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Comencé
con esa lírica abstracción que infunde la luna llena, noche del viernes en sus
primeros reflejos, dejándome llevar por el embeleso, su brillo especial y la
innumerable retahíla de pensamientos que se vinieron al estímulo, la mañana
radiante del sábado poniendo con antelación la primavera en todos los campos,
el día apretando lo suyo hasta en las sombras, la religión de los ratos sin
dioses conocidos que uno comprueba desde piel hacia adentro, la nueva noche del
sábado con la intensidad del relumbrón de la luna, advirtiendo una presencia
cómoda, haciéndote serena y romántica; a pocas horas más allá un domingo gemelo
de ayer, con sus compromisos de sol y sus devaneos con el verano, la vigilia de
los sueños de quienes comienzan sus adoraciones a sus santos, la guitarra en
las manos, el coro
  del paisaje más
atento que los ojos, el ofrecimiento de ellos/ellas, de todos, dando a probar
los resultados de su cortesía, el potaje de gurumelos, las tortillas de
bacalao, la gente abriendo sonrisas por todas las puertas, el recorrido con la
cámara pendiente de buscar cosas que emocionaran y apetecer encontrarlas y
luego encontrarlas en los más sencillos entornos sin complejos ni complementos
de moda ni altivez ni fantasías fuera de las propias del saludo, el abrazo, el
beso, el “quédate”, el “estás como siempre”, el intercambio de sensaciones,
dame tu correo, toma mi sonrisa, vente, tienes que venir más a menudo, sigue
tocando, todo lo que se suma al no querer acabar, a que el tiempo pase de largo
sin llevarte, luego la vuelta sin otro remedio que el alma repleta de cosas
insignificantes de estas que digo, que nadie escribirá en un libro de historia,
que nadie pondrá en su diario, cosas así que suceden sin programas y salen
perfectas porque nos nombramos nosotros y nos olvidamos de la estupidez y nos
movemos con el resorte de la luna llena y nos da por quitarle atención al mundo
que nos han fabricado a nuestra espaldas y a estas horas de la noche no sabemos
qué ocurrió estos tres días en los telediarios y agradecemos que no nos lo
cuenten.

 


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