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La plenitud del toreo a hombros: Ferrera, El Juli y Manzanares triunfaron ante nueve mil aficionados

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Tres toreros que atraviesan un momento de plenitud en su toreo y que supieron, cada uno en su registro, matizar cada virtud y potenciarla y arrinconar cada defecto, para que no molestase al espectáculo.

[Img #28250]Lo más frecuente es mencionar la suerte de los toreros en los sorteos, pero de vez en cuando los que tienen suerte son los toros. La corrida de Garcigrande que se lidió este lunes en Badajoz la tuvo: cayó en manos de tres toreros que atraviesan un momento de plenitud en su toreo y que supieron, cada uno en su registro, matizar cada virtud y potenciarla y arrinconar cada defecto, para que no molestase al espectáculo. No puede ser ésta la corrida que salga todos los días, pero de vez en cuando sale. Entre las virtudes, que los toros tuvieron fijeza y movilidad; en los defectos, que pasaron más que embistieron. José MaríaManzanares lidió el lote quizás más claro, y el aplicó la inteligencia y la elegancia. Antonio Ferrera, variadísimo con el capote y genuino en banderillas, fue todo entrega para muletear a dos toros diferentes. El Juli, por su parte, dio una lección de valor y dominio, con dos toros que le ofrecieron muy poco y con los que construyó mucho, muchísimo. Los tres salieron en hombros.



Antonio Ferrera sorteó en primer lugar un toro correctamente presentado de Garcigrande, cuya principal virtud fue la movilidad. Ferrera firmó un muy templado saludo de capote y un animado tercio de banderillas. En la muleta, trató de ligarle los muletazos a un toro que no descolgó y al que costaba repetir. Dos orejas para el esfuerzo del torero con toro de escaso lucimiento. Ferrera recibió al cuarto con dos tijerillas de rodillas y lo toreó con ritmo con el capote. Puso mucha personalidad y espectáculo en banderillas, donde puso cuatro pares, el último al violín. Ya en la muleta, no se aburrió en ningún momento con un toro de embestida cambiante, con el que firmó una faena de mucha entrega y disposición. Cortó una oreja y se le pidió la segunda, que el Presidente no conoció.


El Juli se impuso al segundo, un toro reservón en los primeros tercios, que metió bien la cara en banderillas. Tras brindar al Niño de Leganés, y consciente de la escasa fuerza del toro, planteó faena en cercanías. Ahí hizo lo que quiso con el toro, mostrando su seguridad y su dominio de la técnica. No acertó con la espada a la primera. Volvió a lograr un nivel extraordinario con el quinto, un ‘garcigrande’ que fue deslucido en los primeros tercios. Lo cuidó El Juli durante los primeros tercios y a pesar de eso el toro se paró pronto en la muleta. Cuando eso pasó, el torero de Velilla ya le había extraído una tanda muy buena sobre el derecho. Se arrimó y en en la distancia corta volvió a torearlo con poder incontestable, hasta el punto de ligar el toreo al natural con el contrario, sacándose al toro por un lado y por el otro. Gran actuación de El Juli, que cortó las dos orejas.


El tercero fue otro toro con movilidad y fijeza, pero con escasa clase. José María Manzanares no le exigió mucho en los primeros compases de su faena, pero fue clave la limpieza con que hizo las cosas para que el toro no se descompusiera más. Inteligencia para darle tiempos al toro, y elegancia en el trazo. Cobró pinchazo y estocada y paseó una oreja. El sexto fue como los anteriores: noble pero sin transmisión. Manzanares lo muleteó con mimo en una faena de estética cuidada. Rubricó la labor con un monumental volapié, previo a la concesión de una oreja.

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