El sábado 26, en un Gran Teatro bastante lleno de un público fervoroso de Gª Lorca y muy expectante por conectar 1941 con el título citado de la tragedia lorquiana. Nada más empezar el supuesto ensayo general, con el que comenzaba la interesante y original representación se vio interrumpida , como otras dos veces más, por el canto del cara el sol y después por soflamas franquistas, que añadían más tensión represiva a la implícita en dicha obra, quizá por pertenecer a un autor no afín al franquismo, sino víctima del mismo.
La acción principal de su esmerado trabajo actoral se centra
fuertemente “en la fatalidad de un amor irreprimible y prohibido, que se centra
en una desnuda tragedia clásica, que según el prestigioso crítico Ruiz Ramón,
la habita el héroe, la activa/pasiva Novia”, encarnada por una bellísima
actriz, que despierta la pasión no solo en su actual esposo sino también en
su antiguo novio, Leonardo, con quien
huye nada más casarse; la madre comenta tan aciago despropósito, por cierto
magníficamente interpretada. Ambos rivales amorosos, un tanto hiératicos y
enfrentados también los dos por una
rivalidad tribal entre las dos familias, las cuales manifiestan unos móviles
económicos y sexuales en el trato nupcial. Por cierto el padre/madre,
encarnados por un veterano actor, muy versátil y bien caracterizado en su
doblete, se desdobló perfectamente con su gracioso acento andaluz.
Todos los actores, con una más que digna
actuación, estaban siempre en escena, actuando, arropando o interpretando
diversos instrumentos musicales, que le daban un aire festivo y en principio
alegre a la escena, aunque también dichos instrumentos (acordeón, saxo, caja,
guitarra) servían de contrapunto para ir anunciando la tragedia, por ejemplo en la bella nana
casi inicial o acompañando a los inquietantes cantes hondos, muy bien
interpretados o reproduciendo efectos
especiales como el trote de un caballo, muy simbólico junto con la luna, para preludiar el inminente derramamiento de sangre, en la
última escena tan líricamente dramática, tan bien trabajada.
Es de aplaudir la eficaz dirección escénica
del gran maestro de actores, el argentino Jorge Eines, que ha logrado formar un
plantel de jóvenes y muy conjuntados actores, realmente expresivos. La
escenografía prácticamente ausente, pues solamente contaban con un entarimado
en el centro, que simulaba ser la casa, con media docena de sillas y poco más,
jugando bien con las luces que en la última parte, acentuaron el trágico
desenlace, muy sencilla pero intensamente resuelto.
El público, puesto en pie
rubricó con encendidos aplausos una originalísima, pero sencillamente genial
puesta en escena y su magnífica interpretación, que le han hecho acreedores, no
solo de una exitosa gira, sino que vuelvan a Madrid, nada menos que al Centro
Dramático Nacional y en el verano a Argentina, la patria de su director
escénico.