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EL SEGUNDO MARACANAZO

OPINIÓN
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Cuando
el pasado miércoles 26, Brasil y Uruguay se enfrentaron en Belo Horizonte en
las semifinales de la Copa Confederaciones de la FIFA 2013, todo el mundo
recordaba, sin pretenderlo, el «Maracanazo» de 1950, la primera Copa
del Mundo tras la II Guerra Mundial que organizó Brasil, y que supuso para el
país anfitrión la mayor deshonra y duelo deportivo de su historia. Convertido
en leyenda, el «Maracanazo» volaba sobre el estadio
«Minerão», aunque la mayoría de los espectadores no hubieren nacido
aquel 16 de julio del 50. Y a punto estuvo de lograrlo la selección de Óscar
Tavárez si Forlán no hubiere fallado un penalti con el 0-0 inicial. El gol de
Fred, el empate del uruguayo Cavani y el desempate (2-1) de Paulinho, otro
brasileño emergente del combinado de Luis Felipe Scolari, pusieron el 2-1 en el
marcador, haciendo realidad la percepción
psicológica
del entrenador de la Canarinha, en el sentido de que lo sucedido en aquel
Mundial nos les iba a afectar porque él no había nacido…

 

                Ahora,
el segundo «Maracanazo» podría llegar este domingo 30, en la
final contra España. No de otra manera cabe interpretar la animadversión de que
ha sido objeto «la Roja» durante los partidos disputados en la
primera fase y en la semifinal del jueves 27 contra Italia por parte de los
aficionados brasileños, que han apoyado siempre a los equipos adversarios,
silbando a los chicos de Del Bosque, que tampoco hubiere nacido entonces, en un
deseo manifiesto de no encontrarse con España en la final ante la eventualidad de
otra deshonra deportiva. Hasta un medio deportivo brasileño ha acusado a la
escuadra nacional de juerga
tras su triunfo ante Uruguay. La final de Maracaná será el domingo la
«madre de todas las batallas» en el estadio y la «madre de todas
las manifestaciones» fuera de él, 
pese a las promesas de la presidenta brasileña, Dilma Rouseff, al
presidente de la FIFA, Joseph Blatter, sobre la seguridad de la final, aunque
«los verdaderos aficionados quieran
fútbol y no discursos políticos»

 [Img #28374]

                Pero;
¿qué entendemos por «Maracanazo»?: es el nombre con el que se conoce
la victoria imprevista de Uruguay sobre Brasil por 2-1 en aquella final de 1950,
en el recién inaugurado estadio de Maracaná de Río de Janeiro, ante más de
170.000 espectadores y que, desde entonces, se ha extrapolado a la victoria de
un equipo, o deportista, preferentemente en una final, en campo ajeno y con
todo el ambiente en contra, como le ha sucedido a «la Roja» y le
volverá a ocurrir el domingo. En aquel partido comenzó marcando Brasil por
mediación de Friaça en el minuto 47, respondido por los goles de Juan Alberto
Schiaffino en el 66 y de Alcides Ghiggia en el 79. Para la torcida brasileña, el
«Maracanazo» supuso una tragedia, la peor derrota deportiva del país.
El resultado final provocó

suicidios
en masa. «El ferviente público no podía entender lo que
sucedía adentro de la cancha», recoge en su blog «Mundialistas»
Fernando Taveira. «Lloraban todos. Nunca vi algo así», dijo
Schiaffino, que añadía: «No fue para tanto. Ganamos y nada más; pero de
100 partidos, perdíamos 99», afirmaba el arquero celeste Roque Máspoli. El
centrocampista celeste Obdulio Varela, conocido «El Negro Jefe»,
jamás quiso recordar el «Maracanazo». Peor aún sería tras aquel día y
hasta su muerte, ocurrida hace diez años, la historia del legendario portero
brasileño Moacir Barbosa Nascimento, que pasare tras aquella fecha de
superhéroe
a villano perpetuo
, que tan bien retratare el escritor uruguayo Eduardo
Galeano: «Los
moribundos
demoraron su muerte y los bebés apresuraron su nacimiento. La noche anterior
nadie podía dormir, y la mañana siguiente, nadie quería despertar.»
Barbosa fue el arquero que murió dos veces: el día del «Maracanazo» y
el de su muerte definitiva en el olvido.

 

                [Img #28377]De
aquel Mundial, los aficionados españoles al fútbol tan solo recuerdan, aunque
no hubieren nacido, el gol de Zarra al cancerbero inglés Williams, que nos dio
hasta entonces el mejor puesto obtenido en un Mundial: el cuarto; y la
entusiasmada narración de Matías Prats Cañete, que vaciaba los cines de las
ciudades para seguir por la radio sus retransmisiones. El maestro radiofónico
se sabía de memoria y recordaba muchos años después la retransmisión del célebre
gol:
«¡Gol, gol,
señoras y señores. Gol de España! Zarra acaba de marcar para España un gol
maravilloso. En una jugada plena de profundidad 
y rapidez, iniciada en el defensa Alonso, que pasó sobre Gainza, y este
de cabeza a Zarra, el delantero centro español, cruzando un tiro suave a media
altura, ha batido irremisiblemente al meta Williams…»

 

        Ahora, tras lograr el Mundial de 2010 en
Sudáfrica y las Copas de Europa de Selecciones de Austria-Suiza en 2008 y la de
Polonia-Ucrania en 2012, más de la de 1964 ante la URSS, el combinado nacional se
ha entorchado en su camiseta los galones de una estrella con el que la FIFA
distingue a las selecciones ganadoras de un Mundial.

 

                La
Copa Confederaciones 2013 es la novena edición de este torneo, organizado por
Brasil, que acogerá el próximo año el Mundial de Fútbol, y al que la FIFA
invita a los campeones de cada continente, además de al anfitrión del torneo y
al ganador del último Mundial, Brasil y España, los dos finalistas del domingo.
Al ser España campeón mundial, la UEFA ha invitado al otro finalista de la
anterior edición de la Copa de Europa de Selecciones: Italia. Los países
participantes han sido, pues: Brasil como país organizador; España, campeón
mundial 2010 (por la FIFA); Italia, finalista de la Eurocopa 2012 (por la UEFA);
Uruguay, campeón de la Copa América 2011, por la Confederación Sudamericana de
Fútbol (Commebol); México, campeón de la Copa de Oro de la Concapaf (Confederación
de Fútbol del Norte, Centroamérica y Caribe) 2011; Japón, campeón de la Copa
Asiática 2011, por la Confederación Asiática de Fútbol (AFC); Nigeria, campeón
de la Copa Africana de Naciones 2012, por la Confederación Africana de Fútbol
(CAP); y Tahití, campeón de la Copa de Naciones de la Confederación de Fútbol
de Oceanía (OFC).

 

                No
ha podido tener la Copa Confederaciones mejores semifinalistas: cuatro
campeones mundiales (Brasil, Uruguay, Italia y España). Brasil, pentacampeona
del mundo, luce cinco entorchados: 1958 (Suecia), el descubrimiento de Pelé y
Vavá; 1962 (Chile), con Garrincha como figura;  1970 (México), cuya semifinal con Alemania
Federal (4-3) ha sido considerada por muchos como el mejor partido de la
historia y que en la final vencería a Italia por 4-1, adjudicándose en
propiedad el trofeo Jules Rimet; 1994 (Estados Unidos), con Romario como figura
y que ganó por penaltis a Italia; y 2002 (Corea y Japón), que coronó a Ronaldo
con dos goles a Italia; Italia, cuatro (1934, 1938, 1982 y 2006); Alemania, 3
(1954, 1974 y 1990); Argentina, 2 (1978 y 1980); Inglaterra, 1 (1966); Francia,
1 (1998) y España, 1 (2010). Uruguay ganó los Campeonatos del Mundo de 1939 y
1950, y también los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928 que, organizados por la
FIFA, fueron reconocidos también como campeonatos mundiales, por lo que se
considera a «La Celeste» como tetracampeona del mundo; de ahí, las
cuatro estrellas que luce en su camiseta.

 [Img #28376]

                El
partido Brasil-España ya se juega
en la prensa
y las tertulias y en el ambiente, necesitado como siempre de
alegrías que, aunque perecederas, alegren las tristezas que nos impone el
momento. La única Copa FIFA que nos falta; la consagración de un lustro que nos
llevó a la gloria por momentos, porque la realidad terrena se impone. A 63 años
del «Maracanazo»; con la segunda victoria más amplia en partido
oficial (10-0 a Tahití) tras el 12-1 a Malta hace 30 años, en la seguridad de
que todo lo hubiéramos por ganar y nada por perder, aunque todo el ambiente
jugare contra nosotros…, en un campeonato en el que jugaron los tres porteros
y en el que la unidad de equipo se sobrepuso a las adversidades de clima y
ambiente.


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