El Miércoles de Ceniza, el Santo Padre entregó el mandato a los Misioneros de la Misericordia. En el encuentro con ellos, el Papa Francisco les recordó que están llamados «a expresar la maternidad de la Iglesia», porque «no podemos correr el riesgo de que un penitente no perciba la presencia materna de la Iglesia que lo acoge y lo ama». El Papa insistió en que «todo misionero está llamado a recordar la propia existencia de pecado y a ponerse humildemente como ‘canal’ de la misericordia de Dios».
Los Misioneros de la Misericordia son más de un millar y provienen de todos los continentes. Estos sacerdotes tendrán la autoridad de perdonar pecados que están reservados a la Sede Apostólica. Serán testigos privilegiados de este año jubilar de la misericordia. Entre ellos se encuentran un sacerdote de la diócesis de Coria-Cáceres, Jesús Luis Viñas.
Entre los pecados reservados a la Santa Sede y que por disposición del Santo Padre podrá absolver, está la profanación de las especies eucarísticas mediante sustracción o detención de las mismas para uso sacrílego; violencia física contra el Romano Pontífice; absolución del cómplice en pecado contra el Sexto Mandamiento del Decálogo y violación directa del sigilo sacramental por parte del confesor.
En una carta dirigida a cada misionero y firmada por Mons. Rino Fisichella, se les indica que “estoy seguro que sabrás ser un anunciador alegre de la misericordia divina y un fiel dispensador de la misma, sobre todo a la hora de celebra el Sacramento de la Reconciliación. Muchas gracias por tu disponibilidad y por hacer aceptado ejercer este ministerio tan importante en el Año Jubilar”.
A los misioneros de la Misericordia, el Papa les pidió que cuidaran el deseo de perdón presente en el corazón del penitente. «Es un deseo fruto de la gracia y de su acción en la vida de las personas, que permite sentir nostalgia de Dios, de su amor y de su casa». Y que supieran interpretar no sólo las palabras sino también los gestos, como el mismo hecho de acercarse a buscar el perdón.
Para el sacerdote Jesús Luis Viñas, ser Misionero de la Misericordia fue abrumador: “Al principio, la invitación me pareció que era una broma, pero cuando el obispo de la diócesis me lo confirmó, pensé que era algo que me superaba y que no era quién para desempeñar esta labor. Entonces sólo me venía a la cabeza el texto de Pablo: “Te basta mi gracia” (2Cor 12,9), para afrontar la tarea con ilusión. “Ser misioneros de la misericordia –nos lo ha dicho el Papa- es una responsabilidad”, la de “ser en primera persona testigos de Cristo y de su forma de amar”. Ojalá sea así”
El sacerdote diocesano, espero que su misión durante el Jubileo, sea “expresión viva de la iglesia que, como madre, acoge a todos los que se acercan”. “No es que vayamos a encontrarnos muchos casos de penitentes que confiesen alguno de los pecados reservados que el Papa nos concede perdonar”, cuenta Luis Viñas, “pero el hecho mismo de concederlo a tantos misioneros es ya un signo de que la Iglesia, más que nunca, quiere ser madre y mostrar abiertamente la misericordia que viene del Padre”.
Del discurso del Papa le impactó que a veces “gesto basta”. “De lo que el Papa nos dijo el martes, me impactaron dos cosas: una que va en relación a la gran responsabilidad que supone ser confesor: “Si no estás dispuesto a ser padre, no vayas al confesionario; puedes hacer mucho mal a un alma”. La otra, el deseo expreso del Santo Padre de que se manifieste con generosidad la misericordia de Dios, que acoge sin necesidad ni siquiera de que el pecador sea capaz de manifestar su arrepentimiento en palabras, a veces “un gesto basta”.