Es doloroso acertar, ni Mariano Rajoy, ni Pablo Iglesias, no han entrado en el programa y propuestas de investidura de Pedro Sánchez, no interesaba. Rajoy ha ejercido una vez más de gallego y ha pretendido descalificar las propuestas de gobierno del candidato, no desde la critica a las mismas, sino desde la legitimidad para realizarlas, olvidando que el candidato tenía más escaños, 130, frente a 123, y más votos que los suyos. Porque no se trataba de justificar la propia posición, que es y sólo eso lo que hizo el Señor Rajoy.
Es evidente que la renuncia popular a someterse a la investidura ha supuesto un enorme fallo, estratégico y táctico, un problema de importancia a futuros. Estratégico por que ha sentado un precedente constitucional importante, se ha llamado a formar gobierno a la segunda fuerza más votada, táctico, por haber permitido que Pedro Sánchez consolide su posición como Secretario General del PSOE y por ello nuevo candidato en futuras elecciones. El Partido Popular se ha equivocado gravemente.
El Doctor Iglesias sigue descubriendo sus esencias, está en posesión de la verdad absoluta y se cree investido de la superioridad moral que niega a los que no piensan como él. Su enorme egocentrismo hace imposible conciliar con él, no es un problema de ideologías, es un problema de personas, y del enorme valor que se da a sí mismo, por encima de todos, pagado de su conocimiento, de su autoridad moral y de la superioridad de sus planteamientos. Amparado en los problemas sociales ha repartido a izquierda y a derecha, negando y dando patentes de demócratas o de izquierdas o derechas. Ha sido un ejercicio para los suyos, una pelea para ser el líder incontestable de una izquierda radical y sectaria, que pretende revisar no los problemas de los españoles, sino su historia, y hacerlo no desde la integración y la conciliación, sino desde la imposición de sus ideas. Y ha sido cobarde, pues se ha amparado en la inmunidad parlamentaria para acusar de haber delinquido a Don Felipe González Márquez, antiguo Presidente del Gobierno. Su prepotencia, su presencia, sus formas, pretendiendo imponerse al Presidente del Congreso, que cometió el desliz de tutearle. En las réplicas se ha visto desbordado, esto no es un monólogo, sino que uno se encuentra ante sus contradicciones y al Doctor Iglesias se le ha puesto en su sitio en ese sentido. Ha sido un patético ejercicio de la mejor escuela dialéctica leninista, dicho esto no desde una posición ideológica, sino desde la definición de una forma de hacer oratoria y retórica comprobada.
Albert Rivera, de Ciudadanos, sencillamente perfecto, y eso duele mucho, especialmente a los salvadores de la patria, de uno o del otro lado, que en definitiva son los mismo.