Digital Extremadura
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El que uno de sus abuelos, Ti Juan García Jiménez, enviudara dos veces y se echara una tercera novia, no tiene que ver nada.  Ni tampoco el que su padre, Ti Martín Montero Esteban, se casara en segundas nupcias al quedar viudo de Ti Claudia García Jiménez. Nada tiene que ver ello para que Ramón Montero García, que había heredado el apodo de “El Fraile” de su rama paterna, permaneciera solterón toda su vida, siendo considerado en el lugar como “El Alcalde de los mozos”.  Tuvo sus escarceos amorosos, pero la mala suerte quiso que fuera a estrenar el caqui en el batallón de Cazadores de África, nº 1, allá por Larache, en el Protectorado Español de Marruecos.  Sin haberse licenciado, empalmó con la  Guerra Civil, por lo que tan calamitosos tiempos enfriaron los líricos romances.

 

     Ramón Montero, que había nacido el día de Santa Fernanda de 1915, aparte de la efemérides del santo de su nombre, pasó las de Caín en aquella terrible Guerra de la que no era arte ni parte, ni sacó oficio ni beneficio pero sí una esquirla de metralla en una nalga en el frente de Madrid, cerca de Aravaca.  Cuando en abril de 1939 ya contaba con la licencia en la mano, la sustracción de unos botes de leche condensada, unos paquetes de café y unas botellas de coñac en los servicios de intendencia de su regimiento le complicaron el permiso definitivo.  “-Yo no ehtaba en el aju -me relataba el paisano-, peru ehtaba compinchau con loh que metierun  lah úñah, que lo único que queríamuh era celebral el que pol fin se habiera acabau la guerra”.  Los cogieron, los montaron en un camión y los agregaron a una compañía de moros para que sirvieran de guardianes en el campo de concentración de Albatera (Alicante), de triste memoria.

 

     Refería Ramón que allí vio de todo lo malo que se puede ver en el mundo.  Había más de 20.000 presos republicanos, cuando su capacidad era para 3.000.  El Gobierno Republicano lo había inaugurado en octubre de 1937, instalando un progresista y conmiserativo sistema de redención de penas, basado en el trabajo de los presos.  Se intentaban convertir 40.000 hectáreas de saladares en terrenos laborables, tal y como lo concibiera, en el siglo XVII, el cardenal Luis Antonio de Belluga y Moncada. Pero al pasar a manos franquistas, el centro de reclusión no le cogió envidia a cualquiera de los más temidos campos de concentración de los nazis.  Hambre, vejación, tortura, sacas diarias, fusilamientos… se sucedían a todas horas. “-Allí -me seguía contando Ramón “El Fraile”- la vida d,una presona valía ménuh que un jigu chumbu, anque ya habieran queríu élluh, loh rójuh, habelsi jartáu de jíguh chúmbuh, que na,máh leh daban chúhcuh dúruh y alguna sardina salá.  Y encima élluh, loh próbih, andaban entri élluh a páluh, que s,echaban lah cúlpah únuh a ótruh de habel perdíu la guerra.  Cá unu andaba pol su lau, que si loh comuníhtah, que si loh de la CNT, que si loh socialíhtah, que si loh d,arriba, que si loh d,abaju, ¡qué si yo!  ¿¡Poh si tóh eran rójuh, pa que se daban de púñuh!?  Claru, que bien dici el refrán que <andi no hay jarina, se rebulli la trebullina>”.

 

     Cuánta razón tenía el nieto paterno de Ti José Montero Jiménez y de Ti María Esteban Sánchez. División y puñadas entre los propios rojos.  Pesaban muchas las disensiones habidas en las filas de la izquierda durante la Guerra Civil, que culminaron con el golpe de Estado de marzo de 1939 del coronel Segismundo Casado, apoyado por anarquistas y socialistas, contra el Gobierno de Juan Negrín. Nunca formaron apretada piña.  Algunos historiadores dicen que de no haber ocurrido aquel golpe y haber resistido cinco meses más, la propia dinámica de la Segunda Guerra Mundial, ya en puertas, habría obligado a los países europeos democráticos a intervenir y los republicanos habrían ganado la Guerra,  ahorrándonos cuarenta luctuosos años de abominable dictadura.

 

     Pero la izquierda sigue sin aprender de la historia.  Ya no queda por tomar Palacio alguno de Invierno. El calentamiento global de los nuevos tiempos los ha derretido a todos.  Bueno está que la extrema derecha, la que no está camuflada en el PP, ande atomizada en mil grupúsculos.  Pero la izquierda es lo único que le queda a esta sociedad española, pateada un día sí y otro también por los  austericidas, para darse un respiro y, como diría el excelso poeta Miguel Hernández, romper los yugos sobre las espaldas de la gente de la hierba mala. Es ignominioso que ahora, cuando Rajoy ha paseado por la húmeda Galicia del brazo de la teutona fraü Merkel, cual perro faldero, nos venga con la indignante monserga de más hachazos y sablazos.  Se abrazan ambos al apóstol Santiago mientras miles de gallegos son aporreados por la policía por mostrar su justo cabreo contra ese tempestuoso eje hispano-alemán.

 

     Hablan de converger las izquierdas, pero así llevan desde el tiempo de los dinosaurios.  La formación “Podemos”, que viene pegando duro, deja el asunto aparcado a su asamblea de octubre.  Algunos se temen que pueda encerrarse en una egocéntrica torre de marfil, a causa del éxito del que está muriendo,  y querer capitanear, cual vanguardia leninista, la urgente y necesaria alternativa plural y unitaria para un cambio democrático, económico, político y social.  Pero ya Federico García Lorca romanceaba que “se acabaron los gitanos/que iban por el monte solos”, aunque “están los viejos cuchillos/tiritando bajo el polvo”. Muy cierto. Los cuchillos cachicuernos, los que el pueblo siempre utilizó para partir su pan y su tocino, están cubiertos por el polvo porque ya gran parte del proletariado casi no tiene pan ni tocino para llevarse a la boca.  Ahora -eso, sí-, los malos de la película  (la derecha y sus adláteres, salvapatrias de tres al cuarto) prefieren (como es el caso de Extremadura) tirar más de 600.000 euros en una noche (gala “Ceres”) antes que se aprovechen de ellos los 180.000 parados que hay en la región o los miles de familias que tienen que acudir a los Bancos de Alimentos.

 

     Izquierda Unida, por su parte, establece para converger tres prioridades: Pan, Techo y Trabajo.  Es de esperar que se  lo curre Alberto Garzón Espinosa, el joven remero de la mano zurda, que, tal y como aguarda ese pueblo que han echado a los pies de los caballos, sea capaz de confraternizar con Pablo Iglesias Turrión, el de la libertaria coleta, para poner al unísono el dedo en la llaga de ese capitalismo parasitario, terriblemente  hematófago y sustentado por un desprestigiado bipartidismo.  Los movimientos ciudadanos piden un Frente Amplio.  Ejemplos a seguir hay varios.  En Uruguay, las izquierdas se aglutinaron en una misma trinchera y han logrado parar los cascos de las alfanas de la derecha y de la oligarquía que lleva las riendas.  Emblemáticos personajes, como Tabaré Vázquez, Mónica Xabier o Pepe Múgica han fraguado un mundo de libertades, igualdades y fraternidades y lo ha puesto en manos del pueblo.

 

     Quedan doscientos y pico días para la nueva consulta electoral.  La gente de a pie tiene un afán imperioso de repartir las escobas para barrer las calles contaminadas y de entregar calabozos para desmontar el jaral que llenaron de tósigos  los que maman de las ubres de la teutona alemana.  Ernesto “Che” Guevara decía aquello de: “No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante”.  Por lo tanto, dejen ya de marear la perdiz y únanse como una piña lo antes posible para acabar con tanta injusticia, así en la tierra como en el cielo.  Y sin aspavientos, ni luciendo el tipo ni buscando el protagonismo arrojándose cubos de agua helada sobre la cabeza.

 

     La izquierda no puede permitirse, una vez más, que humildes campesinos como Ramón “El Fraile”, el que era todo un figurín con el sombrero a medio “lao” y que cayó para no levantarse nunca más el mismo día en que caían los primeros soldados yanquis que invadían Ikak (2004), se hagan cruces al observar que todo se volvió jaula de grillos, para mayor regocijo y recochineo de los poderosos y sus respectivos capataces. Si los grillos continúan cantando, y no solo de noche, entonces serán muchos los desencantados que escaparán de las urnas y se retirarán a sus cuarteles de invierno y jamás perdonarán que no hayan rentabilizado la ocasión que tan calva la pintaron quienes teniendo responsabilidades históricas no las aprovecharon y se liaron a puñadas entre ellos.  Para traiciones a la clase trabajadora ya tenemos bastante con la que ha ido perpetrando a lo largo de estos años cierta izquierda socialdemócrata, cobijada bajo la parda anguarina de sus aburguesados y desclasados dirigentes.


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