Aquel niño de un pueblecito alemán de la Selva Negra soñaba con esa esfera de cuero, juguete de recreos escolares, mapamundi de una gloria de hierba y redes, el balón; y “Jogui” se divertía con sus cuatro hermanos – él el mayor – durante esos recreos, en que sueñan y hemos soñado con la gloria y los cromos, cuando recitábamos de memoria alineaciones como la lista de los Reyes Godos. “Jogui” tenía en su morral, además del fútbol, algo que hemos tenido todos los niños: ser monaguillo. Pero su gloria era esa estampa cuadrangular de un campo de futbol, e iniciaría su periplo por esos terrenos de juego alemanes y suizos. Una carrera como la de tantos de linimento y botas. En Friburgo era bien conocido, y quizás me cruzaría con él, porque dos de mis hijos aprendieron algo de alemán en esa bella ciudad, y aún la llevo prendida en el álbum del recuerdo. Sé que “Jogui” jugó en el Eintrach Franfort y en otros conjuntos suizos, y en la Selección alemana Sub 21, y que ganaría una Copa de Alemania con el “Triángulo mágico Balakov, Eiber y Bobic”. Sería, sin duda, uno de esos días que se cuelgan en la memoria como si fuese un hijo de un Dios menor; y esa noche no dormiría con una luna llena como el balón que cuelga de la efímera gloria de los hombres. Esa noche “Jogui” no pegaría ojo y su imaginación se desbordaría por la gran postal de los “¡uy…”; y se vería vestido de blanco y negro. Pero los sueños, sueños son y en el vestuario se marchitarían los pétalos de la gloria.
Y “Jogui” conocería la amargura del despido – qué “basto” como si fuera un obrero del futbol – y recorrería campos y alineaciones. Y las noches que serían muy largas …. Aquella conquista de la Bundesliga de Austria le abriría, como un rayo, los nubarrones de la gloria pálida; y hasta besaría la hierba seca del paro – ese Tirol, en bancarrota -. Pero, en ocasiones, vuelven los amigos, aquellos que compartirían pupitres y encerados. Y apareció en “el agosto, augusto y lento” de 2004 Klinsman, y le ofrecería que fuera su ayudante en la Selección Alemana. Ese día, “Jogui” vería el cielo abierto como si una gitana le hubiera pronosticado el azar de la gloria. Y hay vidas que se hacen con dúos y ambos buscarían la meta soñada. El 12 de julio de 2006 dejaba Klinsman la Selección Alemana. Entonces, “Jogui” tenía en su cuerpo un ejército de muslos, pies y linimento, y hasta nuestro árbitro Mejuto lo expulsaría en un partido; y, en 2O10, en nuestro sueño de Sudáfrica, derrotaríamos a Alemania por uno a cero. “Jogui” esperaba este año; siempre hay que soñar con la espera… Y, con él, su amiga Ángela Merkel también.
Yo lo conocí en el Bernabéu, la noche en que el Madrid abría los caminos de la coronación europea, este año, frente al Bayer. “Jogui” es muy teutón y le partieron una pierna en una de esas entradas de patio de colegio. Ese día, a “Jogui” los tacos de una bota le segaron las hierbas de la gloria, pero “Jogui” sigue siendo “Jogui”, aunque sea Löw. “El niño que no juega no es niño – Neruda -, pero el hombre que no juega perdió al niño que vivía en él”. Ahí juega desde la plana mayor del banquillo. Como siempre, Daniela le espera en Friburgo para beber de la copa de la gloria.