… La verdadera igualdad llegará cuando la mujer se reivindique como mujer y no necesite calcar los roles masculinos para ocupar puestos siempre destinados a ellos. La igualdad llegará cuando los tradicionales valores femeninos sean tan importantes y respetados como los masculinos. Cuando una mujer (y de paso un hombre ) no tenga que trabajar 60 horas semanales para demostrar su entrega incondicional a la empresa…
«Sólo
2 de cada 10 personas que aparecen en las noticias económicas son mujeres”. Lo
leo en un informe que se publica en
algún medio de comunicación estos días
que rodean al 8 de Marzo. Bueno, ¿y qué?, me pregunto. Las que salen no destacan
precisamente por estar defendiendo políticas beneficiosas e igualitarias para la sociedad, (pensaba en Christine
Lagarde, por
poner un ejemplo)
Al hilo de ese artículo, recuerdo otro
demoledor titulado “El varón, arma de destrucción masiva”, en el que se recoge que “el 90% de los homicidios cometidos entre 1980 y 2005 lo
fueron por varones, mientras que solo el 10% por mujeres. De todos esos
homicidios, algo más de dos tercios (68%) fueron cometidos por varones contra
varones, mientras que en uno de cada cinco (21%) un varón mató a mujer. Aunque
sí que hubo mujeres que mataron a hombres, solo representaron el 10% de todos
los homicidios, mientras que el porcentaje de mujeres que mataron a mujeres fue
del 2,2%. Al igual que la guerra, el
homicidio y en general el crimen, parecen ser fenómenos casi puramente
masculinos. Solo en el siglo XX, las víctimas de los conflictos bélicos desencadenados y ejecutados por
varones se cobraron la vida de entre 136 y 148 millones de personas”. En las
situaciones extremas los hombres matan,
roban y violan y las mujeres intentan levantar el país, dicen los expertos. No veo pues ninguna ventaja en los
llamados patrones masculinos.
Ahí voy,
las mujeres que aparecen en la prensa en el papel de políticas,
economistas, financieras, han abandonado por el camino su esencia,
para remedar las actitudes del varón, y no precisamente en
lo bueno. Y nos equivocamos. La verdadera igualdad llegará cuando la
mujer se
reivindique como mujer y no necesite calcar los roles masculinos para
ocupar puestos siempre destinados a ellos. La igualdad llegará cuando
los
tradicionales valores femeninos sean tan
importantes y respetados como los masculinos. Cuando una mujer (y de
paso un
hombre ) no tenga que trabajar 60 horas semanales para demostrar su
entrega
incondicional a la empresa. Cuando sea normal que una mujer (y de paso
un hombre ) decline
su asistencia a comidas o a reuniones
maratonianas fuera de horario, solo por agradar al jefe y ascender así
en el escalafón. Mientras las decisiones
sobre el precio de la luz las tomen aquellos
que no han puesto una lavadora en su vida. Mientras los horarios
laborales los marquen quienes jamás han tenido que preparar con prisas
la comida del día siguiente, seguiremos siendo ciudadanas de segunda.
No
nos engañemos, estamos a cien años luz de alcanzar la igualdad, y solo
hablo de las “privilegiadas”
del primer mundo. Hemos avanzado mucho, es indiscutible, pero mientras
señoras triunfadoras, y aparentemente liberadas como Shakira o la
infanta Cristina, adopten
encantadas el papel de “sumisa por amor” (otro de los grandes retos de
la mujer
actual, dejar de entender el amor como dependencia), debemos permanecer
en la brecha. Por eso me quedo con un único
slogan para el 8 de Marzo: “No me digas feliz día, levántate y lucha
conmigo”