Digital Extremadura

LOS DESCUIDOS DE LA VIDA

OPINIÓN
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Apenas comenzando el anochecer del
día ocho de mayo, en plenitud de primavera de proyectos, sueños de nacencias
con todos los protocolos que la estación propicia, apenas todo eso para que la
vida descuidara su misión protectora y la carretera pusiera un límite a los
niños. ¡Insensata desconsideración!, ¡injusto destino!. Y aquí estamos, lejos
ya de la serenidad y proscritos a un dolor eterno. Bien hubiera podido la vida
aplazar el desenlace como aplazara el partido o bien pudiera la vida haber
prestado una desmedida atención sabiendo que el autobús solo portaba sueños y
ternuras. Era suficiente patrimonio humano como para dotarlo de un especial
respeto, y no lo hizo, y se desentendió, y se nubló toda la primavera y se
llenó de tragedia la tierra grande de Extremadura y se anegó de lágrimas la
ruta, creando un miedo tormentoso en los hogares y un dolor infinito en el
alma.

 

            Pero las culpas andan sueltas por el
aire, siempre atentas a pronunciarse en tono maldito y se despacharon en
alevosías hasta morder las esperanzas y quebrar el sentido más bondadoso de los
hombres. Los niños han dejado sus nombres y sus risas en aquel arcén como
dejaron su impronta agradable en sus asientos, como dejaron la alegría
motivadora en cada gesto. Quedarán los recuerdos totalmente enfundados en una
retahíla de emociones y los padres conservarán la sutileza toda de la vida
compartida y le buscarán razones para poder soportar los golpes de la memoria.

 

            Ha de quedar un hálito de honor para
ellos, un brindis de amor por ellos, un afán cálido siempre recordable, por
ellos. Han de quedar sus vidas grabadas en lo más poderoso de nuestros
sentimientos, para que no dejen de ser vidas o vuelvan a ser vidas, para
siempre.


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