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DOS REYES COMO HERMANOS

OPINIÓN
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[Img #37758]Cómo ha pasado el tiempo – no, no pasa el tiempo; pasamos nosotros -. Aquellos años en que estrenábamos ese período llamado Democracia, que atrás habíamos dejado un tiempo de silencio y, más alejado, otro de sangre y fuego. Al contemplar esta imagen que tienes, querido lector, ante tus ojos, comenzaba en los que estábamos, como diría Platón “en la segunda navegación, la más hermosa y serena.” Qué buen sonido tienen, en ocasiones, las palabras y quizás en esas fechas de San Juan se “quemarían” unos años añejos, como si la arcilla hubiera caído con una rara lluvia, que de niños atizábamos las hogueras de San Juan, como quien prende fuego a lo viejo, en un mito y rito que, chavales, desconocíamos sus etimologías. Quemar, en suma, lo viejo y avivar el fuego como purificación. Ya todo eso es pasado y, hasta los campesinos, han olvidos esos ritos y mitos, tan en la naturaleza humana. Adiós, adiós, adiós a una cultura fenecida desgraciadamente.

 

Por eso, al hallar esta imagen recordaré, en las hogueras de San Juan, Santo del Rey Juan Carlos I, aquel paréntesis que se abría en la vieja” piel de toro”, Hispania; y este “Campo del Moro”, moro de la morería del Palacio Real, que una simbólica España abría su vieja hopalanda y dejaría “quemársela”, ante ese aliento de la llamada Democracia. Qué sueños, además, éramos jóvenes, veíamos crecer los árboles y hasta nos tallábamos con ellos, observaríamos sus ramas y las hojas de una floreciente primavera, pues como los checos soñaban con la suya. A veces, en ocasiones, tenemos que soñar. Aquí iba, con esta imagen, el árbol genealógico de la Vieja Hispania, con sus paréntesis, sangrientos y convulsos. Todo los estrenaríamos. Volvería el alabardero real a Palacio. Don Felipe había empezado una preparación excepcional y su “hermano” Mohamed pensaría en la sucesión de Hassan II, que hasta cocinaba un pollo en “La Argentina”, un restaurante en la madrileña calle Válgame Dios, cuando venía a Madrid.

 

Esta imagen, ida en el tiempo, cobra, sin embargo, “una rabiosa actualidad”. Históricos alabarderos – recuerdo a un gran placentino, don Lucas, que se cuadraría ante un joven Juan Carlos en la Redacción del periódico “Ya”. “Fui alabardero de Su Augusto Abuelo”. Y Don Juan Carlos le contestó: “Tipo tiene”. Vaya que si lo tenía.

 

Un joven Don Felipe, hermanado con Mohamed, y ¡vaya si ha pasado tiempo!. La Infanta Cristina, entre ambos, y a su lado, Elena, la Infanta más representativa de la saga. Don Felipe habría de esperar hasta estas calendas de calor y convulsiones. No es de extrañar que el Monarca alauí– ya de cincuenta y un años – se haya desvivido con su hermano Don Felipe y Rabat haya sido una fiesta y, especialmente, los pescadores se sientan más bíblicos y vean aminoradas sus penurias.

 

Naturalmente que estos dos amigos, vida plutarquiana, se hayan sentido regios, el que encarnan uno y otro; y Don Felipe se haya sentido en casa. Atrás dejarían un largo aprendizaje, aprendizaje que, por cierto, no está en los libros, al menos el de Felipe VI. En un viaje oficial a Madrid, el Monarca alauí diría, ante el compromiso de una cena oficial, que no acudiría porque estaba cansado. Alguien que le conoce bien, ha dicho que cuando era príncipe no tenía ambición de poder o de reinar; su padre tenía más sentido de Estado.

 

De todos modos, únicamente pretendo revelar esta imagen, captada por la cámara de la gran periodista, Marisa Florez y portada en “El País” -, en aquellas calendas, cuando la primavera nos despertaba de un largo sueño y las rosas nos abrirían sus pétalos. Ya todo nos parece tan lejano, que no hablo de años; hablo de épocas…; y no recuerdo al autor de la frase.

 

 


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