Todo
nos lleva a la política, aquella que ampara que los partidos políticos una vez
que obtienen la representación institucional que han pedido a los ciudadanos,
se olviden completamente de ellos. Aquella que se olvida que los que están
sentados en la Asamblea de Extremadura no se representan a sí mismos sino a las
personas que cogieron la papeleta de su partido un domingo de elecciones y
optaron por un programa electoral y por un modo de hacer política distinto a
los demás candidatos y partidos.
Pero
nada de eso cuenta. Ya instalados en las poltronas y en los cargos de
representación y otros con muchas ganas de llegar a ellos, la discusión se
pervierte, ya no se habla de programas electorales, de propuestas de
inversiones, del bienestar de los extremeños, de la ley de dependencia, de la
carencia asistencial en nuestro hospitales, de los miles de parados que tiene
Extremadura, de la asunción vergonzosa de tener que pagar a miles de extremeños
una «renta básica» para poder vivir, y que no han visto ni en
fotografía, del paro juvenil entre los más altos de Europa, de colegios sin
hacer, de pueblos envejecidos, de infraestructuras a medias, de todo lo que
aquí interesa y que no ha sido hecho, de una deuda histórica que consta en nuestro
Estatuto de autonomía, portando todo ello un futuro más que incierto para el
progreso de una Extremadura del siglo XXI.
La discusión sobre la moción
de censura ha quedado reducida a si lo que interesaba era que Izquierda Unida
se «retratara», y yo me pregunto: a nosotros que nos importa el
retrato de izquierda unida? Que como bien dice Monago ya se retrataron en el
2011, haciendo posible su proclamación como presidente y olvidando el programa
electoral por el que salieron elegidos tres diputados.
A los extremeños les
interesa que alguien con valentía analice su propio retrato, aquel que quizá
hable del desapego descomunal a una clase política que ni tiene clase ni sabe
hacer política.
