EL MAL DE HUBRIS

Hace
algunas semanas escribí un artículo que titulaba “LA ENFERMEDAD
DE ALGUNOS POLÍTICOS” y me refería concretamente a determinados
políticos de los que hoy nos tienen en la cúpula del malestar, y es
que los expertos como David OWEN (médico inglés y neurólogo por
más señas) aseguran que afecta más a los varones y a personas de
corta capacidad intelectual
.

El
varapalo de las urnas, el cese, la pérdida del mando o la
popularidad en definitiva, sume al afectado por el Hubris en la
siguiente fase
:
D
esolación,
disimulada con
rabia
y rencor
en algunos casos.
El ex presidente AZNAR, abrupto
correcaminos del odio, es una clara muestra de lo que digo, con sus
desafortunadas conferencias en América
.

Los
enfermos de Hubris se comportan como borrachos, cuando el éxito
político les acompaña, siendo capaces de cualquier cosa
.
Se creen superiores a los demás, incluso desafían a los dioses del
Olimpo y es que el poder intoxica tanto que termina afectando al
juicio de los dirigentes
.

Y
lo peor es que los rivales políticos, o los nuevos ídolos actuarán
previsiblemente igual
.
Ya lo hacen en muchos casos antes de alcanzar la cota máxima a la
que aspiran
.
Sufren de Hubris hasta depredadores de intrascendentes ideas
.
Ningún águila justiciera pide cuentas
.
En nuestros días, reina la impunidad en España al más alto nivel
.
Salvo la pena que lleva implícita su propio síndrome
:
El miedo a perder lo conseguido
.

Mucha
culpa de este mal la tienen los incondicionales que le facilitan y
reconocen su valía, aunque al principio tengan duda de su capacidad
.
Al principio empiezan a pensar que están ahí por méritos propios y
todo el mundo quiere saludarlos para hablar con ellos, y reciben
halagos de todo tipo
. Esta
es la primera fase
.

Pronto
dan un paso más y entran en lo que llamamos
“delirio”,
cuyos síntomas son la clarividencia, el acierto, la perspicacia y el
creerse insustituibles
.
Entonces comienzan a realizar  planes estratégicos para el
futuro, realizan obras faraónicas, o  dan conferencias sobre
temas que desconocen
.

Según
comentarios que leí en aquel artículo que me dio a conocer el mal
de Hubris; tras un tiempo en el poder, el afectado por este mal,
padece lo que psicológicamente se llama
“desarrollo
paranoide”
y todo el que se
opone a él o a sus ideas, es un enemigo personal
.

Cuando
el síndrome se agudiza, puede llegar incluso a la
“paranoia
o trastorno delirante”
que
consiste en
“sospechar de todo el
mundo”
que le haga una mínima
crítica, y, progresivamente se va aislando de la sociedad
.
Llega un  momento en el que deja de escuchar a sus más
cercanos, se vuelve insensato, atrevido y desatinado y toma
decisiones por su cuenta sin consultar, porque cree que sus ideas
son las más correctas
y
aunque finalmente se descubra que son erróneas, nunca reconocerá
la equivocación
.

Esta
situación se da hasta que finalizan en sus cargos, dignidades o
pierden las elecciones, entonces viene el
“fracaso”
y se desarrolla un cuadro depresivo ante una situación que no pueden
comprender, además de que no tienen conciencia de ello
.

La
Sra. THATCHER (Margaret) gozó de excelente salud durante sus
11 años como primera ministra; no obstante, su trayectoria
constituye un caso modélico de líder político que sucumbe al
“Síndrome de Hubris”, por su actitud desdeñosa
ante el consenso.

El
acontecimiento decisivo que habría de modificar la naturaleza de su
mandato fue la invasión, por parte de Argentina, de las islas
FALKLAND, británicas, en 1.982.

Aunque
pocos primeros ministros hubieran hecho lo que ella hizo, enviar una
fuerza naval al Atlántico sur para recuperar un pequeño
archipiélago de escasa importancia estratégica, su éxito y después
su inevitable victoria en las elecciones de 1.983 aumentó su
confianza en sí misma.

Tal
y como prometí, quiero señalar los síntomas del mal de Hubris que
el Dr
. OWEN
nos ha señalado en su libro
“En la
enfermedad y en el poder”
, porque
es muy interesante, que al menos sepamos conocer y reconsiderar sus
actitudes, cuando no tengamos más remedio que soportarlos, y
son los siguientes
:

  • Modo
    mesiánico de comentar los asuntos corrientes y una tendencia a la
    exaltación
    .

  • Un
    enfoque personal exagerado (yo, yo, yo
    )
    tendiente a la omnipotencia
    .

  • Agitación,
    imprudencia e impulsividad
    .

  • No
    son iguales a los demás mortales; se sienten superiores
    .

  • En
    su vida personal se dotan de lujos y excentricidades y tienen una
    desmedida preocupación por la imagen
    .

  • Se
    rodean de funcionarios mediocres
    .

  • El
    rival debe ser desactivado por cualquier método
    .

  • Construyen
    una red de espías para controlar a oponentes y aún a los de su
    propio partido
    .

  • Terminan
    cayendo en la trampa de su propia política
    .

  • La
    pérdida del mando o de la popularidad, los lleva a la desolación,
    la rabia y el rencor
    .

Sin
temor a equivocarme, se puede comprobar que una sociedad que condena
la gran mayoría de su población a delegar su poder en la papeleta
electoral cada 4 o 5 años, sin casi ningún control efectivo sobre
los representantes elegidos, se condena a tener dirigentes embusteros
y embriagados de sus privilegios y claro está, así nos
brilla el pelo.

Y
no piensen que son ciudadanos especiales o muy particulares; solo
tienen que echar la vista atrás y ya verán cuantos individuos
de este calibre se encuentran a nuestro alrededor. Los
tenemos muy cerca y es más, diría que hasta en la sopa.