Contaba mi padre que, durante la guerra, un día en el que «todo» estaba más tranquilo, el
cocinero decidió hacer un cocidito para los soldados con sus ingredientes característicos:
garbanzos, tocino, etc. Puede que como moral para la tropa. Así que a la hora de comer
formaron la fila y pusieron el plato para que les sirvieran del perol.
Aquello estaba bueno, gustoso. Y casi tenía connotaciones con la comida casera de las
madres. Pero fue entonces cuando un chico gallego dijo en voz alta lo que todos
pensaban: «Como cocido está bien cocido, pero…viene poco cocido». La ración, tan
escasa…
Pensaba yo en la anécdota, cuando los informativos daban noticia de las idas y venidas
de unos u otros partidos en la búsqueda de un gobierno para este país. Parecen
prisioneros de sus palabras más que de sus historias, casi todos «suenan» perdidos
cuando les preguntan.
Claro está que algunos no la tienen (la historia), de tan nuevos. Al menos no la que
cuentan. En la villa y corte, origen y principio de todo cuánto viene después en el resto de
los lugares españoles, los discursos valen lo mismo que los hechos o quizá más, así que
se comprende que pudiera confeccionarse un guiso con unos cuantos ingredientes,
puesto luego a disposición del pueblo llano. Para su alimento. Con poca o mucha cantidad
del mismo según los pareceres de quienes lo prueban, ya saben.
Pero otras organizaciones si tienen historia. Y profunda. Del por qué no sirve ahora al
ciudadano debieran sus responsables reflexionar y dar cuentas muy seriamente. Qué
parte corresponde al capital y cuál al trabajo diario. En las últimas dos elecciones el
número de votos ha descendido de manera notable y ello no puede ser casualidad, ni
reparto mayor, debido a la aparición de partidos emergentes. Que nadie haga una mínima
autocrítica hacia la conducta colectiva, hacia la estrategia y la metodología usada, revela
de forma clara las carencias, pero no sólo de los jefes, sino de toda la organización que
no la demanda, que no la exige, en un partido centenario como el socialista que siempre
tuvo a gala la auto exigencia y la disciplina. Es bastante frustrante observar cómo sus
propias bases, en demasiadas ocasiones, se enrocan, con una especie de pensamiento
único, al no querer ver las faltas propias frente al adversario exterior, en un mal entendido
ejercicio de supervivencia, inspirado por los que mandan. Sin fuerza mental de unos y
otras es muy difícil subsanar nada.
El «cocido» se puede hacer, amigos lectores, porque los ingredientes existen, pero si viene
poco «cocido», el hambre (de justicia, de igualdad, de reparto…) no se calma. Porque las
raciones pequeñas de honor, de entereza, de lealtad, de valentía…es que no dan para
nada.