Este año, con motivo del 8 de marzo, desde Diputación de Cáceres se han propuesto retratar a las mujeres de esta provincia de una forma real y cercana. Mujeres valientes, que son ejemplo y reflejo de la heterogeneidad de la mujer de hoy y de cómo desde ámbitos muy diferentes se puede y debe trabajar por la igualdad real. En Digital Extremadura, ofrecemos el testimonio de siete mujeres, gracias al trabajo de los profesionales que han participado en dar a conocer dichos testimonios, desde la Diputación de Cáceres.
Lola García. Abogada, co fundadora de COCEMFE Cáceres. «Capacitada».
Lola García. Abogada, co fundadora de COCEMFE Cáceres |
Si alguien en su discurso une más de una vez la palabra “difícil” con la palabra“hermoso”, el resultado será un cóctel de fuerza y positividad. Eso es lo que nos ha tendido desde el principio Lola García, “la chica de los sombreros”, como más de uno la conoce en Cáceres. Por timidez, nos dice, aunque cuesta creerlo, “me ponía sombreros, como mecanismo de defensa, y así, sin darme cuenta, creé mi propia personalidad”, pero cualquiera que conoce a Lola sabe que su personalidad no está en el sombrero, está en su pasión por la vida.
Esa pasión es la que le ha dado una fuerza extraordinaria, la que la llevaba a “bajar a culetazos” una escalera; a “subir doce escalones con una bombona, aplicando la ley de la palanca”; a salir del pueblo y ser la primera mujer discapacitada en la Facultad de Derecho; a provocar “el milagro” de que un grupo de personas pudiera, con sus sillas de ruedas, ir a la playa por primera vez; a poner en marcha la Federación de Asociaciones de Discapacitados Físicos y Orgánicos de Cáceres (COCEMFE); a hacer que cuando vas a su casa olvides que va en silla de rueda y esperes que te ceda el paso, te abra las puertas y te tienda el corazón si se lo pides, y si te lo mereces. Esa es parte de la personalidad de Lola: fuerte, generosa y exigente, muy exigente con ella y con los demás.
“Odio la pena”
No evita hablar de su pasado, de reconocer sus dificultades, pero no se regodea en ellas, sino que, como si saltara en un charco, nos salpica de la lucha “tan hermosa” que tuvo que mantener. “Éramos seis hermanos; había estudios para todos, menos para mí. Nadie se planteó que yo pudiera. Las expresiones preferidas eran ‘qué lástima, pobrecita’, y yo odiaba esa pena porque yo me sentía llena de vida y de sueños y solo pensaba en que quería vivir intensamente”.
Así que no es difícil imaginar sus siguientes pasos: escuchó de la existencia de unas becas de estudios para gente con discapacidad y allá se fue, a Cáceres, dejando atrás, por el momento, Villanueva de la Sierra, en Sierra de Gata. “Comencé a valerme por mí misma, a ir a clase, a trabajar, a ir de fiesta, a salir de viaje… ¡y lo podía hacer yo sola! La vida era tan hermosa como siempre la había imaginado; es hermosa a pesar de todo y solo depende de uno mismo que vaya a mejor”.
COCEMFE
Nos dice que este proyecto lo tenía en su cabeza antes de nacer, y no lo dudamos ni un solo instante por cómo habla de él, con la misma pasión que habla de la vida, y es que, a través de COCEMFE, llegó a descubrir la vida a gente que no se consideraba merecedora de ella. “¿Por qué vas a ser tú más importante que yo y merecer más cosas que yo porque tú estés de pie y yo sentada? ¿Eh? ¿Por qué?”. Ésta bien pudo ser la primera lección que trasladase a hombres y mujeres.
“Trabajábamos para que la gente creyera en sus posibilidades, porque las capacidades las tenemos dentro de nosotros mismos, el triunfo lo tenemos en nuestra cabeza”. Así fue desarrollando, junto a otras personas que recuerda con cariño, como a Juan Rosco Madruga, un espacio repleto de proyectos, pero sobre todo “de vida y de libertad, porque –nos dice- allí establecíamos los primeros mecanismos, pero luego insistíamos: ‘si queréis libertad tenéis que salir a buscarla’; queríamos que aquello fuera un revulsivo para que la gente se buscara la vida”.
Mezcla de enorme orgullo y cierta nostalgia es la que percibimos en su tono de voz. Pero, sin duda, lo fueron consiguiendo, se fueron descartando frases como “¡pobrecito de mí!” y se iban sustituyendo por una que Lola recuerda a menudo, porque era ella quien la pronunciaba cuando aún vivía en la casa familiar del pueblo, tutelada y cuidada y dirigida por los que la rodeaban, “yo solo pensaba: ‘yo salgo de aquí, no sé cómo pero voy a salir de aquí’, y era porque creía en mí, en mis capacidades, en la vida que sentía que tenía”.
Un trío “difícil”: Discapacidad – Mundo rural – Mujer.
Tres circunstancias se daban en Lola, tres circunstancias que unidas, en un momento de su vida, se elevaban como un muro infranqueable. “Por un lado –nos explica- la mentalidad que podía tener mi familia, en una época determinada, en un pueblecito pequeño, donde lo que se quería, con todo el amor del mundo y sin pensar más allá, era cuidarme y mantenerme limpia y bien alimentada; por otro lado, la discapacidad que llevaba a pensar que detrás de ella no había un ser humano, una vida, y, por último, el hecho de ser mujer que acarreaba una serie de estereotipos que llevaban a pensar que una mujer en una silla de ruedas no podía ser bella, inteligente, fuerte… o, como en alguna ocasión, se dejaba caer: ‘nunca podrás tener marido, ningún hombre querrá darte un beso’”, ríe y dirige la mirada hacia la puerta por donde hace un instante ha salido Martín, su marido.
“¡Qué demonios! –se revuelve orgullosa- yo era linda, guapa, estilosa y con una capacidad mental que no podía permitirme cargar con todo eso”. Y así, dice, son muchas mujeres. Es en este momento cuando deja de lado la discapacidad y se centra en el género, en la situación de la mujer. “Hay que empezar por tu propio terreno, en tu casa, nadie debe dejarse dominar, nadie es dueño de nadie ni tiene que depender de nadie, si no dependo yo en estas circunstancias, no debe depender ninguna mujer”. Cree Lola que se ha avanzado en este sentido, aunque reconoce que queda mucha batalla y tiene que partir, sobre todo, de la mujer, de la educación en igualdad, de la cultura. Recuerda la tabla de salvación que tuvo durante sus quince primeros años de vida en el pueblo: “Me aferré a la lectura, quería saber, quería conocer lo que no podía; la impotencia y soledad que sentía entonces la llené de mundos, de cultura y eso, sin duda, me salvó”.
Se mueve, o se revuelve en la silla, porque en Lola parece que se revuelve su pensamiento, su corazón y su cuerpo entero cuando hay algo que la inquieta. “Tenemos que darnos cuenta de que a las mujeres nos queda mucho por hacer. A veces percibo cierta apatía, como si ya estuviera todo hecho y no, no lo está. Tenemos que tener fe en nosotras, ser plenamente conscientes de que nadie es más que nosotras, ser firmes y al primer síntoma de pérdida de respeto por parte de alguien, enfrentarse a él, denunciar y decir ‘hasta aquí’. A Lola se la entiende perfectamente y si tuviéramos que resumir estas dos horas que hemos pasado con ella, podríamos decir que “el que no pelea ese sí que está herido de muerte, ese sí que sufre de una discapacidad”.
Es hora de marchar, pero antes nos muestra su casa, se compromete a invitarnos a comer un día, “porque soy muy buena cocinera” y nos enseña una nevera repleta de imanes de muy distintos puntos del mundo. “Quién iba a pensar que Lola, la niña de la silla de ruedas, iba a viajar, a ver, a conocer y a vivir tantas cosas”. Sin duda, ella, Lola, sí lo pensaba y así lo hizo.
Este año, con motivo del 8 de marzo, desde Diputación de Cáceres nos hemos propuesto retratar a las mujeres de esta provincia de una forma real y cercana. Mujeres valientes, que son ejemplo y reflejo de la heterogeneidad de la mujer de hoy y de cómo desde ámbitos muy diferentes se puede y debe trabajar por la igualdad real.
Rosa García. Ex jornalera y costurera. “Soy mayor pero no vieja”.
Rosa García Rodríguez. 81 años. Ex jornalera y costurera. |
Rosa García tiene 81 años y, prácticamente al principio de nuestra conversación, nos deja clara una pista para, a partir de ella, comenzar a conocernos: “Soy mayor pero no vieja”. Es entonces cuando nos invita a sentarnos en torno a su mesa camilla, al calor del brasero.
Sobre la mesa: un móvil, un libro electrónico, unas revistas con sopas de letras y una pelota de goma que coge y con la que no dejará de ejercitar sus manos durante toda la entrevista. Y es que Rosa tiene obsesión por ejercitar todo lo que se pueda ejercitar, ya sean las manos, “completamente atacadas por la artrosis”, ya sean las piernas, “todos los días o voy a gimnasia o voy con el grupo de caminar”, ya sea la cabeza, “esto -se da unos golpecitos en la frente-, esto no puede parar”, ya sea en la crítica y el análisis, porque a sus 81 años se sabe en posesión, al menos, de experiencia, “y estamos en un pueblo donde nos gusta saber de qué van las cosas, no quedarnos atrás, no ser pueblerinos”. En esto parece que más de un vecino de Aldeanueva del Camino coincide porque más de una vez se escucha decir con orgullo que “no hay pueblo con más intelectuales por metro cuadrado que Aldeanueva del Camino”, y la cultura no solo llega desde las aulas sino también desde la experiencia.
Sin lamentos
Rosa no tuvo un comienzo de vida fácil, pero no nos lo llega a decir. “Mi madre se adelantó a los tiempos, quería que estudiáramos… pero todo sufrió un vuelco”, un vuelco cuando su madre muere teniendo ella 8 años y su hermana 3. A partir de ahí, durante una época, Rosa alternaría el trabajo con su padre, “recorríamos los pueblos con el burro para vender productos”, con el trabajo como jornalera en la popular finca La Maside, y como costurera, “cuando volvíamos del campo, caída la noche, cosía para tener un dinerillo más, que se necesitaba”.
Sería en esos anocheceres, recuerda ahora divertida, cuando su novio iba a visitarla, “y en lugar de salir a pasear, como otras parejas, se sentaba allí y me ayudaba deshilvanando, mientras yo cosía”. Pero, quizá, nunca olvidara la frase que repetiría su madre hasta su muerte: “Tenéis que estudiar, aprender. Con que seáis maestras me conformo”. Sea como sea, Rosa siempre sintió la inquietud por saber y nada la detuvo cuando una vez casada, decidió asistir a clases para sacarse el Graduado Escolar. “Me apuntaba a muchos cursos, a todo lo que salía y me interesaba, no quería limitarme a estar en casa”.
Es este uno de los mayores cambios que, satisfecha, ve en torno a las mujeres de hoy, “antes corríamos a hacer la lumbre para guisar, a traer agua de los caños a ir a lavar al río… los adelantos han ayudado a que hoy tengamos más libertad, como el hecho de poder conducir, yo no pude…”, masculla. Y como si un resorte la hiciera saltar en la butaca, nos mira y levanta la voz: “Veo muy bien que la mujer conduzca, que la mujer sea maestra, que la mujer sea ministra… quizá si España estuviera gobernada por mujeres estaría mejor, porque al menos la economía la sabemos llevar mejor las mujeres que los hombres, ¿o no?” Espera nuestra respuesta, que no puede ser otra que la que fue bajo aquella mirada divertida.
Otro paso importante que Rosa destaca en los nuevos tiempos ha sido la educación dada por los padres de forma igualitaria a niños y a niñas. “Antes, solo estudiaban los varones, las mujeres aprendían lo de la casa. Ahora no y los hijos y las hijas valoran esto, estoy convencida de que saben el esfuerzo que hemos hecho las madres para conseguir lo que tienen”.
Sin parar
Hoy Rosa es una “mujer libre”, dice, “hago lo que me da la gana, lo que me gusta, viviré sola hasta que pueda y seguiré haciendo cosas hasta el final, porque cuando me quedé viuda yo no dije eso de ‘ahora, en casita’, no, no quiero parar”. Y parece que lo lleva a rajatabla, sale y entra, practica deporte, acude a reuniones de las asociaciones de mujeres y de actos culturales… pero en casa tampoco para. “Me gusta ver programas de la tele que me ponen a prueba, como Saber y Ganar, Pasapalabra…”.
Con orgullo también nos muestra su relación con las nuevas tecnologías, “tengo mi móvil, hago fotos, envío whatsapps… ¡ah! Leo también en mi libro electrónico, que me lo regaló un sobrino porque me duelen las manos sujetando el libro”, y aquel no podía ser, nos dice, motivo para dejar de leer, pero, eso sí, hay momentos en que tiene que esconder el libro electrónico, “es que tengo un hermano librero, que me regala muchos libros, y no sabe que tengo el electrónico… es que es la competencia… aunque después de esta entrevista…”, nos hace reír a todos pensando en el momento que su hermano descubra este “pequeño secreto” de Rosa.
Hemos pasado dos o tres horas sin acordarnos de que estamos ante una mujer de 81 años. Sin duda, “de vieja”, como ella dice, no tiene nada.
Este año, con motivo del 8 de marzo, desde Diputación de Cáceres nos hemos propuesto retratar a las mujeres de esta provincia de una forma real y cercana. Mujeres valientes, que son ejemplo y reflejo de la heterogeneidad de la mujer de hoy y de cómo desde ámbitos muy diferentes se puede y debe trabajar por la igualdad real. Cada día, entre el 1 y 7 de marzo ambos inclusive, conoceremos el testimonio de una de esas mujere.
Marina Hernández. Cabrera y quesera. La maduración de un sueño
Marina Hernández. Cabrera y quesera, la maduración de un sueño |
A Marina le auguraban cuatro días, no más,en cuatro días desaparecería. Nos lo dice así la propia Marina, pero lo dice ahora, tras casi diez años y enseñándonos sus cientos de cabras y las instalaciones de “Quesería Marina”, en Palomero.
Si algún día hubo un sueño de la lechera que no se cumplió, hoy estamos ante el sueño de la cabrera que se está cumpliendo. “Desgraciado el que muera sin soñar”, dijo la poetisa, pero también lo dice día tras díaMarina antes de presumir: “Mis sueños se están cumpliendo”, con mucho trabajo, eso sí, pero también con el mayor de los gozos.
Cuarenta años, dos hijos, 17 y 19 años, más de 500 cabras y una quesería en la que solo se cuaja y madura la calidad. El sueño comenzó aquel día en que Marina y Antonio, su marido, pensaban cómo ganarse la vida y la satisfacción personal. Había varias opciones, pero optaron por una en la que solo había ganas: las cabras.
Aprendieron, asistieron a los cursos necesarios; como jóvenes empresarios solicitaron ayudas administrativas; compraron las 210 cabras que se exigían para este inicio y… no saber ordeñar no fue ningún obstáculo, de hecho, Marina recuerda riendo que de las primeras cosas que compraron fueron las máquinas ordeñadoras. “Era entonces cuando la gente me decía que tenía muchos sueños, que si salas de ordeño y todo, que si cada vez se me ocurría una cosa nueva…” Y sí, era así, Marina cada vez quería más cosas nuevas, “la cabeza nunca puede parar”.
Perseguir un sueño
Al relatarnos el desarrollo de su sueño no oculta las dificultades, pero no se detiene en ellas. “En el momento que vimos que teníamos una piarita bien bonita, me decidí a empezar a mover la apertura de una quesería”. La curiosidad infinita de Marina la arrastró a ponerse en manos de un maestro quesero que le revelaría los secretos de las manos y de la propia naturaleza. A partir de ahí, su inquietud: “He acudido a cursos, hago, pruebo, analizo… solo quiero hacer un queso que traiga a la gente a mi quesería porque es algo exclusivo, eso es lo que quiero: exclusividad, no vender por vender”.
Hacerse valer en un mundo de hombres
Marina es inquieta de mente y cuerpo, porque lo primero tiende a arrastrar a lo segundo. A lo largo de la entrevista se levantará una y otra vez a comprobar la temperatura de la leche en el tanque, también a atender a distribuidores de pienso, a algún colega ganadero y a un electricista que le consulta el trabajo a hacer. “¿Lo veis? -nos llama la atención- Aquí la ganadera y la empresaria es Marina”. En más de una ocasión hablará de sí misma en tercera persona, como si quisiera mantener una distancia, observar con objetividad las actuaciones de esa mujer, que es ella.
Reconoce que con Antonio, su marido, hace un buen tándem, pero ha sido Marina la que ha asumido determinadas tareas que la han llevado a introducirse enun sector muy masculinizado. Es ella también la que acude al mercado de Plasencia para tratar con los ganaderos y vender los cabritos. “Al principio les sorprendía, les costaba acercarse, pero poco a poco, han ido reconociendo mi trabajo, y una vez que lo han hacen ya te valoran al máximo y te quieren tener en todas partes”, eso sí, Marina se lamenta de que “parece que la mujer tiene que trabajar más duro para demostrar que sabe”.
Sea como sea, hoy, Marina llega a organizar reuniones, cenas y encuentros con colegas ganaderos. “Hasta 120 cabreros nos reunimos”. Y en estos encuentros, desde el principio se pudo apreciar la habilidad de esta mujer o, quizá, la habilidad innata de algunas mujeres. “El cabrero solía ser reacio a decirte precios, ventas, cantidad de grasa, hablar de problemas o situaciones, y yo animaba a hablar de todo eso, a evitar las mentiras porque al final los más perjudicados éramos nosotros mismos. Creo que lo he conseguido”, concluye convencida de que así ha sido.
Es momento de saborear el sueño de Marina, y lo hacemos en forma de bolas en aceite o en forma de cuña fresca, una, curada, otra. Es un sueño potente, un sueño especial, “estoy trabajando para hacer exactamente el queso que tengo en la cabeza”. Luego echa una mirada a través del cristal que nos separa de un buen grupo de chivas. “La verdad es que las cabras me han hecho pensar. Yo siempre digo que antes de tener cabras tenía la cabeza así -y cierra el puño-, así de cerrada, y ellas me la han ido abriendo poco a poco, me han obligado a pensar y a aprender”.
Nosotros estamos convencidos de que, en este caso, han sido las cabras pero podía haber sido cualquier otra cosa la que hiciera a Marina grande, porque la curiosidad, la inquietud y el afán de superación estaban ya en su cabeza.
La dejamos abriendo, una vez más, el tanque y tomando la temperatura de la leche. En unos días la veremos en la Feria del Queso de Acehúche, con algo muy especial, como todo lo que ella hace.
Este año, con motivo del 8 de marzo, desde Diputación de Cáceres nos hemos propuesto retratar a las mujeres de esta provincia de una forma real y cercana. Mujeres valientes, que son ejemplo y reflejo de la heterogeneidad de la mujer de hoy y de cómo desde ámbitos muy diferentes se puede y debe trabajar por la igualdad real.
Concha Polo. Ex alcaldesa y eterna maestra. Educación: la llave de la libertad.
Concha Polo. Ex alcaldesa y eterna maestra |
“Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y… ni en España hay locos. Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo…”
Hasta que no se experimenta no se sabe lo que se siente al escuchar estas palabras de León Felipe en el tono grave y algo roto deConcha, Concha Polo. Mujer que dice“prohibido morderse la lengua”. A partir de ahí la tendremos abierta en canal, nos hará viajar en una montaña rusa de sensaciones y dar vueltas una y otra vez sin descanso a una obsesión: la educación, “porque la educación es la llave de la libertad, no hay más”, y lo dice asestando una palmada a la mesa, “solo así se puede desarrollar todo el potencial que tiene el ser humano, y situarse en el lugar que le corresponde en la sociedad”. Y lucha por ello alguien que se sabe afortunada, “porque si algo había claro en mi casa, es que tanto los niños como las niñas teníamos que estudiar”.
“Yo no puedo con ella, es su hija”
“Ahí, donde ahora está la chimenea nací yo”. Estamos sentados en torno a una mesa camilla, en lo que hoy es el salón de una casa firme, de muros gruesos, en el centro de Torreorgaz, a apenas 18 kilómetros de Cáceres. Un pueblo en el que hace 71 años, el maestro sabía que esa hija que acababa de nacer recibiría la misma educación que sus hijos. No en vano, era una familia de maestros y maestras. “Mi abuela tuvo que ser una mujer avanzada a su tiempo, muy lúcida”.
Y parecía que todo se conjuraba a favor de esa niña inquieta que quería saber como los niños y estudiar con los niños. “Como era tan nerviosa, la maestra de la escuela de niñas debía estar hasta el gorro de mí, y un buen día, me cogió, me llevó ante mi padre y dijo: ‘Aquí se la dejo, yo no puedo con ella y es su hija’, esto haría que a partir de ese momento mi educación fuera en la escuela de chicos”.
Anécdotas, dice, pero que fueron marcando el carácter de Concha, la que a escondidas daba sorbitos al Vino Quina Santa Catalina que guardaba su madre o se negaba a hacer las camas de sus hermanos o a limpiar la casa “si no lo hacían también los chicos”. Vuelve entonces a surgir la obsesión: la educación. “Se ha ido avanzando mucho -reconoce- pero no lo suficiente porque la educación de los propios maestros no ha sido una formación igualitaria, como tampoco lo era la educación en las casas…”Hay que frenarla, nos vemos en la obligación de frenar a Concha antes de que entre como galerna a narrar sus luchas en las aulas. Accede y nos resume arrugando aún más el ceño, haciendo esfuerzo por recordar ordenadamente: tras culminar los años de Magisterio, y un breve período como maestra en Torreorgaz, Concha consigue, tal como deseaba, un puesto en la escuela hogar de Baños de Montemayor, “quería salir del pueblo y del núcleo familiar”. Ya en Baños, el carácter y las ideas fuertes e inamovibles de Concha la harían abandonar el centro, “junto a otras cuatro maestras, porque en aquella escuela hogar veraneaban en colonia los hijos de determinados funcionarios y en inverno recibían clases nuestras alumnas, pero pretendían que las niñas no hicieran uso de muchas cosas y espacios que sí se utilizaban durante los veranos, así que nos cabreamos y nos fuimos”. Esa era y es Concha.
Las Hurdes, tierra de lucha
Quería ir allí, a Las Hurdes. Buscaba, entonces, lugares donde la educación pudiese ser el inicio de un mínimo de mejora dentro de las necesidades que se tenían. Años de mucho trabajo, años de muchas ilusiones y de muchas esperanzas. También de muchas luchas. El Bronco, La Muela… “como la cabra tira al monte, yo tiré hacia Las Hurdes, era consciente de todo lo que se necesitaba allí, y yo quería estar presente”. Calla un instante y nos sonríe jugando al falso pudor, “quería ayudar en los lugares más desfavorecidos, y yo creo que eso me venía de alguna enseñanza de… de una orden religiosa a la que pertenecí durante un tiempo”, y como de bien nacida es ser agradecida, dice, “tengo que decir que me enseñaron algunas cosas claves, luego vi que todo quedaba en la teoría y las mandé a hacer gárgaras”.
Y en Las Hurdes volvió a chocar con una piedra contra la que lucharía sin descanso: la educación familiar. Fue en un aula mixta de un colegio unitario, donde quería enseñar a hacer labores a niños y a niñas, “¿por qué no? Pero los niños se negaron, no había nada que hacer, hasta que un día -recuerda- aparecieron los niños con unas bufandas hechas de punto, se habían escondido en el pinar y con varillas de paraguas no cejaron hasta que las consiguieron hacer”. De ahí que, a su juicio, el cambio a la educación mixta nacía adoleciendo de algunos puntos, para Concha claves, “¿Por qué no se podían mantener asignaturas que son convenientes para niños y para niñas, como por ejemplo saber coser un botón, hacer labores o aprender cocina? ¿qué malo había en mantenerlo?”. En momentos, la fuerza de Concha nos parece que se diluye y toma forma de impotencia. Pero al instante vuelve la fuerza.
La educación, insiste, es el arma para evitar injusticias, el arma para desarrollarse, el arma para acallar abusos. Y vuelve a sus años hurdanos, “donde trabajábamos duro también por el desarrollo de la zona; en un momento dado, llegaron unos hombres del ministerio para proponernos unos planes provinciales de desarrollo”, el gesto de Concha no puede ser más elocuente para mostrar aún una indignación que dura a través de los años, “¿os creéis que proponen que finjamos la aparición de la Virgen a alguna persona de la zona, de modo que salte a los medios y haya peregrinaciones a la comarca? ¿Os lo podéis creer? ¡Inaudito! Los echamos de allí con viento fresco. Estábamos preparadas, sabíamos qué necesitaba nuestra tierra para el desarrollo; la educación, una vez más, nos ayudaba a saber dónde teníamos que estar. Los echamos con viento fresco”. Como quien gana la batalla extiende las manos mostrándonos las palmas y reitera: “la educación es la base y el remedio de todos los males”.
“¿Y qué me decís de las AMPAS?”
Vuelve una vez más la educación, palabra que no abandona el discurso de Concha, esa mujer que se define eterna maestra, “porque maestra se es siempre”. Si le preguntamos por hitos que han hecho cambiar la vida de las mujeres, quiere agacharse de nuevo y tocar tierra. “Sí -dice-, podemos hablar del voto de la mujer o de la posibilidad de que la mujer abra su propia cuenta en el banco…, pero ¿qué me decís de las AMPAS?”, sinceramente, nos coge de sorpresa su pregunta retórica, “la mujer suele ser de siempre la que ha acudido a hablar con el profesor, pero se ha limitado a eso: a una visita. Con la creación de las AMPAS, las madres pasan a visibilizarse, a participar, a decidir, a pertenecer a los consejos escolares… ha sido una forma de que la mujer dé un paso adelante”.
La mañana ha ido cayendo y continúa hablando. Nos habla de Bertolt Brech, de Edumundo de Amici y su “Corazón”, vuelve a León Felipe y su “Antología rota”… A esta altura del encuentro, nos atrevemos ya a preguntarle por el color azul de su pelo. “Desde joven era canosa y se empeñaban en decirme que me tenía que tapar las canas, que me tiñera el pelo, yo les decía que el día que lo hiciera lo haría como me diera la real gana”. Y así lo ha hecho. Es esto lo que reclama para la mujer y a la mujer: que actúe y que actúe siguiendo sus convicciones y con pleno convencimiento.
Este año, con motivo del 8 de marzo, desde Diputación de Cáceres nos hemos propuesto retratar a las mujeres de esta provincia de una forma real y cercana. Mujeres valientes, que son ejemplo y reflejo de la heterogeneidad de la mujer de hoy y de cómo desde ámbitos muy diferentes se puede y debe trabajar por la igualdad real.
Cristina Sánchez Recio. Futbolista, “toques de lógica”
Cristina Sánchez Recio. Futbolista, capitana del ADC Chinata Fútbol Sala |
Es defensa, y mira de frente. Su mirada es de juego limpio y su sonrisa permanece invicta al desánimo. Es Cristina, la capitana del ADC Chinata Fútbol Sala, el orgullo de Malpartida de Plasencia, de Extremadura y de las mujeres que creen en su fuerza. Reconoce sin remilgos, y con la mayor de las lógicas, que sus 25 años ya son muchos para pensar en el fútbol como profesión, pero se sabe ejemplo para muchas niñas y adolescentes que persigan un sueño, “me gusta inculcar la afición al fútbol entre las niñas”, y lo hace cuando en la calle, entre sus primas o al llegar al pabellón a entrenar, las más pequeñas la animan a “dar unas patadas al balón”.
Nos citamos con Cristina en el terreno de juego que nos teníamos que citar: en el Pabellón Polideportivo de Malpartida de Plasencia, donde entrena gran parte de los días. Se mueve por el pabellón como si estuviera en su casa. De fondo, voces, gritos y risas de niños y niñas haciendo gimnasia; frente a nosotros, un rostro vivo esperando serenamente responder a nuestra curiosidad.
Su origen deportivo: la calle, “el fútbol callejero”. Según las normas de la Federación Española de Fútbol, Cristina podría haber jugado en los equipos de fútbol masculinos, que sí los había en Malpartida de Plasencia, hasta los once años. Pero no lo hizo, y femeninos no había. “Me encantaba el fútbol y siempre jugaba en la calle con los chicos y con mis primos, pero no me apunté al equipo por el qué dirán, tengo que reconocerlo, me parecía que era solo de chicos, y mis amigas no se interesaban por el fútbol, creía que me podría sentir sola”. Así que Cristina continuó disfrutando del fútbol en la calle.
Chilena
Le preguntamos por esa ley que prohíbe los equipos mixtos a partir de once años. “Bueno… -se muestra cauta- hay un momento en que hay que separar porque… quizá las niñas seamos menos agresivas… -pero, como si hiciera una chilena, se revuelve-, pero quizá sea una edad un poco temprana, además, realmente no hay diferencia entre el juego de niños y niñas una vez que se aprende la picardía del juego, las jugadas y la medida de tus fuerzas”, y decide, entonces, lanzar un balonazo: “hay chicas que damos cien vueltas a muchos chicos jugando al fútbol”.
Sin embargo, sin abandonar ese tono sereno, Cristina nos describe un panorama muy diferente al que debiera ser, dice. La popularidad del fútbol entre mujeres es mínima, las afortunadas no llegan ni a ser mileuristas, algunas deciden emigrar para vivir de su sueño… “somos el único equipo de fútbol sala en la liga autonómica y, sin embargo, si levantas la vista y miras hacia las gradas, ves veinte personas, entre familiares, amigos y parejas, que son incondicionales,… y no es bonito, no, que no se sume afición”, concluye. Frente a esto, nos cuenta la envidia, “sana envidia”, que se siente muchas veces al contemplar todo abarrotado de gente viendo, por ejemplo, la selección cadete de fútbol sala masculino, claro, masculino”.
Imbatida
Ni un segundo mantiene la mirada baja. Marca como buena defensa, despeja, pasa, regatea, chuta. “Tenemos que llamar la atención como sea, y hacerlo hacia la afición”. Cristina está convencida de que el fútbol en sí, desde el punto de vista competitivo, “no es machista, es la afición que no se acostumbra, que no viene a vernos. Pero en el terreno de juego no hay machismo. Pertenecemos a la Asociación de Fútbol Sala de Malpartida de Plasencia, estamos hombres y mujeres, ellos jugando a nivel local y nosotras a nivel autonómico; recibimos las ayudas exactamente igual, y el trato es el mismo”.
Nos habla de sus entrenadores. Hoy en día cuentan con un entrenador y con una entrenadora. “No hay diferencia entre ellos –responde a nuestra pregunta-, la entrenadora sabe, igual que el entrenador, lo que hace. Ella nos enseña desde la base, a tocar el balón. Entrena también a equipos masculinos”, esto lo comenta, más que con orgullo, con la lógica aplastante con la que parece que habla en todo momento.
Sin problema, vuelve a repetirnos que su edad ya no la lleva a pensar en el fútbol como profesión, “pero estoy cumpliendo mi sueño”, y espera ayudar a que lo cumplan otras niñas, “ayudarlas a que sigan sus sueños, que no hagan caso del qué dirán y que nunca olviden que nadie es más que nadie, y mucho menos que nosotras”.
Paseamos por el pabellón, ya vacío, y nos habla de otros sueños, tener un trabajo, una casa… “y si tengo una hija, me gustará enseñarla a jugar al fútbol”. Nos despedimos de toda una veterana de las ilusiones.
Este año, con motivo del 8 de marzo, desde Diputación de Cáceres nos hemos propuesto retratar a las mujeres de esta provincia de una forma real y cercana. Mujeres valientes, que son ejemplo y reflejo de la heterogeneidad de la mujer de hoy y de cómo desde ámbitos muy diferentes se puede y debe trabajar por la igualdad real.
Chelo Sánchez Bardón. Agricultora, presidenta de la cooperativa Tornavalle y técnica en desarrollo rural. “Rural y a mucha honra”
Chelo Sánchez Bardón. Agricultora y cooperativista |
Vemos a una niña, “aún muy canija”, cogida de la mano de su padre camino de una reunión de agricultores cooperativistas. La niña escucha atentamente lo que allí se habla y se vota. Observa cada detalle y se da cuenta de que casi todos son hombres, y las pocas mujeres que hay no hablan, no dicen nada, solo asienten. Es fácil imaginarlo cuando nos lo cuenta Chelo, que recuerda que ya entonces le atraían los procesos asamblearios, y ya pensaba que la mujer tenía que luchar por su espacio.
Ella lo hace cada día desde su queridoTornavacas. Agricultora, presidenta de laCooperativa Tornavalle, consejera de la Agrupación de Cooperativas del Valle del Jerte, representante de la Agrupación en el Consejo de Mujeres del Valle del Jerte, técnica de Desarrollo Rural en el Grupo de Acción LocalSoprodevaje, pero sobre todo “mujer, mujer rural, soy muy terruña y a mucha honra”, le gusta decir.
Cuando se conoce y se escucha por primera vez a Chelo, te encuentras ante una mujer firme, extremadamente coherente, leal, sincera, fuerte y sensible, crítica y de pocas concesiones al miedo. Habla sin presumir, pero todo lo que vamos conociendo es de admirar, por ejemplo, el hecho de que en su última presentación como candidata a la Presidencia de su Cooperativa saliera con el cien por cien de los votos, “solo hubo un voto que no era para mí, y es que era el mío”.
Visibilidad para la mujer rural
Se sabe en un mundo aún muy masculinizado, aunque reconoce que se ha avanzado mucho, como se puede ver en la cooperativaTornavalle. “En mi cooperativa hay mujeres y, además, guerreras, y jamás me he sentido tratada de forma distinta que a un hombre, y no puede ser de otra manera porque a mí, como a otras mujeres, nos ven volviendo del campo de coger cerezas, con los pantalones y las manos sucias; nos ven recogiendo seroja, haciendo lumbre, podando… lo mismo que los hombres, así que no nos pueden tratar de forma distinta”.
Otra cosa es a otros niveles, y sí se lamenta de que a veces, desde las instituciones, desde determinadas empresas, la reciben como presidenta con cierto recelo, “y a veces me siento solísima”. En este sentido, insiste, y lo hará varias veces a lo largo de la entrevista, en animar a las mujeres a ser ellas las que se “empoderen”, a aprovechar las posibilidades que hoy en día hay para ocupar el sitio que les corresponde, a hacerse visibles, “si no lo hacemos nosotras ¿quién lo va a hacer?, nadie lo ha hecho en dos mil años, así que por qué lo iban a hacer ahora”.
Y también se dirige a la Administración, le pide, le exige que “ponga en marcha políticas de verdad que favorezcan la participación de las mujeres en el mundo rural, políticas transversales que actúen directamente en el área educativa, si no el esfuerzo no habrá valido para nada. De qué puede servir si seguimos teniendo niñas que piensan que la mujer solo debe ir al campo en la temporada de las cerezas”. De ahí la importancia que Chelo da a los programas de Igualdad de las comarc