El invierno de la vida transcurre a veces en blanco y negro.
Atrás quedaron los días de esplendor en
que viniste a hacer tu nido en mi rama más alta cuando un estallido de flores
cubría mi copa de color pastel.
Atrás quedaron los días de esplendor en
que viniste a hacer tu nido en mi rama más alta cuando un estallido de flores
cubría mi copa de color pastel.
Mis hojas, más tarde,
protegieron a tus polluelos ocultándoles
de acechantes predadores y fueron como
brisa fresca agitándose los días del caluroso verano. Ellos fueron creciendo y
madurando a la vez que mis frutos . Pero una vez más llegó el otoño, comenzaron
a amarillear las hojas y fueron cayendo sigilosamente formando una tupida
alfombra alrededor de mi tronco. Llegaron las lluvias, el frío y los vientos
huracanados se llevaron consigo las últimas hojas dejando mis ramas
completamente desnudas, con la sola compañía de tu nido que, aunque ya maltrecho,
se mantiene aferrado a la rama formando parte del mismo paisaje invernal.
protegieron a tus polluelos ocultándoles
de acechantes predadores y fueron como
brisa fresca agitándose los días del caluroso verano. Ellos fueron creciendo y
madurando a la vez que mis frutos . Pero una vez más llegó el otoño, comenzaron
a amarillear las hojas y fueron cayendo sigilosamente formando una tupida
alfombra alrededor de mi tronco. Llegaron las lluvias, el frío y los vientos
huracanados se llevaron consigo las últimas hojas dejando mis ramas
completamente desnudas, con la sola compañía de tu nido que, aunque ya maltrecho,
se mantiene aferrado a la rama formando parte del mismo paisaje invernal.
Cuando en mis días aciagos y mis noches oscuras la tristeza
me embarga, miro tu nido solo y frío y un
atisbo de esperanza intenta asomar de
nuevo cuando siento la savia que fluye por mis ramas que ansía la
llegada de una nueva primavera. Antes llegará la poda para llevarse lo
viejo y que nazca lo nuevo.