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Balenciaga se «espeluznaría» si viera lo que se hace en su firma

OCIO Y SALUD
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Tras el debut en París de Alexander Wang como director artístico de Balenciaga, la vicepresidenta de la Fundación de la firma, Sonsoles Díez de Rivera, piensa que «Cristóbal Balenciaga se espeluznaría si viera lo que se está haciendo en su firma».

[Img #26868]«Balenciaga
era de otra época, no entendería que nadie le interpretara, pero como los
orientales copian todo de fábula, quizá Wang haga bien su trabajo»,
explica a EFEstilo Díez de Rivera, quien asegura que el anterior diseñador,
Nicolas Ghesquière, «tampoco» le gustaba.

 

Discreto
y tímido, Balenciaga, que jamás concedió una entrevista, «entregó su vida
a la moda para hacer una costura perfeccionista, eterna y atemporal».

 

Capaz
de diseñar, cortar, montar y coser un vestido de principio a fin, en 1968 el gurú
de la moda decidió jubilarse y echar el cierre a su taller antes de doblegarse
a la vulgaridad y rendirse al prêt-à-porter. «Cerró el taller con dinero
de su bolsillo, no presentó ninguna suspensión de pagos», advierte Díez de
Rivera.

 

Y lo
decidió así -añade- porque a Balenciaga no le gustaba ver cómo otros costureros
firmaban bajo el sello de Dior y de Chanel tras la muerte de estos míticos
creadores.

 

«Cuando
me muera, nadie volverá a firmar un balenciaga», decía el costurero de
Guetaria, pero falleció sin testamento, «y sus herederos rápidamente
empezaron a desmantelar la firma y a vender al mejor postor, no respetaron su
deseo», explica.

 

«No
vendieron su cadáver de milagro», se lamenta la hija de la Marquesa de
Llanzol, amiga y una de las mejores clientas del modisto, que escapó de la
Guerra Civil y se instaló en el tercer piso del número 10 de la Avenue George
V, un espacio en el que vistió a casi todas las reinas y la aristocracia
europea, además de actrices y damas ricas y poderosas de todo el mundo.

 

«Me
apena que la casa Balenciaga esté en manos ajenas, más cuando él no lo
deseaba», se lamenta Díez de Rivera, quien reprocha a la familia del
creador «haber vivió a su costa», amen de «vender sus archivos y
no donar ni un hilo, ni un alfiler al museo de Guetaria».

 

A día
de hoy, «continúan vendiendo cosas» -añade-, mientras que el
diseñador Hubert de Givenchy, amigo personal de Balenciaga, «se
desvive» por conseguir prendas, objetos y archivos en subastas.


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