He abierto mi mapa de piel de toro, yo la Vieja Iberia, mis volcanes de ruedos: olés y verónicas, tanto dolor y amor por mis grandísimos predios, y por los océanos, no exentos de naufragios, lo que he sido, soy y seré, allende los mares, el orgullo de millones de hijos, desde “Castilla que face los homes e los gasta”, hasta el descubrimiento de Colón, tras una travesía por los confines del mundo, hijos que han dejado, por esos lares, sus vidas, y cuánta Historia que ellos han escrito en viajes a la aventura, trazando mapas, desafiando mares encrespados, nombres con el laurel de la victoria, alzando pendones y banderas en una Conquista impresionante de mis hijos, llámense Conquistadores, o otros hombres que esculpieron la grandeza de la palabra – Cervantes, por ejemplo, y tantos y tantos sabios, hombres y mujeres de distintas disciplinas, dignas de un Espasa mayor de la grandeza, hechos nacidos de una imaginación y realización sorprendente, Historia cuasi universal escrita en papiros y pergaminos con letras de oro, que soy la Madre Patria, cuasi universal, con mis hijos héroes o anónimos, dibujando, en la orla del tiempo, mis grandezas y, naturalmente, alguna mancha negra humana, qué le vamos hacer, hombres y heroínas de toda condición, ya veis, la condición humana, que hemos derramado fonemas y palabras en una lengua cuasi universal. Qué bien me siento cuando observo el mapamundi, plasmada belleza de mi Historia, yo, la vieja y nueva Historia, orgullosa de las travesías, del amor de mis hijos por dominar el orbe, sentirnos españoles, dejar en tantos y tantos millones de hombres, la palabra y la escritura de la lengua castellana, derramada por ese gran Imperio que, desde hace siglos, alzábamos y alzabais la Cruz y la Espada, en las Américas, el Nuevo Mundo como una sinfonía, desde que Iberia es Iberia, que muy grande ha sido y es mi presencia por esa universal cartografía, confeccionada por historiadores, escritores, humanistas…, en fin, el hombre español y la mujer española, heroínas por el mundo. Cómo no voy a sentirme orgullosa de cuanto habéis hecho, qué nuestra bandera se alzaba y alza en tantos mundos, que están en este. Cómo no voy a sentirme orgullosa del heroísmo que ha corrido y corre por mis venas, que esta piel de toro, la Vieja Iberia ha derramado, gracias a vosotros, su humanismo por el Universo, aunque no falte una cita a la Leyenda Negra. Observad, detenidamente, islas y naciones, mares…, en fin, el Orbe… Que es para sentirme, no digo altanera, pero sí muy satisfecha de mis españolitos, aun cuando Antonio Machado nos diga: ”Españolito /que vienes al Mundo / te libre Dios / una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”.
Y hay quien dice, con espíritu crítico, como José Antonio Primo de Rivera: ”Amamos España, porque no nos gusta”. Quizás, en ocasiones, es lógico juzgarnos con justicia. En esta circunstancia orteguiana, donde jugáis a la política, quizás ansiosos por el Poder, en ese espacio, Las Cortes, donde brotan las leyes y, con ellas, debéis de regiros con mesura, guardar la observancia de la mismas, con dadivosidad, no obsesionaros con el Poder, sin reparar en aquellas palabras de un ilustre hijo de la Patría, que, en esos bancos, donde brota la palabra y emerge la ley, dijo, en cierta ocasión, Antonio Cánovas, cuando se leía un artículo de la Constitución de su época, presto El Secretario de Las Cortes a dar conocimiento de las leyes…”Son españoles…” Y él, llevado de una cierta templanza, dijo: ”Aquellos que no pueden ser otra cosa”. Os ruego, por ende, que allanéis los trechos de los diálogos.
Yo, España o la vieja Iberia, os pido, por amor, una buena gobernanza.