A partir de hoy nos unimos a tu oración, y me pongo a trabajar codo con codo “ad maioren gloriam Dei”, para que nuestros hermanos los hombres puedan llegar al “conocimiento interno de Jesucristo para más amarle y seguirle” y podamos llegar juntos a vivir la “contemplación para alcanzar amor”.
Querido
Papa Paco:
Me han emocionado detalles de tu presentación en el balcón de
la plaza de San Pedro, y los quiero acoger como
signos y símbolos de tu persona y
de tu voluntad de ministerio al servicio
de la Iglesia en medio del mundo actual.
El crucifijo de toda la vida, el que
te servía para viajar por el metro de Buenos aires y dirigirte a los barrios
sencillos para compartir con la pobre gente la vida y la esperanza. Lo has
preferido al que te tenían preparado,
sin despreciar has mostrado la opción de lo diario, lo pequeño y lo
sencillo como el lugar donde se revela
más claramente la grandeza del Dios de la vida que ama a los hombres con
radicalidad de encarnación y cercanía; siento que es la iglesia que tú quieres,
llena de cercanía, ternura y de los
sencillos.
Tú nombre me ha provocado la admiración. Un nombre de
la vida y de la historia que simboliza
una iglesia desnuda, sencilla y pobre; sin ropajes ni máscara alguna, con la
naturalidad de la bendición y de la alabanza, con el beso de los últimos como
encuentro sacramental de Dios con los hombres.
La sencillez de la sola sotana
blanca, sin más adorno, sólo la estola
para la bendición. Poco ropaje para poder inclinarse con agilidad, sin
dificultad, y poner a los pies de los caídos y de los enfermos. Te veo soñando
con iglesia blanca, transparente, limpia, servidora, compasiva, y entregada.
La inclinación ante el Pueblo para
recibir su bendición, antes de darla, para orar juntos ante el Padre,
sintiéndonos todos criaturas. Un gesto de comunión y comunidad, con la claridad de que con
vosotros soy cristiano y para vosotros Padre, con la ayuda de Dios. Soñando con
una iglesia fraterna y corresponsable, donde todos tengan dignidad y presencia
participativa, conducida por el Espíritu.
Yo he rezado contigo, y con mi madre
que estaba a mi lado, el padre nuestro,
y cuando has bendecido me he santiguado y he hecho lo mismo con mi madre. A
partir de hoy nos unimos a tu oración, y me pongo a trabajar codo con codo “ad
maioren gloriam Dei”, para que nuestros hermanos los hombres puedan llegar al “conocimiento interno de
Jesucristo para más amarle y seguirle” y podamos llegar juntos a vivir la
“contemplación para alcanzar amor”.
Ah…
permíteme un atrevimiento. Me he acordado de tu hermano en espiritualidad
ignaciana, el cardenal Martini, que antes de irse al cielo, nos dejó algunas ideas para todos – también para el próximo papa- y que hoy me gustaría
recordarlas contigo; le preguntaban cómo se podría superar la fatiga
espiritual y recomendaba tres
herramientas:
—Yo
recomiendo tres muy fuertes. La primera es la conversión: la Iglesia debe
reconocer sus errores y seguir un proceso de cambio radical, empezando por el
Papa y los obispos. Los escándalos de pederastia nos empujan a emprender un camino
de conversión. Las preguntas acerca de la sexualidad y todos los temas
relacionados con el cuerpo son un ejemplo. Estos son importantes para todo el
mundo y, en ocasiones, tal vez son demasiado importantes. Debemos preguntarnos
si la gente sigue escuchando los consejos de la Iglesia en materia sexual. ¿En
este campo la Iglesia sigue siendo una autoridad o solo es ya una caricatura en
los medios? La segunda es la palabra de Dios. El Concilio Vaticano devolvió la
Biblia para los católicos. Solo la persona que percibe en su corazón esta
palabra puede ser parte de los que ayudan a la renovación de la Iglesia y
responderán a las preguntas personales con una elección acertada. La palabra de
Dios es simple y busca como compañero un corazón que escuche. Ni el clero ni el
derecho canónico pueden sustituir a la interioridad del hombre. Todas las
reglas externas, leyes, dogmas, son elementos para aclarar la voz interior y el
discernimiento de los espíritus. ¿Para qué están los sacramentos? Estos son el
tercer instrumento de sanación. Los sacramentos no son una herramienta para la
disciplina, sino una ayuda a los hombres para el camino y las flaquezas de la
vida. ¿Llevamos los sacramentos a las personas que necesitan fuerzas renovadas?
Pienso en todas las parejas divorciadas y vueltas a casar, en las familias
extendidas. Esta gente necesita una protección especial. La actitud que tomemos
hacia las familias extendidas determinará la cercanía de la Iglesia a la
generación de los hijos. Una mujer que es abandonada por su marido y tiene una
nueva pareja que cuida de ella y sus tres hijos. Si esta familia es objeto de
discriminación, se corta su relación con la Iglesia, no solo la relación de la
madre, sino también la de sus hijos. Si los padres están fuera o no sienten el
apoyo de la Iglesia, esta perderá la próxima generación…
Un
abrazo grande de este hijo, que ya con tu primera aparición se siente llamado a
conversión para la alegría y la esperanza, en esta familia eclesial que tanto
nos ha dado y desde la que queremos seguir apostando por el Reino de Dios y su
justicia, sabiendo que todo lo demás se nos va a dar por añadidura. Seguro que
Dios te va a bendecir de un modo especial, como lo hizo con Francisco de
Asís cuando le pidió que restaurara su
Iglesia.