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SCRIPTA MANENT ( LOS ESCRITOS PERMANECEN)

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Es
evidente que Cayo Tito  cuando dijo
aquello de 
Verba volant scripta manent , (las palabras vuelan, los escritos permanecen), desconocía
el internet, porque incluso las palabras escritas en este medio “volant”. Es
posible, que de esta época de avalancha de información, al final, no quede
nada. Cuando queremos conocer algún dato, ya no recurrimos como antiguamente a
un archivo o una biblioteca, en donde con suerte y tras muchas horas,
encontrábamos lo buscado. Hoy se pone una reseña en el Google y ya sólo queda
el cortar y pegar.  En unas fechas no
lejanas alguien que me indicó que estaba realizando una tesis doctoral y me
pidió información sobre un tema concreto,  le indiqué ciertos libros, cuya tirada al ser
muy corta, sólo encontraría en una biblioteca. Al cabo de unos días se puso en
contacto de nuevo conmigo porque los libros eran muy gruesos y había que leer
mucho para encontrar lo que buscaba. Tras indicarle una larga lista de páginas
a consultar, caí en la cuenta de que si no existe en  el Internet algo, ya no existe, pero esto es
engañoso. Hace unos días pretendí rescatar unos ensayos que había hecho para
una revista digital. La Web, quizás porque la financiaba algún departamento de
Cultura y ahora hay recortes, había desaparecido.


Pero sobre
la pervivencia de este dicho de Cayo Tito, empiezo a tener mis dudas. Este
verano,  me han traído unos doscientos
libros, porque al propietario le ocupaban mucho sitio, y ya los tenía en su
e-book. Sin duda estos soportadores de polvo en nuestras estanterías, están
pasando un mal momento, del que dudo se repongan ya jamás. Me comentaba un
conocido impresor, que ya hasta las instituciones públicas hacen una carátula
con lo que podría ser la portada del libro y lo entregan en un cd y ya ni esto
servirá, porque los nuevos ordenadores vienen sin esta aplicación.


Dicen que los romanos inventaron el chin-chin, de los brindis, para que todos
los sentidos se dieran cita en ese momento de celebración, al beber una copa de
vino. La vista, el olfato, el gusto, el tacto y faltaba el oído de ahí el
chocar las copas, para que este también participara en este grato ritual.


A los libros
los han despojado de ciertos placeres. Un libro no sólo se lee, también se
palpa el papel, se huele la tinta y hasta, si es antiguo, los olores que ha ido
captando con el tiempo, y hasta si me apuran hasta el oído participa en el
atchís, del estornudo por el polvo acumulado, ese que tanto odian las amas de
casa.


Nuestras
bibliotecas irán sustituyendo los viejos ejemplares por una conexión wifi, tras
darnos las claves del libro que queremos buscar, nos los descargaremos y se
acabó el devolverlo tarde.


En los años
setenta con el boom de los extraterrestres, algunos llegaban a afirmar que si
no había restos de su presencia en la tierra, era porque su tecnología había
sido tan sofisticada, que no dejaron restos. Empiezo a pensar que quizás no
andaban tan desacertados , porque mucho me temo que en el futuro, nadie sabrá
de nosotros, nuestras ideas serán esas “verba volant” palabras que se ha
llevado el viento y ya no están en ninguna parte, como decía aquel senador
romano, Cayo Tito. Mientras tanto, me han amenazado con que me traerán más
libros. Tendré que montar una ong de una  “Sociedad protectora de libros abandonados”. Es
lo que tiene, el tener animales domésticos y  libros, que 
algunos, una vez disfrutados, molestan a los dueños.


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