El 28 de diciembre de 1936 se levantó con
una macabra y cadavérica inocentada: En
la batalla de Lopera (Jaén) caía fulminado por las balas fascistas el joven y
prometedor poeta británico Rupert John Cornford, miembro de la XIV Brigada
Internacional. Y ese mismo día veía la
luz Nemesio Montero Caletrío, hijo de Tomás Montero Barroso y de Pilar Caletrío
Esteban. Pertenecía, por la rama
paterna, a la familia de “Los Obispos”, y por la materna, a la de “Los Grillos”. Allá por los años 80 del pasado siglo,
Nemesio salió elegido concejal en una lista regionalista, bajo el epígrafe de
“Extremadura Unida”, que encabezaba Eloy Gutiérrez Montero, uno de los primeros
alcaldes extremeños que se involucraron en los temas de la Memoria
Histórica. Ganó por mayoría absoluta con
un programa que superaba por la izquierda al del PSOE, que fue derrotado, al
igual que la lista de la derecha (AP), que no obtuvo concejal alguno.
En aquellos años, Nemesio “El Grillo” (solo heredó el apodo materno) era
un tiarrón de padre y muy señor mío, con unas manazas de hierro, braquicéfalo y
con un pescuezo como un toro. Solterón, honesto
y cabal campesino. Un día emparejé con
él y le pregunté por su sentir regionalista.
Él, esbozando una sincera sonrisa, me respondió: “El mi agüelu Hilariu,
que en pajesté, anduvu pa la guerra de Cuba, que loh suh pádrih no lo pudun
libral, y pa,llí se echó una novia cubana, que pol pocu no se la trai pal
pueblu”. Y me seguía relatando que su
abuelo era un rebelde, que, junto con otros soldados, preparó un motín por la
mala comida y las penalidades que pasaban los hijos de los pobres, que venían a
ser la carne de cañón, mientras que los hijos de los ricos se libraban del
servicio militar. Fue arrestado y tirado
como un perro en unos calabozos donde nada más había que chinches y
pulgas.
Nemesio, al que, con los años, dieron en bautizar como “Chiqui”, me
refirió que su abuelo siempre se consideró un extremeño de arriba abajo. “Hay
que dali pal pelu (le decía su abuelo) a tóh ésuh cacicórruh que na,máh andan
con gánah de alampal lo que no eh suyu y que siempre anduvun caciqueandu con la
compra de loh vótuh”. Y Nemesio luchó y
se portó honradamente en su puesto de concejal, siguiendo los consejos de su
abuelo Hilario.
Pero aquella “Extremadura Unida” de en tiempos, la que aglutinó e
ilusionó a mucha gente de izquierdas venida de otras formaciones y con amplio
currículum de lucha contra la oprobiosa dictadura de Franco, después de ciertas
batallas ganadas en las urnas, hizo agua por muchas partes. Por narices, tenía que fracturarse, pues cada
vez se hacían más patentes las abismales diferencias entre las formas de
entender el regionalismo. Pedro Cañada
Castillo, que fue senador con la UCD de Adolfo Suárez y alma máter del partido,
tenía muchas reminiscencias derechoides dentro de su caletre, imposibles de
congeniar con la visión izquierdista de otro nutrido grupo de militantes. Finalmente, Cañada y el sector de derechas se
llevaron el nombre del partido a otros territorios, y los de izquierda fundaron
el Partido Regionalista Extremeño (PREX), que, al coaligarse con Coalición
Extremeña, pasó a denominarse PREX-CREX, nombre bastante cacofónico y que suena
a desgarrador grito de ave antediluviana.
Dos visiones de entender las filosofías regionalistas: la que mira por
el ojo derecho y que encaja con la óptica del ensayista pacense José López
Prudencio: Nostalgia extremeñista; regionalismo paternalista y conservador;
exaltación burguesa de la identidad extremeña; tradicionalismo católico, en la
línea de Menéndez Pelayo; visión de Extremadura como fiel hija de una España
imperial y muchas impregnaciones del criticismo y del espíritu armónico, sin
descartar su apego a las corrientes que tienen como noble aspiración alcanzar
una síntesis suprema de los diverso con lo idéntico. Nada es de extrañar, pues, que Cañada y su
Extremadura Unida se pasaran, con todos sus pertrechos y casi como desguace, al
Partido Popular, con el que andan cómodamente coaligados. El Prex-Crex, con el hurdano Estanislao
Martín Martín como presidente, tomaron partido por una pazguata y moderada
socialdemocracia, lo que les llevó a aliarse con el PSOE. Para ambos, EU y PREX-CREX, les era
imprescindible el oxígeno de partidos mayoritarios para poder subsistir.
No será mi humilde persona el que diga, como afirmaba José Ortega y
Gasset, que “el regionalismo es un mal endémico”. Tampoco que “el regionalismo tiene una
significación que, solo la palabra, me subleva los sentimientos de español”,
como exclamaba Práxedes Mateo Sagasta, presidente siete veces del Gobierno de
la Nación, entre 1870 y 1902. Pero sí
diré que, dados los condicionantes socioeconómicos actuales de Extremadura y
ese índice tan alto de identificación de los extremeños con su tierra (las
últimas encuestas así lo cantan), un regionalismo de derechas no pinta nada en
un ámbito territorial que sigue siendo sociológicamente de izquierdas, máxime
cuando prácticamente está diluido en el PP, con toda la carga neoconservadora,
neoliberal, monárquica y guillotinadora de las libertades y de las conquistas
sociales que conllevan las prietas filas de los populares.
Mayor juego podría dar un Partido Regionalista Extremeño, sin el
chirriante sufijo detrás, que encumbrara la figura de Antonio Elviro Berdeguer,
conocido en muchas partes como el Blas Infante extremeño. Antonio Elviro fue un pedagogo social, un
auténtico extremeñista que desgranó toda una avanzada doctrina regionalista en
pro de las tierras extremeñas y de las clases medias y bajas, atacando
furibundamente el caciquismo, la inoperancia y parasitismo de la burguesía y la
oligarquía agraria y latifundista. Este
médico, publicista y virtuoso revolucionario de Salorino es todo un ejemplo a
seguir. El PREX debería mirarse en su espejo y cada 7 de diciembre (fue
fusilado por los franquistas en un día como ese de 1936) organizar todo un
masivo acto de exaltación a su figura.
Ahora, cuando al Partido Regionalista Extremeño ya no le atan las trabas
con el PSOE, va siendo como hora de que configure su estrategia y retoque los
aspectos ideológicos, incluyendo, incluso, ciertas ideas nada despreciables de
aquel Bloque Extremeñista Revolucionario que tuvo como máxima figura a Belarmino
Martín Galindo, alcalde de Majadas de Tiétar.
Nemesio “El Grillo”, al que dimos tierra un día de San Ponciano de 2010,
volvería a esbozar una sincera y complaciente sonrisa si el PREX, que hoy tiene
muy buena gente en su vanguardia, tomara nota y se arriesgara a conseguir
nuevas metas más furibundamente sociales y extremeñistas.