómo llegaría esa noticia de la muerte de Francisco Franco al mundo – primicia de Abc -, diario, entonces, en la calle Serrano 61. Gracias a Luis Prados de la Plaza, gran periodista y cronista de Madrid, él contaba con una fuente mágica, de primera mano, la hora exacta.

 

En Luis Prados de la Plaza, bullía y bulle el amor por escribir e informar. Ante la crónica de una muerte anunciada, lógicamente, cada periódico tenía confeccionada la página con la noticia del fallecimiento del general, Francisco Franco, desde el inicio de la enfermedad hasta su muerte. Únicamente, faltaba dar la noticia y la hora de su muerte.

 

Para obtener tal primicia, Luis Prados tendría una fuente singular: Antonio Haro Espín, secretario del Instituto Anatómico Forense y pariente político suyo, experto, además, en la burocracia de embalsamiento de cadáveres, en la Base de Torrejón. Con su instinto periodístico, Luis Prados espera la llamada de su pariente, desde un teléfono público y una clave: ”Hola, ¿sabes quién soy?”. A las 4 y 20”.

 

Al saber la noticia, Luis Prados pondría en marcha la máquina periodística. Comunica con Juan Pablo del Campo en la Redacción y este avisa a Giménez Alemán, redactor jefe. Jorge del Corral acaba de ver entrar en el Hospital de La Paz a Carlos Arias; lleva un brazalete negro. Cuando Luis llega a Serrano 61, a las cinco menos diez de la madrugada, lee el teletipo de la Agencia Europa Press:”Sin confirmar: “Franco: ha muerto”. En la primera de tipografía, aparecería la hora exacta, es decir:”Las 4 y 20”. “Abc” vuelve a dar una noticia sensacional y a ser, una vez más, “ese vicio nacional”, como lo definía Gregorio Marañón.

 

Desde entonces, ha llovido mucho y el Periodismo ha entrado, como un rayo, en la época digital. Todo es tan inmediato como efímero. Y he tratado de rescatar, ese tiempo de historia y silencio: “recuérdalo tú, recuérdalo a otros”.