Clem Attlee era un hombre delgado, tranquilo, calvo y con bigote, líder del Partido Laborista Británico. Tenía pinta de abogado – como lo era su padre – y la gente solía subestimarlo. Con su habitual tono seco y poco emotivo resumió ante el Comité del Partido reunido en Bournemouth, Inglaterra, los hechos de las últimas 24 horas, incluida la oferta de Chamberlain, Primer Ministro, de una coalición con los Laboristas. – Tengo dos preguntas que hacerles – dijo entonces -. La primera es la siguiente: ¿formarían ustedes un gobierno de coalición con Neville Chamberlain como Primer Ministro?
Se oyó un “NO” rotundo entre los reunidos alrededor de la mesa muy contundente. Chamberlain, el amigo de los fascistas, el que entregó Checoslovaquia, el traidor de España democrática, estaba acabado entre los laboristas. La pregunta había sido muy sutil. El insustancial Attlee para controlar la reunión, no había abierto el tema a un debate general. Su pregunta no había sido: ¿Qué debemos hacer? No le había dado a la gente la ocasión de expresar inseguridades ni vacilaciones. Con su discreto proceder, los había puesto entre la espada y la pared y había hecho elegir. La respuesta que le habían dado era la que él había querido.
La segunda pregunta – dijo Attlee – es: ¿Formarían parte de una coalición con otro Primer Ministro? La respuesta no fue tan vehemente, pero fue un “SI”, casi todo el mundo estaba a favor. Si había alguien en contra, no se molestó en solicitar una votación.
En tal caso – dijo Attlee – le comunicaré a Chamberlain que nuestro Partido formará parte de una coalición, pero únicamente si él dimite y otro Primer Ministro ocupa su lugar. Se oyó un murmullo de aquiescencia por toda la mesa. Attlee inteligentemente había evitado la pregunta de quién debía ser el nuevo Primer Ministro. – Ahora mismo iré a pedir una comunicación telefónica con el número 10 de Downing Street – dijo, y abandonó la sala.
El Partido Conservador no pudo más que plegarse a la posición del Laborista y Winston Churchill fue primer ministro de un gobierno de coalición entre estos dos partidos y los liberales. En las siguientes elecciones, en 1945, el partido laborista, aisló a las opciones a su izquierda y sumo votos liberales y conservadores por la derecha, fue mayoritario por más de 3.000.000 de votos entre los ciudadanos, que le dieron el triunfo.