Digital Extremadura

ESPERANDO A NADIE

OPINIÓN
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La
eclosión crónica de mangantes extiende los miedos por las raíces
curvas de un proceder nuestro, atento y educado. Me refieren que
todos somos iguales ante el perdón y que no todos seremos iguales
ante la gloria. Algo pasa que ni dios entiende. Quien está exento de
culpa se esconde paciente a la espera de noticias; quien posee la
flacidez del embargo espera lo peor metido en su cauce de
incertidumbre; quien tiene la pasta se la guarda y la cuenta a diario
a la espera de un acontecimiento del capital que ponga el orden que a
él le beneficie; quien trabaja más del doble se espera a sí mismo,
para no dejarse dormir en la inercia de la vaguedad; quien está
ocioso se esconde. Algo pasa que ni dios entiende.

En
definitiva todos, incluidos los poderosos y los anárquicos, todos
nos hemos dedicado a fortalecer nuestra espera. La casa tiene gas de
sobra, los alimentos abundan, la linterna funciona, el desasosiego es
un eslogan. Hasta que algo ocurra y destruya esta inestabilidad de
contrabando que pudre la lealtad o hasta que alguien genial se
asome, nos vea e invente un no sé qué de positivo que ambiente de
una vez este panorama. Observo las caras, los hombres tienen
voluntad, las mujeres tienen fortaleza, la insolencia de las ratas
rumia el consuelo y convierte la valentía en vacío. Nos vemos
perdidos en un desierto sombrío sin brújula ni agallas, las
crecidas del viento nos magulla las esperanzas y ni para un sueño
dan las noches.

Y
mientras oscurece seguimos creyendo que el futuro se encuentra hecho
en un acierto natural del camino y no pulsamos botón alguno que
medie entre nosotros y la abundancia, sea mecanismo de nuestra
defensa e imprima velocidad a nuestro pensamiento. No me arrepiento
de haber caído en este cenagal, me arrepiento acaso de no haber
aprendido a nadar y estar ahora a expensas de que alguien me
resuelva la vida; y me arrepiento de quedarme frío y solitario
pretendiendo el rescate de mi supervivencia, aquí, pergeñado y
plácido, esperando a nadie.


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