LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

[Img #32207]Me encuentro en el Google el dibujo de un
lazo que me lleva a saber que el día 25
 
se conmemora “El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia
contra la Mujer
que fue
aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999” La lacra del
maltrato femenino derivada de una consideración de tratarse de un elemento de
segunda en nuestra sociedad lleva arrastrándose desde que el hombre puede
considerarse como tal.
El tener que
declarar un día para erradicar esa superioridad masculina sobre ella implica
que efectivamente no se ha borrado de nuestro entorno y no hay que ir a países
de tradición islámica sino a nuestro lado en la laica Europa. Aunque tampoco
vendría mal ocuparse del vergonzante maltrato masculino. Ciertos anuncios
televisivos o situaciones en películas de cine, en la que el sufridor es el
hombre y que se ven como normales levantarían ampollas si la protagonista de
estos fuera la mujer, pero eso, ahora, no toca. Llevo trabajando  hace tiempo en un libro,”“El sexo a-legal”
pero es tal la abundancia de información de todo ámbito  que recopilo que nunca lo doy  por terminado, lo que indica que
efectivamente ha sufrido mucha discriminación en todos los tiempos. Porque 
su situación legal a través de los
tiempos no ha sido la misma que para el hombre. Se la ha protegido, se la ha
discriminado o el uso y costumbres le ha otorgado un rol distinto. Este papel
social que le ha otorgado la sociedad o que ella se ha otorgado, tiene sus
claroscuros, pero siempre hay una reticencia por parte del varón de darle
autonomía, y cuando la ha solicitado o el momento social ha sido el adecuado,
siempre ha dado marcha atrás poniendo trabas a sus pretensiones, no importa época
o cultura.

 

Voy
a referirme a una época en la que pese a la imagen de represión que siempre
hemos tenido “in mente” con protagonismo masculino, fue la mujer la que más
sufrió y posiblemente la que provocó la aparición de la misma aunque luego
derivara  por otros derroteros, me
refiero a la Inquisisción.

El
5 de diciembre de 1484, Inocencio VIII emitió una bula: «Summis Desiderantes affectibus», que constituyó la base
legal de la Inquisición para perseguir a las brujas. Aunque sería el libro: “Malleus Maleficarum (El Martillo de las
Brujas), escrito en 1487, compilando diversas actuaciones e ideas anteriores,
de dos frailes dominicos alemanes Heinrich
Kraemer
y Jacobo Sprenger, que aseguraban que les habían sido
otorgados poderes para procesar a las brujas, aunque tal afirmación fuera
falsa, el que se convirtió en breve período de tiempo y tras múltiples
ediciones en diversos países, en el manual práctico para magistrados e
inquisidores de esta persecución. En él vuelcan sus fobias hacia el sexo
femenino, a las que acusan de todos los males de la humanidad y hacen especial
hincapié en las relaciones sexuales que estas tenían con Satanás.

Pero
no sería sólo la religión católica la que se volcase en la persecución de estas
mujeres, los protestantes, puritanos y anglicanos lo hicieron todavía con más
saña, Martín Lutero padre de la Reforma
protestante, quería «matar a todas
las brujas»
; y de su misma idea eran otros reformadores como Calvino
que pedía que las «exterminaran».

 El «Constitutio
Criminalis Carolina»
del emperador Carlos V ilegalizó en 1532 la brujería, el aborto y la anticoncepción.( Esta es la
clave de la persecución). 

Pero
¿porqué este ensañamiento contra estas mujeres cuyos procesos, se cree que
fueron unos 110 entre 1450 y 1750, produciendo unas 60 mil muertes, y en los
que la religión y la acusación de brujería fueron sólo la excusa y el soporte
ideológico para condenarlas? Las parteras las curanderas y las “herboleras”,
fueron perseguidas con incomprensible saña. Efectivamente este fue el principal
motivo,  eliminar a las mujeres que proveían, a
otras,  de hierbas abortivas y anticonceptivas,
en un momento en que se estimó necesario alentar la concepción, porque la
epidemia de «peste negra» que se produjo durante el s. XIV, había
aniquilado a un tercio de la población europea.  A ellas se les acusó, en
un período de gran mortalidad infantil, las mujeres solían tener un hijo cada
dos años, y se sabe que en París dos de cada tres niños eran abandonados al
nacer, de causar la muerte de los niños para evitar que fueran bautizados y así
entregarlos al diablo. Pero no se libraba ninguna mujer de poder serlo; también
estaban bajo sospecha las ancianas viudas y pobres, porque como dice el
inquisidor Martín Castañeda en su “Tratado
de las supersticiones y hechicerías
” publicado en 1529: “Como en otros vicios la pobreza, es muchas
veces ocasión de muchos males”.

Nadie
se libraba,  ni tan siquiera las beatas o
sacristanas, porque eran mujeres que tenían fácil acceso a los sacerdotes a los
que, engatusaban y mancillaban.

En
definitiva, bastaba ser mujer para poder ser posible candidata a la acusación de
brujería. Y ¿porqué habían de ser brujas las mujeres y no brujos los
hombres?  Kraemer y Sprenger, en su “Malleus” 
no tienen duda alguna: “El
sexo femenino está más relacionado con las cosas de la carne que el masculino,
porque están formadas de las costillas de un hombre, son sólo animales
imperfectos y aviesos, mientras que el hombre pertenece al sexo privilegiado
del que Cristo  emergió”.

 Frente a la gran persecución y muertes
producidas en toda Europa, en España se calcula que como máximo serían unas
mil, casi todas en el País Vasco, y su persecución prácticamente fue nula
después del proceso de 1610 en Logroño, en el que se juzgo a unos cientos de
personas, entre ellas, las brujas de Zagarramundi.

[Img #32208]Los
médicos no solían atender a las mujeres que quedaban en manos de comadronas,
parteras o mujeres que habían ido transmitiéndose de madres a hijas el
conocimiento de las plantas medicinales, ( este es el motivo por el que algunas
niñas de corta edad también fueron tratadas como brujas) y estas eran las que
podían darles las hierbas adecuadas que les impidiera tener otro embarazo,
siempre peligroso en aquellos momentos con una gran mortalidad en los partos
por falta de higiene, y no siempre deseado, por la escasez de alimentos y las
hambrunas. 

Este
era el motivo principal,  tras la peste,
los señores feudales e incluso la Iglesia que tenía también gran cantidad de
posesiones, se quedaron sin siervos que trabajaran las tierras o formaran parte
del ejército, así pues se fomentó la
procreación, este era el principal deber de la mujer, tener hijos, y para ello
había que perseguir a quienes lo impidieran ya fuera porque practicaran abortos,
o porque con sus conocimientos evitaran los embarazos.

El
Malleus Maleficarum no tenía duda en ello:
» Esto se refiere a cualquier acto de brujería, que pueda impedir la
finalidad del matrimonio, v para que este impedimento produzca efecto pueden
concurrir tres causas, a saber: la brujería, el demonio y el permiso de Dios.
Más aun, la más fuerte puede influir sobre la que lo sea menos. Pero el poder
del demonio es más fuerte que cualquier poder humano…»Nadie es más
peligrosa y perniciosa a la Fe Católica que la partera (…) Las Brujas que lo
son matan en variadas formas el niño concebido en el vientre y procuran un aborto;
y ofertan al recién nacido a los diablos.«

 

Nada
tiene de extraño que en la iconografía que nos han trasmitido los pìntores de
esa época, las mujeres, incluso las santas vírgenes,  tengan el aspecto de estar embarazadas, como
en el cuadro de Santa Catalina de Alejandría de Roger van de Weyden, que se
conserva en Viena,  en la que  coloca su mano en el vientre, en un gesto que
recuerda mucho al de una mujer grávida. La Eva desnuda  de Van Eyck tiene el mismo aspecto, pero
incluso el español Fernando Gallego, representa también a la Santa de
Alejandría desnuda y con un vientre ligeramente hinchado.

Como Europa tras todas estas medidas
consiguió duplicar en un par de siglos su población, ya en el S. XVIII no hacía
falta alguna ensañarse con las parteras, así es que  desapareció la persecución. Aunque no sin haber batallado para conseguirlo,
en el S.XVI el médico  Johan Weyer y en
el XVII, el jesuita Friedich Spee.