El tipo de al lado es una comedia de “pareja actoral”, más que de autor, en cuanto que el divertido y dispar tándem formado por la popularísima Maribel Verdú, recientemente premiada con un Goya y su partenaire de gran vis cómica, Antonio Molero, salvan una mediocre comedia, cuya escenificación mantendría el interés escasamente media hora de la casi hora y media de duración.
Si no hubiera sido por los abundantes
gags y la retahíla de frases socarronas especialmente del listo
granjero, que no entiende por qué debería hacer o decir
determinadas cosas, o dejar de hacerlas si se une a ella, al
sustituir su amada granja por otras atenciones urbanas e
intelectuales para poder ser compatible con la cultísima yogui
Laura, Maribel Verdú.
Estas disparidades
van obstaculizando su rápida atracción física, a la que dan rienda
suelta en varias ocasiones, sin despojarse de lo más mínimo y se
va dificultando el dudoso y efímero enamoramiento.
Con este progresivo
derrumbamiento del explosivo y tierno romance se quiere demostrar, al
parecer, lo difícil que es poder cohabitar lo campestre y lo
urbano, el mundo de los animales y el de los libros, sin caer en
artificiales idilios ecológicos, como si de dos protagonistas de
églogas renacentistas se tratara.
Es una historia más
para ser narrada o leída, como es la exitosa novela de la sueca
Katarina Mazetti, que le sirvió de base al actor y dramatizador
catalán Alain Ganas y a su no menos importante director, también
catalán, Jose Mª Pou, quien por cierto lleva a cabo una eficaz y
sobria dirección escénica, pero con una excelente dirección
actoral, en la que alardean de un gran dominio gestual y de dominio
fónico de ambos, más cómico aún por parte del granjero Molero,
que suscitó frecuentes carcajadas.
En cuanto a la muy
sencilla escenografía, destacan en primer plano unos bancos, que se
aproximan o alejan, simbolizando el acercamiento o alejamiento
afectivo de la pareja y en segundo plano un montículo de campo muy
verde, donde retozan los amantes y él apacienta las vacas; pero está
desprovisto de todo elemento de utillería, hasta el punto de que
incluso los teléfonos son supuestos . Pero funcionó bien la
luminotecnia, que resaltaba un nublado ciclorama, también cargado de
cierto simbolismo.
Se concluye que el
nutrido y risueño público cacereño demostró que puede homenajear
especialmente a una diva del séptimo arte y reírse a carcajadas con
un simpático y listo granjero y así olvidarse hasta del alto precio
de las entradas y de otras preocupaciones cotidianas, aplaudiendo
largamente una regularcilla comedia, que hicieron buena una excelente
pareja de intérpretes, muy bien dirigidos.