![REQUIEM POR EL LIBRO Y LA LIBRERÍA 1 [Img #50150]](upload/img/periodico/img_50150.jpg)
Claro que creo en ti, cómo no voy a compartir contigo este drama – te diría que hasta tragedia -, qué vaya si conozco tus afectos por el papel, el gramaje, la portada, qué te voy a decir, que compartíamos sentimientos… Y, hasta llegabas, en ocasiones, a besarme como quien decía: “Buenas noches”… O me recibías – aun me recibes -, cada mañana, en tu faceta periodística con un diario nacional; y hasta tienes el detalle de dejar, algún que otro ósculo, en la portada de un libro. Qué te voy a decir yo a ti, que tanto a mi papel, bien libro o bien en periódico, tenías y, aún tienes, estos detalles afectuosos. Que hasta te acercabas a verme, adolescente, en el viejo Cáceres, concretamente en “La Generala”, cuando en mi cuerpo de varias columnas, diariamente, se escribían las noticias de nuestra Extremadura. Qué tiempos. ¿Quién iba a pensar en este nuevo Renacimiento? A nosotros, nos han relegado a las hemerotecas. ¡Ay si levantaran la cabeza tantos escritores y periodistas como conoces y has conocido! Qué sentirían por el libro y el periódico. El viejo “Extremadura” y José Vigara, o el “Hoy”- que teníamos y tenemos amigos comunes -, “El Adelanto” y “La Gaceta” salmantina, el viejo “Abc” y tantas y tantas bagatelas que has conocido…Como una agonía, observo el adiós del papel. Por supuesto el libro y la librería ¡Qué milagro!. Cuánto podríamos hablar los dos de esta agonía. Ya ni quedan sacristanes. ¡Ay si levantaran la cabeza, los Cervantes, los Quevedo y tantos y tantos escritores, viejos y, relativamente, recientes – lo que dirían de los digitales -. Tú lo comprendes bien, ¿verdad?. Lo sientes, lo has vivido…Recuerda la nave de las linotipias abecedarias, que hasta los tipógrafos bebían leche, como terapia, en aquella sala grande con vistas a La Castellana, y, en la planta de calle, cantaban una extraña canción las rotativas y, hasta había una yegua – decían que de un Luca de Tena– y un operario que la paseaba – paralelamente iba el tranvía – hasta la glorieta de Emilio Castelar, donde está la Embajada de Estados Unidos, y recuerdas el incendio…
Como decía, no recuerdo qué escritor: ”No hablo de años; hablo de épocas.” Pero estás compartiendo, conmigo, ese “Adiós a la vida”, de un Tosca de Puccini. Discúlpame que, como libro, te cuente algo de la navegación de los periódicos, aquellos tiempos del inventor de la Imprenta, tan cercano y voraz, sin embargo, con la llegada de esta galaxia. Lo que cuentes de los periódicos, es similar a esta agonía del papel, que tiene ya muchas ganas de dormirse, rápidamente, con nuestro adiós… A todos, nos llega su hora, pero qué hora. ¡Ay si levantara la cabeza Gutemberg, por ejemplo! Quizás, no resistiría esta metamorfosis. ¡Vaya usted a saber!. Por cierto, que se ha olvidado usted de mí, el libro y las librerías, pero comprendo que quizás se haya pasado y me haya orillado ¿en una librería?. ¿Qué dice usted?. Aquella Minerva o la de su amigo Cerezo, frente a la Normal o, más arriba, la de Bujaco. Seguirán cayendo lágrimas…; hablaremos.






