Al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, le ha tocado anunciar unas cuentas públicas sin grandes recortes pero tampoco alegrías. En general, los presupuestos son continuistas y el aumento del gasto, en casi un 3,7%, se justifica en gran medida por la marcha de la nómina de las pensiones, que crece más de un 5,4% debido al elevado número de pensionistas que están ingresando en el sistema y a las mejores prestaciones que estos reciben.
Pero la música que acompaña a las cuentas no acaba de acompañar a la letra. Los ingresos «de la recuperación» siguen recortando en inversión productiva, como en infraestructuras con una caída del 8,6%, o en I+D+i, que en el apartado civil solo tiene una nimia mejoría del 1,3%. También cae la formación para el empleo un 14%. En materia social, el Ejecutivo congelará las pensiones, a las que por el momento prevé una revalorización del 0,25% cuando la evolución de los precios estará por encima del 1%, y una congelación de los sueldos de los funcionarios.
Montoro ha insistido en el carácter «social» de los presupuestos, subrayando el aumento de partidas como las becas, que vuelven a estar en línea de lo asignado en 2012.
Pero donde la orquesta de ingresos y gastos desafina especialmente es al observar el apartado de ingresos. El Ejecutivo prevé mejoras en casi todos los impuestos, como IRPF, IVA o Sociedades, cuando también contempla que se siga destruyendo empleo o que la demanda nacional caiga un 0,4%.
Además, prevé que las cotizaciones sociales de los ocupados caigan un 3,9%, lo que hace aún más difícil de creer sus estimaciones de mejora de consumo privado o de recaudación de IRPF.
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