ANGEL DE ORO Y MUERTE

[Img #51671]En el coso de verónicas y naturales, acero y muerte, coso de mi recuerdo, Teruel de hielo y guerra, qué te ha pasado, Víctor o Victoria, muerte alada, “Verano sangriento” de Heminway, nos has helado el corazón, cuando torero y toro jugais al toro, sobre una arena pálida o excelsa. Ese metro de muerte y gloria, el de “Joselito”, por ejemplo. Quien iba a decir “que un toro ha matado a “Joselito”, que no, que se dudaba, como héroe en el redondel lorquiano de “las cinco de la tarde”, arena siniestra y enlutada, Talavera en fiestas. Y siempre la gloria y la muerte en la mágica arena del ruedo ibérico.

 

Aquel llanto poético de García Lorca por Sánchez Mejías. ¿Y “Manolete”? Sí, “que un toro ha matado a Manuel Sánchez, «Manolete”. Nada más acabar la corrida, “Manolete” llamaba, siempre, por teléfono, a su madre, doña Angustias y, “según sonaba el aparato, yo sabía cómo había estado mi hijo”. En cierta ocasión, Luis Miguel Dominguín me decía: ”La muerte es un metro cuadrado que anda dando vueltas por la plaza; lo que pasa es que no hay que pisarlo en el momento en el que el toro viene hacia uno. Nadie sabe dónde se encuentra este metro cuadrado. Podríamos decir que esto es el destino.”

 

Pocos días antes de su muerte en Pozoblanco, “Paquirri” me comentaría que no solía pensar en la muerte. “Alguna vez sí se me ha pasado por la imaginación. Creo que la muerte, como todo en la vida, tiene su momento. Y la mía llegará cuando Dios quiera. Confío plenamente en él.”

 

Gloria y muerte, tragedia y grandeza, así se reparte la vida de estos ídolos de volcanes de verónicas y chicuelinas, naturales y pases de pecho, en el ritual veraniego, al que no faltaría, iHeminway, en “El verano sangriento”, donde la sangre aparece en cualquier momento en el carrusel mágico de verónicas y naturales por el ruedo hispánico de estos hombres de seda y oro, sacerdotes de un rito único. Antoñete me diría que “veía a los toreros como a dioses”. El genial Belmonte “era una creación mítica de mis paisanos”. Además, Joselito y Juan encarnarían “una de las dos Españas”, esa que retrataba el gran poeta Antonio Machado: ”Españolito que vienes al mundo, te libre Dios. Una de las dos Españas, ha de helarte el corazón”.

 

A Víctor le arrancaría la muerte la femoral del destino, ese que nos acompaña, muy secretamente. Allí estaría, en un tendido, tu Raquel. Qué valor. Hace años, las mujeres de los toreros, mientras toreaban, se envolvían entre estampas, rosarios y fetiches. Ya hace muchos años, una tarde la pasaría con la mujer de Antonio Ordoñez, Carmina Dominguín. Qué nervios. No existían móviles, pero el teléfono sonaba continuamente… Qué valor el tuyo, Raquel. Cómo se hundiría el mundo ante tus ojos. Como aquel Teruel, de pólvora y nieve.

 

 

El  Autor, lo  es,  entre otros libros,  de “El toreo: una visión inédita”, editado por “Alianza Editorial”.